sábado, 28 de noviembre de 2015

Reseña: El abismo mecánico y otros relatos sobre la inteligencia artificial

El abismo mecánico y otros relatos sobre la inteligencia artificial.

VV.AA. (Sel. Vicente Hernándiz y Sergio Mars).

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Cápside. Valencia, 2015. 297 páginas.

Cuando, tras celebrarse en Madrid en los años 2011 y 2012, los impulsores del certamen Cificom decidieron trasladarlo a Valencia en este 2015, incluyeron entre sus actividades, con la colaboración de la editorial Cápside, un concurso literario de relatos que debían versar sobre la Inteligencia Artificial en cualquiera de sus acepciones y que, como aspecto seguramente muy atractivo para muchos escritores patrios, conllevaba como «premio» adicional la edición en papel de una recopilación con el ganador, las dos menciones especiales y aquellos otros cuentos que los jurados consideran revelantes hasta llegar a configurar la antología que ahora nos ocupa. La Inteligencia Artificial ha sido uno de los temas inherentes a la ciencia ficción desde prácticamente sus orígenes junto al de encontrar y comunicarse con vida extraterrestre. Y en ambos casos la mayoría de las veces el «encuentro» de esas inteligencias con las humanidad suele terminar en confrontación. Hay por un lado un deseo de no encontrarnos solos en el universo y por otro un miedo terrible a terminar relegados, incluso extintos, por esas inteligencias «emergentes», mecánicas o alienígenas, extrañas en todo caso. El presente volumen recoge diez visiones de lo más heterogéneas y actuales de los diferentes caminos por los que la Inteligencia Artificial podría llegar a discurrir, de lo más cotidiano o intimista a lo más aterrador, de lo más inicuo a la inquietante suplantación, pasando por propuestas de corte bélico, de space opera, post apocalípticas, ecologistas…, lanzando sus miradas más sobre la propia naturaleza humana que sobre cualquier presencia ajena. Al fin y al cabo, cuando o si la Inteligencia Artificial llega a existir en cualquier forma en el futuro no será sino parte de la descendencia de la Humanidad, llamada a convertirse en hija, en compañera, en rival o en exterminadora.

Presentación de la antología en la Cificom 2015
Tras el debido y, como siempre, muy informativo Prólogo de Sergio Mars, la recopilación se abre con el primer premio del Certamen, El abismo mecánico, de Javier Castañeda de la Torre. Una mujer se encuentra sufriendo una tortura horrible, inaguantable, sin terminar de entender cual es el motivo. Su torturador pronto le hará entender que lo que busca es conseguir que ella tenga un acto creativo, una inspiración poética, que piensa puede forzar mediante el dolor. Ella, ante peores perspectivas, se someterá al «experimento». Un relato casi minimalista que presenta una hipótesis que, curiosamente, se repite en más de un relato posterior: la de la necesidad del sufrimiento para la creación artística —para el desarrollo de una personalidad humana—. Reflexionando sobre la posibilidad de que una IA desarrolle un sentimiento poético capaz de emular a los mejores literatos humanos abre la puerta a cuestiones sobre el arte, sus instrumentos y su trascendencia. ¿Existe un algoritmo de la creación artística? ¿Inspiración frente a estructura matemática? ¿Creatividad desatada frente a trabajo disciplinado? Castañeda incluye de forma tangencial otra gran cantidad de temas como el anhelo de inmortalidad, la consistencia de la realidad, la construcción de la personalidad, el egoísmo de la muerte...

After Life, de Mariló Àlvarez Sanchis, mención especial de Vicente Hernándiz, es un cuento con un irónico parentesco con el género zombi y con un desarrollo quizá demasiado simple. Rolan Almore «despierta» sin saber realmente quién es ni poseer ningún recuerdo de su vida anterior. Pronto sabrá que, por el amor de su familia, ha sido resucitado por el programa de bioingeniería After Life. Un programa que permite mantener el cuerpo del fallecido e insertarle una mente «virgen», un encéfalo nuevo, para ofrecerle una nueva vida. Lamentablemente la muerte cerebral implica la pérdida de todos los recuerdos; y el retorno a un hogar y a una familia ahora desconocidos puede ser un tanto traumático. Conforme Rolan intenta adaptarse a su nuevo estado, descubrirá que no está solo, que no es el único que ha recibido este tratamiento y que la aceptación entre la sociedad está siendo algo conflictiva. La identidad y los recuerdos que la conforman, el amor familiar y los lazos personales, el deseo de pervivencia para los seres queridos, la mente como definidor de la personalidad, el sentimiento de pertenencia a un grupo o comunidad dentro de la individualidad, la marginación y otras amenazas invisibles, la caducidad del ser humano… Peca, quizá, de un tono algo plano, que, sin embargo, no desmerece el tema.

Le sigue Instancias cautivas, de Pedro Moscatel, la mención especial de Sergio Mars. Ricardo es un diseñador de inteligencias artificiales, que testea en forma de pequeñas mascotas, obsesionado por su trabajo y que ha «vendido su alma al diablo» en forma de contrato con una corporación armamentística. Su vida se está desmoronando, su mujer le ha dejado y siente que ha traicionado todos sus principios, a pesar de escudarse tras sus razones personales. En un mundo sumergido en un cambio acelerado, que podría llegar a ser perfecto, las viejas organizaciones, políticas y productivas, se niegan a perder sus cotas de poder y riqueza, luchando contra los avances sociales. El lector asiste, una vez más a la perversión de algo con un inmenso potencial de ser bueno convertido en instrumento de muerte en manos de los codiciosos, y al tema de la responsabilidad que debe asumir el «creador», cualquier tipo de creador, de la criatura que ha dado a la luz. Triste a la par que reivindicativo, con un aire irresistible de inevitabilidad y un final demoledor.

En Ya no soy Sam, de Leonardo Ropero, el Sam del título es la IA del crucero de combate Titania, al que es asignada como oficial de navegación la teniente Adriana Speck; una novata, y encima mujer, entre una tripulación de veteranos que la miran con recelo, o con peores intenciones. Su inteligencia y el ostracismo a la que es condenada dentro de la nave le hará congeniar con la IA, con la que iniciará un proyecto secreto algo especial. Un trabajo que cobrará especial relevancia cuando en el límite de su misión, muy lejos en el espacio, la flota se encuentre con un pecio dado por desaparecido tiempo atrás y con una amenaza que pocos podían anticipar. La discriminación, el abuso de poder, la asunción de características humanas por inteligencias artificiales, constituyen un relato intenso y tierno, interesante y con un desenlace sorprendente.

A continuación ¿Sueñan los androides con ser estrellas de cine?, de David G. González supone un giro radical respecto al anterior. El famoso productor de Hollywood Albert Spielman invierte todo lo que tiene en el que habría de ser su testamento cinematográfico, su última obra, «Batalla final en el espacio exterior», pero todo parece confabularse para convertir el intento en un absoluto fracaso incluso antes de terminar el rodaje. Desesperado, decide poner el frente, como director, a un antiguo androide dirigido por control remoto que apareciera en una de sus películas anteriores. Las cosas parecen mejorar justo antes de que todo se le escape de las manos. El autor, de forma divertida e intrigante, se sirve de uno de los grandes viejos miedos de la humanidad convertido en realidad, la suplantación, para hablar de anhelos, amor y deseo, de frustración, maldad y buenas intenciones.

En la noria, de María Tordera, se desarrolla principalmente en Viena, donde un hombre entra a una cervecería y un robot, llamado Comrade, inopinadamente le pide que le invite a una cerveza. Las siguientes tardes el hombre, que da el falso nombre de Gómez, repite el ritual, estableciendo lo que casi podría considerarse una relación de amistad con Comrade, quien por lo menos le sirve de «paño de lágrimas». Víctima de sus impulsos no podrá sino acceder a una extraña proposición formulada en una de las cabinas de la noria de El tercer hombre. A partir de ahí el relato da un giro inesperado para convertirse en algo totalmente diferente a lo que venía anticipando para reflexionar sobre la guerra, el castigo, la empatía, la redención, los mecanismos del amor, la soledad, y la inflexibilidad de ciertas decisiones.

El lector llega entonces a Inhumanos, de Shaila Mélmed, encontrándose con un cuento algo inclasificable pero arrebatador, de ambiente indefinido, post apocalíptico, extraño, donde un hombre da vida y muerte a sus hijas según respondan a sus algoritmos. Ellas no son humanas y lo saben. Su dilema surge cuando la séptima hija empieza a dar problemas, a plantear preguntas para las que no debiera tener siquiera formulación y a narrar cuentos que no le han sido programados. Un intenso cuento sobre paternidad, sobre la construcción de la personalidad, y las características que hacen a alguien —o a algo— humano. Un mundo futuro totalitario y destrozado por partes iguales, dicotomía entre creación y destrucción, plantea el peso del dolor de los recuerdos de lo que se ha hecho y de lo que se ha de hacer, el precio de la guerra en la infancia, la locura. Uno de los relatos más sugerentes y «distintos» de la antología. Sin apenas personajes y en cuatro pinceladas la autora sabe construir un oscuro, depauperado y claustrofóbico mundo postbélico donde no todo o, más bien, nada es lo que parece.

En El corazón en la máquina, de Salvador Bayarri, los robots esparcidos por el Sistema Solar tratan de huir de la campaña de exterminio total que los poderes fácticos de la Tierra parecen haber desatado sobre ellos al culparles de los grandes problemas económicos y laborales en que se encuentra inmersa la población humana del planeta. Los robots no pueden revelarse contra sus creadores, así que, impotentes, reúnen en un asteroide aislado una especie de comité para discutir soluciones que se desvelan inútiles una tras otra. Para evitar la extinción tendrán que pensar, y actuar, como humanos. Y en el diseño y fabricación de las matrices neuronales de los robots basadas en originales humanos podría encontrarse la respuesta, aunque eso les forzase a conductas antinaturales. Actuación frente a condicionamiento, solidaridad, compañerismo, el absurdo del desordenado pensamiento humano frente a la fría lógica que marca el camino necesario o la necesidad de ambos… Intenso y, pese al protagonismo absolutamente robótico, muy humano.

La deformidad de un dios deforme, de David Luna, presenta un futuro en guerra donde un violento y vicioso desertor encuentra inesperadamente un aislado asentamiento de población pacifista y piensa que le ha tocado la lotería. Pero lo que no podía llegar ni a sospechar es que el lugar contase con la protección de un dios que castiga toda acción violenta. La imposición por la fuerza de las ideas y no por el convencimiento se demuestra un camino erróneo, pero igual que podría serlo la total dependencia de otros para mantener la integridad y la vida. El auto elegido aislamiento como forma de vida, el desterrar toda violencia de uno, requiere de mucha implicación y esfuerzo y quizá no esté al alcance de todo el mundo. Cruel, esclarecedor, un poco ingenuo, tiene fuerza aunque le falte algo de desarrollo.

Y el último de los relatos es O de Orange, de Claudio Amodeo, una historia de amor con contenido. Leandro Mores se dedicaba junto a su socio Rubén a la decodificación de series de tarjetas perforadas que recibían desde la empresa Orange Clock. Cuando Rubén dejó la empresa Leandro se sintió liberado de la tarea dedicándose a nuevos menesteres, pero la introducción en su vida de Laura Sangrá al presentarse en sus oficinas para recoger las cajas de tarjetas que todavía obran en su poder cambia radicalmente la situación, implicándole de nuevo en un proyecto que sólo entonces empieza a cobrar sentido para él. La creación de una posible IA sirve como reflexión de los sentimientos que causa la paternidad, el orgullo por los logros de los hijos, el deseo de que alcancen su potencial, de que sean felices.

Un ecléctico volumen que se cierra con un Epílogo del otro seleccionador, Vicente Hernández, y que da cuenta de los muchos enfoques que el tema de la Inteligencia Artificial permite, desde lo orgánico a lo puramente mecánico. Es curioso constatar que la mayoría de ellos eluden, conscientemente o no, la llamada Singularidad y muy pocos abordan temas cercanos al transhumanismo, hay poco hard y mucha cuestión social, haciendo casi más hincapié, como si de una deformada suerte de espejo en que mirarse y cuestionarse se tratara, en lo que significa ser humano y en las consecuencias de la convivencia de la humanidad con IAs de muy diferente corte, desde simples simulaciones encerradas en megaordenadores hasta androides autónomos que adquieren muy diferentes formas, antes que en el desarrollo y construcción tecnológicos de una de ellas propiamente dichos. Una equilibrada antología, con una cuidada edición por parte de Cápside, cargada de variedad y ambientaciones, entretenida y llena de interesantes reflexiones que dan cuenta de la profundidad y posibilidades del tema, conformando un proyecto de certamen literario y antología de relatos que es de desear tenga continuidad en el futuro.

2 comentarios:

Aura dijo...


Uuug... AIs y nada de Scifi Hard hace de la combinacion un mal libro.
Como libro de Scifi no digo que sea malo, pero sobre el tema del que trata... pues la verdad es que si lo es.

Santiago dijo...

Bueno, son puntos de vista sobre la IA y cada autor supongo que profundiza en los aspectos que más le interesan de la misma. El resultado es bastante satisfactorio literariamente hablando.

Y tampoco digo que no haya nada de hard; poco, sí, pero no nada de nada ;-)

Saludos.
Santi.