martes, 8 de marzo de 2016

Reseña: Las puertas del infinito

Las puertas del infinito.

Víctor Conde - José Antonio Cotrina.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Fantascy. Barcelona, 2016. 443 páginas.

Conde y Cotrina son, muy posiblemente, dos de los autores más «arriesgados» del actual panorama fantástico español; no los únicos, por supuesto, pero si unos de los que demuestran un mayor gusto por lo experimental, lo extraño, lo onírico y lo surrealista. De su unión nace una novela sin duda llamada a crear opiniones enfrentadas, desde las de quienes hemos disfrutado de su lectura hasta las de aquellos otros que abominarán de la experiencia. Muy posiblemente no hay término medio para un libro cuyo principal calificativo sería, para lo bueno y para lo malo, de un auténtico delirio desatado, tanto temático como estilístico. Esta es una propuesta compleja, enrevesada, muy personal, engañosa en ocasiones, y que requiere en todo momento la complicidad y la entrega total de su público. Habrá quien entre en el juego de los autores y quien no lo haga, y ambos grupos, a la vista de la propuesta, serán igual de respetables. Lo que no se puede negarle es el derroche de imaginación y la grandeza de un escenario que viene a incidir en la idea de realidades paralelas —o de un multiverso— con el que ambos autores han «jugado» con anterioridad.

Según la sinopsis de contraportada dos van a ser los protagonistas de la novela: Riddly y Rebeca, pero lo cierto es que el primero de ellos apenas aparece como un actor muy secundario en el primer «libro» de los dos en que se divide el volumen, Deus ex Magia, aunque su nacimiento, narrado en el primer capítulo, sea precisamente uno de los hechos que pongan en movimiento los eventos futuros. Si bien en Rebeca sí que va a recaer el protagonismo de una de las dos líneas del relato, narradas en capítulos alternos, la otra va a estar dominada de inicio por la figura del aperimante —una persona dotada con la capacidad de abrir las puertas dimensionales— Logan de Noxville, y no será hasta el segundo libro, Las aristas del cuento, cuya acción se sitúa quince años después de lo narrado en el primero, cuando el joven Riddly ocupe un papel principal en medio de la acción. Entonces sí el lector asistirá al drama de dos jóvenes provenientes de diferentes planos, educados de forma muy distinta, pero creciendo ambos al borde del desastre. Una, esclava y localizadora de objetos a través de los mundos gracias a su habilidad de «saltadora», siempre a lomos de su fiel dragón de niebla Ágata, de enormes ojos y suaves maullidos; el otro un indisciplinado aprendiz de aperimante a la sombra de un padre que le impone una férrea, y algo incomprensible, disciplina. Ambos decididos a eliminar la amenaza que pende sobre sus respectivos mundos.

Junto a Logan, Riddly y Rebeca, unos protagonistas que van a ir evolucionando y variando de personalidad bajo el influjo de los eventos que van sucediéndose en uno y otro mundo, otros personajes relevantes les dan el contrapunto como detonantes de buena parte de la acción. Lord Astrud, dueño de la Mansión Infinita —o al menos de aquellas dependencias habitables en el Londres alternativo donde se desarrolla esta línea de la narración—, quien en su deseo de incorporar nuevas habitaciones a su vivienda invita a la misma a cualquier aperimante que pueda descubrir cómo abrir algunas de las muchas puertas cerradas que dominan las paredes de sus estancias, y quien tendrá una involuntaria, pero vital importancia, en el desencadenante del caos. O el Cerrajero, dueño y mentor de Rebeca, quien enviará a la joven a otros mundos para recuperar objetos de críptico origen y función, objetos que atesora con ignoto propósito en el burdel que regenta en Amalgama, la principal ciudad de Colapso, la tierra del Apocalipsis, un lugar donde los mundos confluyen y chocan bajo la tiránica dominación de los implacables e inhumanos invasores ikari.

Los autores manejan unos conceptos y escenarios tan grandiosos como herméticos, difíciles, que no debieran en realidad sorprender a los lectores iniciados en obras anteriores de los autores como El teatro secreto de Conde o Las fuentes perdidas de Cotrina. Ciudades que esconden secretos tan peligrosos como fascinantes a la vuelta de cualquiera de sus esquinas. Imágenes que parecen sacadas directamente de algunos de los grabados de Escher. Una construcción, emparentada con la Evenmere, la gran mansión de James Stoddard, heredera de una larga tradición de viviendas más grandes por dentro que por fuera. Ciencias como la aperimancia —la capacidad de abrir puertas dimensionales y viajar a otros mundos— y la mecanomancia —el estudio de los objetos que los aperimantes han traído de más allá de las puertas para averiguar su propósito y funcionamiento—. Criaturas fantásticas con reminiscencias insectoides. Dragones enormes como urbes enteras. Nexos dimensionales. Pirámides invertidas. Un enemigo implacable en la forma de los enigmáticos ikari. Extraños profetas. Llaves imposibles. El tiempo que se persigue a sí mismo. Coleccionistas de objetos cargados de Nuncanidad. Una morsa parlante. Metafísica en torno al ideal de la Circularidad. La búsqueda del Santo Grial de los aperimantes: el Hysmon, la puerta definitiva, la puerta que no puede ser abierta...

José Antonio Cotrina
Rompiendo todas las reglas al punto de negar la existencia de las mismas, existe en el relato un componente onírico de fuerte presencia, una aire de mágica imposibilidad, de abrumadora irrealidad. Conde y Cotrina juegan en cierta forma con una historia que es una profecía autocumplida, con la circularidad de la vida misma, con la idea de causa y efecto, la predestinación y la inevitabilidad flotando en todo momento sobre los actos de los protagonistas. Y lo hacen a través de la superposición de mundos enfermos, heridos, caóticos, en descomposición, en ocasiones desagradables, envueltos en trágicos conflictos que afectan de forma negativa a sus habitantes tanto en el plano físico como en el mental. Desde el Londres alternativo de finales del siglo XIX - principios del XX hasta la ciudad de Amalgama, en Colapso, donde distintas realidades convergen y se superponen en caótica hecatombe, pasando por diversas Tierras Alternas o Duplas, la acción se desarrolla en un continuo estado de «extrañeza», con escenas tan grandilocuentes y hermosamente atractivas en ocasiones como repugnantes en otras.

Víctor Conde
Si bien es apreciable cierta descompensación entre las dos líneas, esta cierta falta de unidad resulta a un tiempo muy interesante, diferenciando la una de la otra tanto en lo formalmente estilístico como en su orientación narrativa. Me atrevería a poner la mano sobre el fuego, aún con el muy posible riesgo de quemarme, y apostar porque Conde haya escrito los capítulos de Logan y Riddly, del Londres de la Mansión Infinita y los acontecimientos posteriores, mientras Cotrina haya hecho lo propio con los de Rebeca en el oscuro, aberrante y algo tétrico mundo de Colapso. En todo caso los dos autores dan buena cuenta del inquietante mundo interior que de alguna manera comparten.

Ambos hacen gala de una prosa desmesurada, colorida, desbordante, abrumadora, cargada barrocamente de imágenes imposibles que a veces llegan a saturar la capacidad de visionarlas en la mente, de aprehenderlas en toda su magnificencia e intensidad. En otras ocasiones, sin embargo, lo prosaico de algunas propuestas, casi siempre sexuales, choca en exceso con el tono del relato, rebajándose en demasía y resultando incluso desagradables e innecesarias. Lo que en un inicio parecía encaminarse como una propuesta abiertamente juvenil se sumerge pronto en un enfoque adulto dotado de decididas complejidades; y cuando parece estar alcanzando velocidad de crucero termina de forma perfecta y adecuadamente cerrada con un definitivo «no va más».

Las puertas del infinito es una novela de muy difícil clasificación, entre la fantasía y la ciencia ficción, entre lo retro, la aventura de acción, el misterio y lo metafísico. Un delirio visual y conceptual, un derroche de imaginación, una locura difícil de aprehender, una aventura a veces críptica, a veces frenética, siempre intrigante, que puede desconcertar tanto como agradar. Mejor entrar avisado en sus páginas si uno no quiere perderse entre las dimensiones infinitas.

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Reseña de otras obras de los autores:

Victor Conde:
   Ecos.

José Antonio Cotrina:

José Antonio Cotrina con Gabriella Campbell:

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado la reseña, Santiago. Muchas gracias :)
V. Conde

Santiago dijo...

Hola Víctor.

Muchas gracias por pasarte a comentar, siempre es un placer cuando los autores lo hacen, y me alegro de que te haya gustado la reseña. Tan sólo he intentado hacer justicia a la novela, aunque creo que me ha quedado también a mí algo "críptica" (no era cosa de desvelar detalles importantes).

Tan sólo una pregunta, ¿me he quemado la mano al ponerla sobre el fuego? ¿Acierto en qué partes ha escrito cada uno?... Tampoco pasa nada si dejáis el tema en la sombra, para que cada lector se haga su propia composición ;-)

Saludos