Niourk.
Guión y dibujo: Olivier Vatine.
(Adaptando la novela de Stefan Wul).
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Yermo ediciones. Barcelona, 2015. Contiene: Niourk vols. 1 a 3 (FRA). Color. Cartoné, 160 páginas.
Olivier Vatine, autor de los dibujos de obras como Aquablue, Star Wars: Heredero del Imperio o Cixi de Troy, adapta la novela homónima del autor francés Stefan Wul —seudónimo bajo el que escribía Pierre Pairault— al lenguaje del cómic en tres álbumes —El Niño Negro, La ciudad y Alfa— recopilados en un solo tomo para esta edición Integral de la obra. Wul retrató en su momento un futuro postapocalíptico, donde una catástrofe ambiental, causada por las malas prácticas de la humanidad contaminando el planeta sin mirar por el futuro, ha llevado al abandono de la Tierra y a la involución de los escasos humanos que permanecen en ella. Vatine, ilustrador ampliamente fogueado en el campo de la fantasía y la ciencia ficción dentro del cómic franco-belga, pone todo su arte al servicio de la historia, con la que mantiene el máximo respeto —conservando incluso la división en capítulos de la novela y los cliffhanger que cierran cada uno de ellos—, alcanzando cotas de enorme brillantez en su dibujo. Entretenimiento, aventura, ciencia ficción —aunque en su variante más cercana a una fantasía postapocalíptica— y fábula ecológica en una historia llamada a sorprender a quien se deje atrapar por su propuesta.
El discurrir de las eras plasmado en una simbólica página |
Una catástrofe ecológica ha enviado a lo que queda de la humanidad sobre la Tierra a vivir en una nueva Edad de Piedra, divididos en tribus primitivas. En el seno de una de ellas un niño de piel negra sufre la irracionalidad de las supersticiones que dominan a sus mayores, siendo repudiado por los que le rodean influenciados por el odio que siente hacia él del anciano de la tribu. Un odio que le llevará a dictaminar su sacrificio para cuando el anciano vuelva de su peregrinación ritual a la aldea de los dioses conocida como Santiag. Pero ese retorno no se produce y, buscando la aceptación del resto de la tribu, el llamado Niño Negro decide descubrir qué le ha sucedido, embarcándose en una aventura que terminará implicando la supervivencia futura de su gente, y el descubrimiento de maravillas inesperadas remembranza de la civilización del pasado, ya olvidada, pero que se resiste a desaparecer del todo.
Vatine refleja a la perfección la enorme carga épica que acompaña al viaje de la tribu y a los eventos en los que se van a ver envueltos, que implican luchas desesperadas, inanición, muerte inmisericorde, esperanzas endebles, criaturas fabulosas, «magia» proveniente del pasado, y muchas otras sorpresas. A través de los ojos de Niño Negro se va desvelando un mundo devastado que empieza a regenerarse sin la acción destructora de la mano del hombre, pero en el que aún cabe la acción de multitud de sentimientos inherentes al ser humano: la ira, la envidia, la curiosidad y el deseo de conocimiento, la entrega, la traición, el amor y amistad… Niño Negro va a encontrar mucho más de lo que podía imaginar, y el lector junto a él va a descubrir que el mundo del futuro reflejado por Wul y Vatine encierra una evidente alegoría ecologista cargada de un trascendente mensaje.
Es este, no obstante, un futuro post apocalíptico que no soporta una análisis realista en profundidad, ya que el tipo de ciencia ficción cultivado por Wul en su novela, y fielmente trasladado aquí por Vatine, tiende más a la exposición fantástica que a la rigurosidad científica, renegando un tanto de la verosimilitud de lo narrado en pos de su espectacularidad. Una meseta cuyo ascenso por una pequeña garganta, cual portal dimensional, lleva de una tórrida sabana a un paisaje ártico sin apenas transición. Un centro comercial que mantiene energía eléctrica suficiente como para que los hologramas de información al cliente estén todavía activos, muchos —muchos— años después de que nadie se encargue de producirla. Unos seres marinos cuya evolución se antoja imposible por mucha manipulación genética y radiación nuclear que se añada a la ecuación… Y otra serie de sucesos, la mayoría en torno a la evolución del personaje de Niño Negro, que deben ser tomados con amplitud de miras para poder disfrutar sin cortapisas de una lectura muy disfrutable por otra parte.
Conforme avanza la aventura hay una confrontación evidente entre la superstición y el pensamiento mágico que se ha instalado en la mente de los componentes de la tribu de Niño Negro —es de suponer que en la de cualquier habitante de la Tierra— y el conocimiento que van a ir adquiriendo a través de los descubrimientos de su viaje, cambiando su forma de entender lo que les rodea. Un viaje que abrirá sus ojos a nuevas maravillas, a un mundo insospechado para ellos, donde el niño hará extrañas amistades —ìncluido cierto animal salvaje al que salvará la vida— y se enfrentará con peligros provenientes de criaturas tanto naturales como artificiales —ya sea por efecto de la contaminación, la ingeniería genética o el desarrollo mecánico—. En un momento dado, ya a la altura de lo que correspondería al segundo álbum en su edición original, el relato presenta un profundo cambio de registro, pasando de la pura aventura, del tono naturalista de la lucha por la mera supervivencia de los habitantes primitivos de la Tierra, a una ciencia ficción más futurista con tintes ecológicos, con la introducción de nuevos personajes y nuevos parámetros, de elementos tecnológicos avanzados y cuestiones casi filosóficas sobre el destino del ser humano.
En el apartado gráfico el lector se va a encontrar con un Olivier Vatine en estado de gracia, ejerciendo de autor completo y ocupándose tanto del dibujo en sí —lápiz y entintado— como de la aplicación del color a las planchas —con diversos ayudantes en este campo, eso sí—. Ilustración y color que se complementan para ofrecer una perfecta «iluminación» de la aventura, dotando a cada escena del tono preciso e indicado. Si en el guión, en cuanto a la esencia misma del relato en la traslación de la obra de Wul al lenguaje ilustrado se refiere, se mantiene extraordinariamente fiel al mismo, es en esta vertiente artística donde el dibujante puede liberar todo su nivel creativo e imaginativo, dotando de vida al mundo y a las criaturas creadas por el escritor, ofreciendo sus propias, y en muchas ocasiones espectaculares, visiones de lo narrado. Vatine juega con interesantes composiciones de página en los que plasma unos dibujos muy limpios, cargados de detalles, pero que en ningún momentos se hacen confusos ni recargados. Viñetas de gran tamaño —splash pages— y otras que se superponen o fluyen en cascada, ilustraciones de espacios ilimitados, paisajes desérticos, estampas marinas, barcos varados en tierra, restos de una civilización extinta, ciudades abandonadas y conquistadas por la naturaleza; «monstruos», robots, naves y otros objetos tecnológicos perfectamente integrados en un ambiente post apocalíptico que une ruinas a una exuberante naturaleza desbordante de vida.
Una lectura para dejarse llevar por la fuerza de un relato cargado de fantasía y de las ilustraciones de un autor en un momento dulce de su arte. Es muy posible que en algún momento, por ciertas situaciones y acciones, la incredulidad del lector se dispare, pero son escollos que no terminan encallando en absoluto una historia que llega finalmente a buen puerto. Un integral muy disfrutable y una excelente forma de recuperar o acercarse por primera vez a la obra del escritor francés Stefan Wul.
Una lectura para dejarse llevar por la fuerza de un relato cargado de fantasía y de las ilustraciones de un autor en un momento dulce de su arte. Es muy posible que en algún momento, por ciertas situaciones y acciones, la incredulidad del lector se dispare, pero son escollos que no terminan encallando en absoluto una historia que llega finalmente a buen puerto. Un integral muy disfrutable y una excelente forma de recuperar o acercarse por primera vez a la obra del escritor francés Stefan Wul.
2 comentarios:
Hola :) Justo me lo envió Yermo por sorpresa (no lo había pedido, aunque me llamaba la atención) y será una de mis próximas lecturas comiqueras, eso lo tengo claro. Había leído la historia y me resulta muy interesante, con esos toques de fantasía que la hacen tan atractiva para mi, pese a esos momentos "incrédulos" que mencionas. El apartado gráfico me parece bestial, pero bueno, como casi todo lo que saca Yermo creo que rebosa calidad. Un abrazo^^
La verdad es que en esta obra Vatine está en un momento dulce, con unos dibujos espectaculares y un uso del color, de las luces y las sombras, que los realza. Luego, en la historia hay que entrar y aceptar lo que se cuenta; a algunos les resulta más difícil que a otros, pero eso ya es muy subjetivo de medir ;-)
¡Que lo disfrutes!
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