Carlos Giménez. (Adaptando el texto de H.G. Wells).
Reseña: Santiago Gª Soláns.
Reservoir Books. Col. Reservoir gráfica. Barcelona, 2017. Título original del texto adaptado: The Time Machine. 72 páginas. B/N.
Uno de los autores de la Literatura Universal, no sólo de la de «género», más adaptados a otros medios es, sin duda, H.G.Wells, y dentro de su producción La máquina del tiempo posiblemente sea el que ha conocido un mayor número de versiones, tanto en el cine y TV como en el cómic —aunque el puesto estaría muy reñido con La guerra de los mundos y El hombre invisible—. En esta ocasión un dibujante y guionista tan reconocido como es Carlos Giménez ofrece al público su particular homenaje a una novela que, como él mismo se encarga de remarcar en la introducción, es una de sus lecturas preferidas de todos los tiempos, algo que hace de este proyecto uno de sus sueños más largamente perseguidos. Así, la adaptación surge desde el mayor de los respetos por el original y eso es algo que se transmite a través de cada página y viñeta. Hay amor y fascinación en cada secuencia y, sobre todo, hay mucho respeto por la obra y por el mensaje que Wells plasmó en la misma. Texto y viñetas se integran a la perfección ofreciendo una revisión, o más bien revisitación, de un clásico entre los clásicos tan conocido como necesario.
Hace un tiempo ya reseñamos en Sagacomic la propia novela, imprescindible lectura para cualquier amante de la ciencia ficción y de los viajes en el tiempo que se precie. Quien así lo desee la puede encontrar y leer pinchando aquí. De la misma me permito extraer a continuación la breve sinopsis que entonces le dedicaba al libro y que concuerda a la perfección con lo adaptado al cómic, con un primer narrador, personalizado en viñetas en primer plano, que luego da paso a la voz del propio protagonista de la aventura:
El Viajero a través del tiempo, pues por ningún otro nombre es mencionado el protagonista, reúne en su casa a una serie de amigos y conocidos, descritos en su mayoría tan sólo por su profesión, para una cena. Allí, narrado desde la óptica privilegiada y en primera persona de uno de los comensales, les pone en antecedentes sobre sus teorías, maqueta incluida, sobre las posibilidades del viaje en el tiempo. Una semana más tarde, con el grupo con un par de cambios e incorporaciones convocado para otra cena, todos ellos asisten a la entrada en el salón de su casa del Viajero exhausto, hambriento y desaliñado. Después de lavarse y comer, el protagonista empieza a relatarles su aventura en el futuro, cambiando entonces la historia el punto de vista narrativo a la primera persona del propio Viajero, quien les desvelará que ha viajado al año 802.701 d.C. —802.700 en la adaptación— y les describirá sus experiencias en un futuro no tan utópico como en un inicio se le antojase.
El Viajero a través del tiempo, pues por ningún otro nombre es mencionado el protagonista, reúne en su casa a una serie de amigos y conocidos, descritos en su mayoría tan sólo por su profesión, para una cena. Allí, narrado desde la óptica privilegiada y en primera persona de uno de los comensales, les pone en antecedentes sobre sus teorías, maqueta incluida, sobre las posibilidades del viaje en el tiempo. Una semana más tarde, con el grupo con un par de cambios e incorporaciones convocado para otra cena, todos ellos asisten a la entrada en el salón de su casa del Viajero exhausto, hambriento y desaliñado. Después de lavarse y comer, el protagonista empieza a relatarles su aventura en el futuro, cambiando entonces la historia el punto de vista narrativo a la primera persona del propio Viajero, quien les desvelará que ha viajado al año 802.701 d.C. —802.700 en la adaptación— y les describirá sus experiencias en un futuro no tan utópico como en un inicio se le antojase.
Gíménez se ciñe de forma estricta al original, tomándose las necesarias libertades para adecuar el texto a la concreción del lenguaje de las viñetas, y haciendo del mensaje —«actualizándolo», se afirma en su promoción—, eso sí, algo mucho más directo, perdiendo quizá algo de la sutilidad, y ambigüedad, de la obra original. Es obvio que el cambio al lenguaje gráfico precisa de una síntesis o resumen, debido a la cual se podría perder algunas de las reflexiones que Wells introduce de forma más paulatina en su texto, así que el adaptador no se priva de dejar meridianamente claro el mensaje, eludiendo la metáfora y las disquisiciones filosóficas para ir directo al grano. El socialismo, la defensa del trabajador, la búsqueda de la verdad y la libertad, la crítica social y la lucha de clases, el rechazo de la moral burguesa... Después de su combativo Paracuellos y la denuncia de las condiciones laborales en Los profesionales —entre otras de sus obras más señaladas políticamente— no creo que nadie se pueda sorprenderse o llamarse a engaño. Además, no potencia nada que no se encuentre entre líneas en el original, aunque allí tenga más tiempo para desarrollarse.
Con el particular dibujo de Giménez, realista y caricaturesco a un tiempo, tan personal e identificativo del autor, la adaptación en riguroso blanco y negro acierta de lleno en la representación tanto de los personajes, ya sean el Viajero y sus amigos británicos, los hedonistas eloi —etéreos, delicados y despreocupados— o los bestiales morlocks —achaparrados, albinos, industriosos y violentos—, como en el escenario que presenta ese lejano futuro. Criaturas, paisajes y naturaleza, edificios y subterráneos que, teniendo sin duda cada lector su propia imagen entresacada de la novela, se muestran sugerentemente extraños y familiares a un tiempo, hijos de la evolución a lo largo de tan dilatado período temporal. El dibujante consigue transmitir con absoluta fidelidad, licencias imprescindibles aparte, un texto de culto por el que él mismo confiesa sentir pasión, algo que se transmite a la adaptación.
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