jueves, 11 de abril de 2019

Reseña: Hija de Legbara

Hija de Legbara.

Nalo Hopkinson.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Apache Libros. Col. Pluma Futura /008. Madrid, 2019. Título original: Brown Girl in the Ring. Traducción: Arrate Hidalgo Sánchez y Maielis González Fernández. 227 páginas.

Mucho años después de que fuera publicada en español Ladrona de medianoche llega una «nueva» obra de Hopkinson a nuestro país, aunque en realidad se trata del que fuera su primer libro, su novela de debut. Se ha hecho esperar. Se trata de una historia que se sirve de un escenario semi post apocalíptico en un futuro muy cercano, con una zona urbana abandonada por los poderes fácticos y librada a su suerte, para hablar de las personas que son dejadas atrás, de las desposeídas y de las desarraigadas, de aquellas a quienes no se ofrece una segunda oportunidad, de solidaridad, de los supervivientes entre la pobreza, de las supersticiones cuando la ignorancia gana terreno, de quienes se niegan a rendirse y de quienes intentan hacer el bien incluso en las peores circunstancias. De mujeres fuertes que no se dejan sojuzgar, de poderosos espíritus y de lo que el poder hace a quienes se dejan arrastrar por el mismo. De hombres que no están a la altura. De amor —carnal, familiar, maternal— y entrega, y de odio y pura maldad. De realismo mágico, de horror, humano y sobrenatural, de magia maligna y magia benigna. Y de una joven que no se va a dejar vencer por todas las calamidades que la vida le eche encima.

Ti-Jeanne es una joven madre soltera con un bebé de pecho que vive en casa de su abuela en el Toronto post Disturbios. Doce años antes los ricos, los poderosos, y cualquiera que pudiera permitírselo, abandonaron el núcleo central de la ciudad hacia sus poblaciones aledañas. Se levantaron fronteras y controles en los suburbios, dejando el centro cerrado y abandonado a su suerte. Con el tiempo, incluso el Gobierno y las fuerzas del orden, policiales y judiciales, han terminado por dar la espalda a las gentes que todavía viven allí, abandonando por inútil cualquier intento de recuperación de la zona. Ahora allí tan sólo impera la ley de la posse, una mafia bajo el férreo control de Rudy Sheldon que extiende sus tentáculos sobre cada rincón de la depauperada urbe. Cuando la Primera Ministra de Canadá, Catherine Uttley, se vea necesitada de un corazón humano para un trasplante, prácticamente imposible de encontrar dado la total implantación del Programa de Recolección de Órganos Porcinos que hace innecesarias —e inexistentes— las donaciones, su gabinete recurrirá a Rudy para conseguírselo, algo que pondrá en marcha oscuros eventos con Ti-Jeanne y el padre de su bebé en su centro. La suerte está echada y los espíritus y dioses ancestrales de su cultura afro-caribeña todavía están por dar mucha guerra, para bien y para mal.

La abuela de Ti-Jeanne, Gros-Jeanne, es una suerte de curandera, con un fuerte, estricto y duro carácter, y buenas relaciones con los espíritus. No se dedica al obeah, la magia negra, sino que todos sus conocimientos van en pos de ayudar a las personas que acuden a su consulta por diversas dolencias, enfermedades o pura desesperación, por mucho que gran parte de sus vecinos la consideren una auténtica bruja. El encargado de encontrar un corazón compatible para la Primera Ministra y de hacerse con él aún a costa de la vida del donante será precisamente Tony, el antiguo novio de Ti-Jeanne y padre de su bebé todavía sin nombre, un antiguo estudiante de medicina adicto a la bufa, detalle por el que fuera expulsado de su trabajo cayendo bajo la influencia de la posse y de Rudy, el hechicero que domina con extremada crueldad a espíritus para que le sirvan, y a quien ahora se debe. ¿Qué puede hacer sino solicitar la ayuda de Gros-Jeanne e intentar huir antes de tener que matar a nadie?

Si Tony es todo un manojo de dudas y nervios, Ti-Jeanne, quien posee una conexión de familia con los espíritus y además se ve asaltada por unas visiones que no puede rechazar, tiene  no obstante bien asentados sus pies en el suelo. Criada por su abuela, fruto de un hogar roto y del abandono de su madre desaparecida tiempo antes, y madre soltera ella misma, con una relación de atracción - repulsión con el progenitor de su Bebé, de sus reflexiones, sentimientos conflictivos y actuaciones surge una maternidad real, con sus altibajos y sus dudas, sus fallos y abandonos, pero donde el cariño lo impregna todo. La novela muy bien pudiera haberse quedado en ese rito de paso a la edad adulta de la protagonista, de la aceptación de sus raíces, ascendencia y papel en el mundo, pero Hopkinson da un paso, unos cuantos de hecho, más allá. La joven no ha tenido una vida ni una educación fáciles, no siempre es la más entregada de las madres, pero cuando la obligación llama no le puede dar la espalda. En sus manos queda la decisión de recorrer un camino, peligroso e incierto, hacia la redención de tres generaciones de mujeres que siempre, y a pesar de lo que pudiera parecer en ocasiones, han luchado por los suyos, aunque hayan tenido poca fortuna en la elección de sus parejas. La herencia pesa mucho y es difícil dar la espalda a los tuyos. Una herencia que se va a demostrar inseparablemente imbricada con la sociedad en que han decidido residir.

Y es que, como suele suceder, aquí los intereses de la política y del crimen organizado van una vez más de la mano. Y a pesar de eso, muchas personas se niegan a darse por vencidas. La desintegración de las estructuras sociales fuerzan a crear algo nuevo, o a volver a sistemas de antaño, más cercanos y amables, aunque también dados a abusos y fallos. Los habitantes que sobreviven en ese multicultural Toronto central han revertido a una vida quizá más dura, pero también más sencilla. Un retorno a viejas tradiciones, a la economía del trueque, a los pequeños huertos, al compañerismo, a una medicina cercana a la herbolaria de tinturas y ungüentos y remedios caseros —aunque apoyada en la medicina convencional que convierte en artículo de lujo antibióticos y otros remedios—… Algo que también ha traído de vuelta la superstición y el miedo a lo que no se entiende o huele a magia y espíritus. Es esta una cultura del esfuerzo, donde no hay nada gratis y para mejorar hay que trabajar duro. Los caminos fáciles existen, es cierto como se ve en la figura del propio Rudy, pero muchas veces se demuestran estériles y yertos, y a la postre más caros que recorrer la vía esforzada. Pero es que además los viejos espíritus y dioses afro-caribeños nos son tan de fiar como pueda parecer. Son un tanto elusivos y erráticos, crípticos y difíciles de interpretar, con un humor extraño y duros de complacer. Quizá ayuden o quizá no, tal vez permanezcan al lado o tal vez sólo estén de parte de uno mientras los planes coincidan con los suyos.

Con un inicio rápido, un cuerpo central más pausado y un tramo final casi frenético, la prosa cobra singular importancia en el mantenimiento del interés del lector. En una narración con estas características, llena de canciones tradicionales, infantiles y populares, de dichos, de ritos, de ceremonias religiosas, mitología y folclore, de mestizaje cultural, y donde el habla y el sabor caribeño son tan importantes, cabe destacar con agrado la parcela de la traducción que transmite la esencia de los diálogos sin caer en parodias o ridiculizaciones. No se antoja que fuera una tarea sencilla. De inicio puede resultar dificultoso lograr la inmersión en la prosa, y quizá haya algunas soluciones que pueden llamar la atención, pero una vez dentro de la historia el lector descubre que dan el tono justo al relato manteniendo la esencia de los personajes, sin hacerse notar en la parte descriptiva de la prosa. Buen trabajo del tándem Hidalgo / González.

Veinte años después de su publicación original Hija de Legbara, con sus pequeños defectos achacables a una novela de debut, todavía mantiene intactas sus dosis de frescura y de visión social especulativa. Desde la lucha feminista a la de los pueblos oprimidos. Después de observar el declive económico y social de ciudades como Detroit u otras en el pasado reciente, no resulta tan difícil de visualizar la desintegración de este Toronto del futuro cercano, de casi hoy, y su particular descenso a una sociedad más rudimentaria. Con todo su contenido sobrenatural y su reflejo de una emocionante aventura de una joven en pleno crecimiento y adaptación a lo que la vida le depara, el conflicto presentado se siente demasiado cercano: la corrupción política, los desequilibrios económicos y sociales, la lucha de géneros, la violencia machista o la desigualdad racial tiñen sus páginas con terrible actualidad. Es una narración dura y descarnada por momentos, pero también con sus dosis de optimismo en medio de la tragedia. Un descarnado realismo ejercido mediante la fantasía, vigente hoy, con sus carencias, como el día en que fue publicada en origen.

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