miércoles, 3 de febrero de 2021

Reseña: Las cenizas de babilonia

Las cenizas de Babilonia.
The Expanse 6.

James S.A. Corey.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Nova. Barcelona, 2020. Título original: Babylon's Ashes. Traducción: David Tejera Expósito. Ilustración de cubierta: Daniel Dociu. 592 páginas.

Tras los demoledores acontecimientos de la anterior entrega, Los juegos de Némesis, ahora ha llegado el momento de lidiar con las dramáticas consecuencias. Y si no se ha leído lo precedente más vale que se deje aquí la reseña y se vaya a ello, pues, si bien no del presente, las siguientes líneas y párrafos podrían contener más de un destripe de aquellas. La space opera de The Expanse adquiere en esta sexta novela un cariz más global si cabe, aunque siquiera sea por la apertura de puntos de vista narrativos elegidos por los autores para reflejar la muy convulsa situación del Sistema Solar. Con la tripulación de la Rocinante reunida de nuevo, incluida alguna incorporación recogida por el camino, los autores siguen combinando política y combates espaciales para que la serie no decaiga, entremezclando emocionantes enfrentamientos con reflexivos dilemas morales. Es difícil no volverse repetitivo cuando se reseña el sexto libro de una saga, así que el resumen quizá debiera ser que Las cenizas de Babilonia mantiene el nivel y el interés. Para una opinión un poco más desarrollada quien no se vaya directamente al libro puede seguir leyendo.

La Armada Libre, bajo el megalomaníaco liderazgo de Marco Inaros, dominan el espacio del Sistema Solar y de la Zona Lenta, controlando estaciones como Ceres y Medina, desde la que impiden que las naves coloniales abandonen el sistema, requisando todo lo que llevan a bordo en algo que se antoja muy parecido a la pura piratería, y evitando que las nuevas colonias reciban asistencia. La Rocinante se verá de nuevo en medio de las tensiones, como elemento independiente, cuando la frágil alianza entre la Tierra, Marte y los restos de la APE de Fred Johnson, en la difícil tesitura de no desperdigar sus fuerzas para proteger lo que todavía les queda, soliciten su colaboración. Y mientras tanto, casi desapercibidas entre el ruido de la guerra, las naves siguen desapareciendo de forma misteriosa y sin dejar rastro alguno.

La novela rompe con la estructura que los autores habían mantenido en las anteriores y abren el abanico de puntos de vista narrativos a un mayor elenco de personajes, de uno y otro bando. Nuevos y viejos conocidos se van repartiendo los capítulos, algunos de forma casi testimonial, con una sola aparición, otros con mucha mayor presencia. Los autores dan así voz a los secundarios al tiempo que ofrecen un vistazo a lo que sucede allá donde los protagonistas no se encuentran, examinando un conflicto de semejante escala desde todos los ángulos posibles.
Michio Pa, capitana de una de las naves de la Armada Libre y al mando de una pequeña flotilla, idealista por encima de lealtades, dispuesta a hacer lo que considera correcto le cueste lo que le cueste. Filip Inaros, el hijo de Naomi y Marcos, herido en su orgullo, lleno de odio, rabioso y deseoso de dejar su huella en la revolución liderada por su padre. James Holden, el capitán de la Rocinante, atemperadas sus acciones por las bofetadas recibidas en el cumplimiento de sus decisiones anteriores, más reflexivo y con un pragmatismo político que no había desarrollado hasta el momento, más consciente que nunca de que sus elecciones tienen consecuencias sobre cada una de las personas que ama y a las que ha llegado a considerar su familia. Clarissa Mao, buscando su lugar entre la tripulación de la Roci, lidiando con la culpa y las nuevas oportunidades. Anderson Dawes, a cargo ahora de la estación Ceres, jugando con el difícil equilibrio entre los intereses de los cinturianos y los suyos propios. Chrisjen Avasarala, en su nuevo papel de líder visible de la Tierra, tan malhablada y exasperante como en ella es habitual, pero con un cansancio vital que la hace todavía más humana, y unos diálogos que siguen siendo de lo mejor de la saga. Praxidides Meng, realizando sus experimentos moleculares sobre el crecimiento de ciertas plantas y animales, en Ganímedes, y buscando siempre una salida que le permita ayudar a los demás. Alex Kamal, desde su asiento de piloto, Naomi Nagata, lidiando con todas las culpas que su pasado le ha echado encima, y Amos Burton, en su papel de eficiente mecánico y mejor hombre de armas. Fred Johnson, recuperando el papel perdido —o intentándolo— como líder de una de las facciones principales de los Planetas Exteriores, ahora desplazado por la Armada Libre. Bobbie, adaptándose a la nueva situación una vez más, deseando entrar en liza y no verse relegada a cargos burocráticos. Marco Inaros, saltando de plan en plan como si siempre los hubiera tenido en mente, aunque más se antoje que lo suyo es una auténtica huida hacia adelante con la que mantiene engañados a todos los suyos.. Salis, Jakulski, Vandecaust y Roberts, cinturianos en la Zona Lenta a cargo de tareas de ingeniería y mantenimiento sobre todo en la Estación Medina, la que antaño fuera gran nave colonial mormona, ofreciendo una visión de cómo afecta el conflicto a los personajes secundarios que normalmente quedan fuera del foco. con un capítulo para cada uno de ellos, aunque luego participen también en los de los demás…

Ilustración de Daniel Dociu
La inmensa escala del conflicto requiere de una visión lo más amplia posible y es lo que los autores ofrecen en esta novela, desde los políticos terrestres en la Luna a los trabajadores de Medina pasando por las dotaciones de diversas naves implicadas en los enfrentamientos. Una visión global que si bien consigue que el escenario y el seguimiento de los sucesos sea mucho más amplio, hace que la acción en sí, aún con un ritmo variable que va acelerándose conforme avanza la novela, se vea un tanto apresurada y con un cierto distanciamiento, saltando de un punto de interés a otro con poco tiempo para detenerse en cada uno de ellos. Es mucho lo que está sucediendo y, si bien el foco se amplía, algo se pierde a nivel personal de los personajes. No obstante, y sobre todo en una primera mitad que va dar paso a una segunda de pura acción, también cabe el desarrollo de los personajes principales, los momentos de intimidad e introspección que construyen y modelan sus caracteres, haciendo que el lector se interese realmente por ellos.

Las tensiones, no podía ser de otro modo, son máximas y continuas, incluso entre los supuestos aliados de uno y otro bando. Las facciones se multiplican, mientras las líneas narrativas se entrecruzan reclamando cada una su atención. La Rocinante y su tripulación siguen en el meollo del conflicto, viéndose una y otra vez en el centro de los acontecimientos, pero otros actores principales han llegado para disputarse la atención de los focos. Cada uno de ellos sirve a la historia de forma diferente, siendo ejemplo de lealtad y nobleza, de traición, ambición desmedida, orgullo herido, esperanza, culpas mal gestionadas, amor entregado, odio desatado, hipocresía, desconfianza suprema, renuncia por un bien mayor, desencanto… Y todos conforman la inmensa imagen de un tapiz, ya de por sí deshilachado, que podría muy bien terminar arrasado en su totalidad.

El terrible destino de la Tierra afecta a todo el Sistema, por  mucho que alguno de los actores inmersos en este drama no se quiera dar por enterado. Hay gran cantidad de materiales, quizá los alimenticios los más importantes, pero también industriales y tecnológicos, que ya no pueden ser producidos y cuya pérdida resulta insustituible, imposible de reemplazar por los cultivados o fabricados en las estaciones de los Planetas Exteriores. Hay un gran número de refugiados que evacuar del golpeado planeta y recolocar en un nuevo hábitat con las debidas garantías de supervivencia —la Luna, destino más cercano, tiene una capacidad limitada—. Hay un gran número de naves coloniales intentando cruzar hacia los nuevos mundos libradas a su suerte y hay colonias que se debaten en el filo de las supervivencia clamando por una ayuda que algunos se empeñan en entorpecer. Con casi todos los recursos disponibles de uno y otro lado enfocados en el esfuerzo bélico, hay luchas por el poder que imposibilitan cualquier esfuerzo de poner en marcha nuevos sistemas que permitan ofrecer sustento a las diferentes facciones en conflicto. Unas facciones que esgrimen razones perfectamente lógicas y coherentes para defender su postura y actos, por mucho que los mismos agraven la situación y empeoren un problema ya de por sí con difícil solución.
Ilustración de Daniel Dociu
La diáspora a lo ancho del Sistema Solar ha dividido a la Humanidad en familias antagónicas, casi irreconciliables, pero igual ha llegado el momento de hacer de tripas corazón y aceptar que muy posiblemente las únicas opciones de supervivencia sean las de unirse y actuar todos a una. Algo, por supuesto, que se ha demostrado casi imposible una y otra vez a lo largo de la Historia del planeta; y más difícil ahora aún si cabe, dada la situación geopolítica y el inestable equilibrio de fuerzas. Los fragmentos de lo que hasta ahora había sido el Sistema Solar son imposibles de recomponer. Así que ha llegado el momento de intentar construir algo nuevo. Por supuesto, las ideas de cómo debe ser ese nuevo mundo siguen entrando en colisión, irreconciliables, y nadie está muy dispuesto a dar su brazo a torcer. La amplitud de puntos de vista narrativos van a ofrecer una visión muy amplia de todas esas tendencias contrarias entre sí, ofreciendo combates espaciales, intriga política, enfrentamientos en las estaciones, luchas intestinas y sacrificios inesperados.

Poco más que añadir. La prosa, y su traducción, sigue siendo igual de fluida y legible, los diálogos mantienen su gran nivel, las descripciones de combates y ambientes espaciales conservan toda su fuerza, tensión y atractivo, el drama continúa golpeando cuando menos se lo espera el lector, y la acción ofrece la misma espectacularidad de ocasiones anteriores. Con un final prácticamente cerrado que pone fin a varias líneas abiertas y donde diversos eventos que venían arrastrándose de libros anteriores obtienen una grata conclusión, si no fuera por un par de cuestiones candentes que quedan en el aire, Las cenizas de Babilonia podría funcionar perfectamente como cierre de la serie. Por suerte, no lo es. Deseando que llegue la siguiente entrega.