Bruja Akata 2.
Nnedi Okorafor.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Nocturna ediciones. Col. Literatura mágica # 101. Madrid, 2021. Título original: Akata Warrior. Traducción: Carla Bataller Estruch. Ilustración de cubierta: Greg Ruth. 427 páginas.
Ha pasado un año y medio desde los sucesos narrados en Bruja Akata —y, por si alguien se lo pregunta, sí, es muy recomendable haberse leído la primera entrega antes de internarse en esta segunda—, y la protagonista, ahora una muchacha de trece años, debe hacer auténticos malabarismos para compaginar su vida en el mundo ordinario con la del mágico. Si la anterior era una historia de autodescubrimiento y superación esta es una aventura de aprendizaje continuo, crecimiento personal y entrega desinteresada. Una historia llena de fantasía, maravillas y riesgos, pero también de denuncia. Okorafor ofrece un vistazo a un peligroso mundo espiritual al tiempo que retrata las miserias —y virtudes también, por supuesto— de Nigeria, mediante una lectura que trasciende etiquetas y de la que cualquier lector podrá entresacar interesantes reflexiones mientras disfruta de una emocionante aventura.
Tras descubrir que es una persona leopardo, perteneciente a sociedad secreta de gentes con poderes extraordinarios, y estar punto de no sobrevivir a la experiencia de su enfrentamiento con la mascarada llamada Ekwensu, la joven de trece años Sunny Nwazue alterna ahora la vida «normal» entre los borregos —la gente sin poderes espirituales—, yendo a la escuela, jugando al fútbol que tanto ama y atendiendo sus obligaciones familiares, con el aprendizaje y entrenamiento de sus habilidades mágicas en Golpe Leopardo a cargo de su mentora Lecheazúcar. Pero una experiencia traumática y desoladora, unida a las pesadillas que sigue sufriendo y en las que ve una ciudad ardiendo envuelta en humo, van a forzarla a emprender un viaje, acompañada por sus amigos Orlu, Chichi y Sasha, del que vuelve a depender buena parte del futuro.
Presa de esas inquietantes pesadillas, receptora de ominosas previsiones y testigo involuntaria de ciertos desastres medioambientales a quien poca gente parece dar importancia en medio de los intentos de modernización del país, Sunny debe enfrentar un nuevo reto que podría costarle todo lo que tiene. Para salir triunfante del empeño deberá desentrañar antes los secretos de la escritura nsibidi, la lengua mágica de los espíritus, si es que quiere enfrentar la batalla que se intuye por llegar con unas mínimas garantías. Pero es una tarea que enfrenta sus propios peligros, y Sunny puede perderse a sí misma en el intento. Algo que no va a desanimar a la joven.
A lo largo del relato la protagonista crece haciendo frente a sus temores, superando sus miedos y vulnerabilidades, confiando en sus amigos, sacando lo mejor de cada uno. El grupo es un crisol de culturas, de cuya unión surge algo mucho más fuerte que sus partes. Sunny vive a caballo de sus raíces nigerianas y su origen estadounidense, algo que se traduce en el desconocimiento de las pequeñas claves culturales de la sociedad en la que se ve envuelta. Pero para eso tiene a sus amigos, para apoyarla y mostrarle lo que desconoce. Y aunque las tensiones se mascan en el grupo, pues no dejan de ser adolescentes con sus opiniones, personalidad y gustos propios, los lazos de la amistad y la lealtad son mucho más poderosos, y juntos enfrentarán todos los retos, apoyándose y jugándose la vida propia por la de los demás.
Con el telón de fondo de la fantástica sociedad leopardo, con sus rígidas reglas y todas sus maravillas, con la presencia de espíritus, criaturas sobrenaturales —arañas gigantes, ratas cortapasto voladoras…— y terroríficas mascaradas, la autora dibuja una imagen de una África que lucha por modernizarse todavía embebida por sus tradiciones y cultura ancestrales. Que aúna a las prácticas espirituales y a los ritos de toda la vida las tecnología actuales, como los imprescindibles móviles. Un mundo lleno de posibilidades, tan mágico como duro. Una sociedad generosa y luchadora, pero llena de problemas, de machismo y de corrupción a muchos niveles, depauperada, con bolsas de riqueza y urbanizaciones de lujo rodeadas por miseria y pobreza, con carreteras desastrosas, asaltantes de caminos, y una violencia institucionalizada ejemplificada en la hermandad en la que «invitan» a entrar formar parte al hermano mayor de Sunny, Chukwu, cuando acude a su primer año en la Universidad.
Ilustración de Greg Ruth |
Ilustración de Greg Ruth |
Aunque, como ya sucediera en la anterior entrega, la trama de la novela se cierra totalmente y el libro se puede considerar autoconclusivo, un críptico encargo dejado caer casi de pasada cerca del final y las menciones a los dibujos del hermano mediano de Sunny, Ugonna, que quedan un tanto en el aire, hacen intuir y desear que quizá haya una tercera aventura para la protagonista y sus amigos en el futuro. Ojalá.
Remarcar para la ocasión, como siempre, el magnífico trabajo editorial de Nocturna y la estupenda traducción de Carla Bataller, que —es de suponer con un profundo trabajo de documentación— consigue transmitir toda la fuerza de la prosa de Okorafor con todos esos preciosos detalles y referencias a la cultura, folclore, botánica o ecosistema que rodean a la protagonista.
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