Una novela de la antigua China que nunca existió.
Barry Hughart.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Bibliópolis. Col. Bibliópolis Fantástica # 52. Madrid, 2007. Título original: Bridge of Birds. A Novel o fan Ancient China That Never Was. Traducción: Carlos Gardini. 244 páginas.
Empiezo a leer y surge en mí de nuevo el resquemor de que los premios literarios y yo estamos peleados. Puente de pájaros recibió el Premio Mundial de Fantasía (ex aequo con Bosque Mitago) y el Premio Mythopoeic, lo cual debería ser una garantía, pero lo cierto es que me cuesta entrar en la narración. No es que carezca de interés, en absoluto, lo cierto es que lo que está narrando es, cuando menos, curioso e intrigante, pero la forma de narrarlo no me atrapa, no me conquista. No hay empatía con los personajes y el intento de narración orientalizante no me termina de convencer, no me cuaja. Sin embargo, a no mucho tardar, conforme pasan los capítulos me descubro inmerso en la trama, con una sonrisa en la boca gracias al no tan sutil humor (a veces bastante negro, siempre muy irónico) del autor, atrapado por unos personajes que finalmente se revelan muy humanos e intentando desentrañar los misterios de una búsqueda épica acompañando a los protagonistas a través de los fascinantes paisajes de una China que, en efecto, nunca existió.
El libro pasa en un suspiro, ayudado eso sí, también por su brevedad (no llega a las 250 páginas), cuestión que por otra parte se agradece, pues cuando una historia da para esa longitud, alargarla con añadidos innecesarios tan sólo sirve para devaluarla, desvirtuarla y hacerla tediosa. Hughart supo evitar tal tentación y factura su historia en el tamaño justo, no sobran ni faltan páginas, lo que, como ya he dicho, siempre es de agradecer. Lo que también es cierto es que en 1984, año de escritura de la novela, el mercado editorial era bien diferente del actual y escrita hoy en día esta novela bien podría haberse convertido en uno más de lo mamotretos que fácilmente podemos encontrar en cualquier librería con lo que los lectores habríamos perdido una magnífica historia: concreta, llena de poesía, con las pinceladas justas de magia, con un humor que a nadie ha de dejar indiferente, con acción, amor y entregas desinteresadas.
Esta es la historia de la búsqueda que emprenden Buey Número Diez, un campesino de corazón puro, y Li Kao, un sabio que tiene un ligero defecto en su carácter. En la aldea de Buey Número Diez, Ku-fu, todos los niños de una determinada edad han caído en una especie de coma del que no pueden despertar y que les arrastra lentamente a una muerte inevitable si los dos protagonistas no consiguen hallar el antídoto para el veneno que les ha causado su estado. A través de esa China fantástica, curiosa, un poco anacrónica y poblada de personajes fascinantes, los dos recorrerán un largo camino valiéndose de sus propios medios, siempre apoyándose de su buen corazón, pero muchas veces rozando lo ilegal y poniendo su propia vida en peligro; un camino que les llevará finalmente a sumergirse de lleno en la resolución de un misterio mitológico que traerá reminiscencias de la creación de la misma China.
Los protagonistas se valen en todo momento de la picaresca para conseguir avanzar en su búsqueda, cruzándose con otros personajes a cada cuál más curioso y que les irán ayudando, de buen grado o engañados vilmente, en la consecución de sus fines. Desde los comerciantes avariciosos y tramposos que irán reapareciendo en los momentos más inesperados de sus vidas hasta el infame duque de Ch’in, quien tratará de impedirles encontrar el objeto de su búsqueda, serán muchos los que aportarán su granito de arena a la resolución de la casi imposible tarea. Pero el destino parece que juega a su favor por muy mal que se les pongan las cosas, los acontecimientos no suceden porque sí, las casualidades, se nos dice, no existen. Habrá muchos obstáculos en su camino, pero de una forma u otra, internándose cada vez más en terreno mitológico y, por tanto, bastante inescrutable y resbaladizo, irán superando las pruebas en una misión que se antoja imposible, sin desfallecer, pero viendo cada vez más lejos la conclusión de su tarea.
Hacia mediado el libro éste ya no se puede soltar. La resolución de ambos misterios, el ya sabido del despertar de los niños de la aldea y el mayor que se intuye escondido en la búsqueda de la raíz del Ginseng, atrapa la atención en cuanto uno se hace con la especial forma de narrar la trama. El humor se une a la tragedia, la picaresca da paso a la épica individual en muchas ocasiones, las ambiciones prohibidas esculpen la historia, el amor, casi siempre soterrado pero en ocasiones en primer plano, impregna las páginas… porque al final es de esto de lo que se trata, de la mayor historia de amor de China y de la ambición que la truncó. Y la poesía aparece en los momentos más insospechados, sobre todo hacia el final, en la historia de ese Puente de pájaros que a nadie puede dejar indiferente.
Si he de ser sincero, a mí Bosque Mitago, que compartiera el Premio Mundial de Fantasía con esta novela, quizá me gustó un poco más, pero sin duda Puente de pájaros fue, y es, una muy digna compañera en tal galardón.
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