Robert Reed.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
A pesar de haber leído un par de reseñas sobre la novela que ofrecían unas opiniones sobre la misma que podríamos calificar desde tibias hasta francamente negativas, decidí darle una oportunidad a Médula, bien porque sea que ya la tenía o porque el tema esbozado en la sinopsis parecía interesante. Una vez terminada la novela debo decir que mis sensaciones sobre ella son bastante ambivalentes: no me siento estafado en absoluto por lo que ofrece, pero tampoco es que me haya gustado especialmente.
Existe una regla de todo buen escritor que viene a decir que en cada novela hay que ofrecer siempre al menos a un personaje (y si son varios mejor) con el que el lector pueda llegar a identificarse (tanto da que sea por sus aspectos positivos o negativos) para mantener su atención a lo largo de la trama, para implicarle de alguna manera en la narración. En Médula no existe tal personaje. Los “humanos” protagonistas de la novela son no sólo inmortales en el sentido de eternamente longevos, sino que son inmortales también en el sentido de que son prácticamente imposibles de matar. Pueden recomponer perfectamente sus cuerpos después del más brutal accidente o intento de asesinato a partir de la caja “cerámica” de su cráneo que protege sus cerebros manipulados, sin demasiado esfuerzo ni trauma, ni secuelas aparentes, incluso después de siglos de estar separados de su cuerpo y, por tanto, de cualquier soporte vital que sustente y alimente sus funciones cerebrales.
A mí, personalmente, me ha resultado totalmente imposible sentir ningún tipo de empatía por ninguna de los o las protagonistas que pululan por la novela. Lo cierto es que no termina de importarme lo que les suceda, si consiguen o no sus objetivos, o cuál de ellos se llevará el gato al agua y triunfará sobre los demás. No existe una implicación emocional con lo narrado, y ese distanciamiento del lector se traduce en una falta de interés que lastra la lectura.
Por otra parte, esto tampoco tendría que ser en sí mismo un problema. Novelas ha habido, muchas, en que los protagonistas eran difíciles de asumir por el lector, ya sea en sus sentimientos o comportamientos, en su fisiología o en sus ideales, y que, sin embargo, le embarcaban en una acción tal que todo lo demás poco importaba. Médula tenía una buena base para haber sido una de ellas, pero creo que se ha quedado por el camino.
El punto de partida con una inmensa nave esférica que cruza la galaxia sin que nadie sepa de dónde proviene, que es colonizada por humanos inmortales que se hacen con su control luchando contra otras razas galácticas y la reconvierten en una especie de “crucero” interplanetario para los distintos alienígenas que decidan visitarla, es francamente atractivo. Pero la exploración de la nave, el giro narrativo hacia ese corazón planetario que es Médula, con la difícil supervivencia en su superficie, y todos los manejos político-militares que se producen después no atrapan tampoco del todo la atención del lector. Perdida la inicial fascinación por ese mundo-nave, cuya exploración se nos hurta hábilmente tras la excusa de la inmortalidad de tripulación y pasajeros y el socorrido “tropocientos mil años después…”, la novela, sin perder del todo su interés, sí se encuentra carente de un pulso narrativo que nos meta de cabeza en lo narrado. Como ya he dicho no existe una implicación en los sucesos; ocurren cosas y ya está, y van pasando páginas con algún ocasional repunte, un pico que da esperanzas de que la cosa eleve su tono, para luego volver al valle un tanto plano en el que generalmente se mueve.
Médula es una novela para pasar el rato, con unas cuantas teorías científicas (incluso metafísicas) que podrían resultar llegar a parecer interesantes si el ropaje hubiera sido otro; con un mundo (nave en este caso, aunque sea mayor que muchos planetas), en principio fascinante, desaprovechado para una narración que se pierde en disquisiones sobre el poder, su búsqueda y su pérdida, con algunas batallitas curiosotas y unos personajes que a pesar de su nominal “humanidad” no podrían resultar más alienígenas.
Eso sí, la teoría final que plantean unas de las protagonistas a unas IA que podríamos calificar de “filosóficas” para que reflexionen acerca de lo qué es auténticamente la nave, a mí al menos me hizo recoger la mandíbula del suelo, por increíble y peregrina. Un magnífico broche final a lo que de otra manera hubiera sido una entretenidilla pero perfectamente olvidable novela de aventuras espaciales (no me atrevo a calificarla de Space Opera); de esta manera hasta se puede decir que es humorística. [¿Se me ha notado demasiado la ironía?]
2 comentarios:
Muy buena página, un gusto haberlos encontrado.
Muchas gracias; me alegra que te haya gustado y esperamos seguir creciendo.
Un saludo
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