J.K. Rowling.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Salamandra. 2006 (38ª edición). Título original: Harry Potter and the Chamber of Secrets Traducción: Adolfo Muñoz García y Nieves Martín Azofra. 286 páginas.
Harry Potter, después de pasar un horrible verano con sus tíos y ser rescatado de su infortunio por Ron y sus hermanos, se dispone a asistir a su segundo curso en Hogwarts a pesar de las advertencias en contra que ha recibido. Durante el curso se producirán importantes hechos que llenarán de temor a los estudiantes, pondrán a Harry en el disparadero de los rumores y las sospechas de sus compañeros, y le forzarán a embarcarse junto a sus amigos en un intento de desbaratar los malévolos planes de quienes (o de quien) desean perjudicar a la escuela de magia.
Como ya sucediera en la primera entrega poco hay de original en lo que nos ofrece este Harry Potter y la cámara secreta, pero es en la forma en que se cuenta, el cómo se cuenta lo que importa. ¿Un coche volador, un árbol consciente, arañas gigantes, un libro que se escribe a sí mismo, personas que se transforman en otras, serpientes parlanchinas…? No, me parece que poco hay de original; pero los elementos están espléndidamente presentados para que su público natural, los niños y adolescentes, mucho menos “resabiados” (o leídos) que sus mayores, disfruten a rabiar con las aventuras del trío protagonista. La coctelera vuelve a funcionar y, aunque el resultado no está a la altura de su predecesor, quizá porque ya no llama tanto a la sorpresa, lo cierto es que se lee con mucho agrado.
Rowling va poco a poco dando mayor consistencia al mundo en que se mueve Harry, dotándolo de nuevos y reveladores detalles, de nuevos recodos, de nuevos personajes que van dando más entidad al conjunto, al tiempo que va caracterizando con una mayor profundidad (no demasiada eso es cierto, pero algo más al menos) a los que ya conocíamos.
Se intuyen, además, ciertos temas o ideas que podríamos considerar más de adultos y que nunca sobran en un libro juvenil. Sigue adelante, como en el primer libro, con su particular exaltación de la amistad, del compañerismo, del trabajo en equipo como la mejor forma para solventar los problemas; pero además, se puede entresacar en la narración una lectura muy interesante contra el racismo en esa división que se intenta fomentar por parte de los “malos” dentro de la escuela entre los alumnos “puros” (aquellos cuyos padres son ambos magos, al igual que el resto de su antepasados) y los de “sangre sucia” (los que tienen algún muggle entre sus progenitores y ancestros). División a la que Harry, por supuesto, se opondrá (al fin y al cabo, su mejor amiga Hermione es una sangre sucia), aunque él mismo se verá envuelto en problemas por ese tema. Siempre es bueno que los jóvenes vayan de alguna forma reflexionando sobre unas problemáticas que afectan de manera importante a la sociedad que les rodea y que por tanto de alguna manera les afecta a ellos mismos.
Por ello la lectura, aunque muy lejos de dar lecciones morales, sí que sirve para ir concienciando a los jóvenes en aspectos concretos más allá de la lucha algo genérica contra el mal, personificada en Lord Voldemort, en la que está embarcado Harry, presentándoles ejemplos más específicos de donde extraer la lección de que no es inteligente el odiar o descalificar al que es diferente tan sólo por el hecho de serlo. La cooperación siempre es mejor que la confrontación, y Harry y sus amigos son el mejor ejemplo para que los Voldemort y Malfoy del mundo no triunfen sobre los corazones limpios.
Es sólo literatura infantil/juvenil, sin duda, pero con contenido y mensaje, y sin tomar por estúpidos a sus lectores. Y hasta los adultos pueden aprender algo del libro. No está mal en el mundo en que vivimos.
Reseñas del resto de la serie:
Harry Potter y la piedra filosofal.
Harry Potter y el prisionero de Azkaban.
Harry Potter y el cáliz de fuego.
Harry Potter y la Orden del Fénix.
Harry Potter y el misterio del príncipe.
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