Richard Paul Russo.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Una cápsula de salvamento de una nave espacial se estrella sobre la superficie de un inhóspito planeta. A bordo van Cale, un niño pequeño descendiente de una rica familia, y su niñera-guardaespaldas. Tras sobrevivir al brutal aterrizaje, ella es salvajemente violada, apaleada y dada por muerta, y a él lo arrastran a una existencia de esclavitud sin ninguna esperanza. Tras lograr huir deberá emprender un largo camino para conseguir recuperar aquello que le corresponde por herencia.
El Códice Rosetta está dividido en tres “libros”, cada uno diferenciado claramente por el contexto en el que se mueve Cale, el protagonista principal, atravesando el continente prisión sin civilizar del Mundo de Conrad; cruzando luego al otro lado de
Precisamente una de las virtudes de El Códice Rosetta es la concreción con la que Russo parece buscar su final. Tiene una historia de contar y no se separa de ella. No hay tramas paralelas, narraciones secundarias o hilos que se separen de la hebra principal; todo está supeditado al viaje iniciático que llevará al protagonista a encontrar un objeto de gran valor, aunque él mismo desconozca ese detalle, y a la misión en la que se verá envuelto a consecuencia de ello. Es una historia breve, a pesar de las 300 y poco páginas, con el tamaño de letra usado la verdad es que se hace corta. Hay veces que, al contrario de lo que sucede en muchas de las novedades de la actual ciencia ficción, casi se hubiera agradecido que el autor profundizase algo más en ciertos parajes, en ciertas descripciones, en ciertos sentimientos o en ciertas motivaciones. Hay algunos momentos en que la narración queda algo coja al querer el autor avanzar demasiado rápido hacia la consecución de sus objetivos, hacia el punto donde quiere llevar la historia. El contrario de la queja más habitual en muchas reseñas, la del exceso de páginas de muchos “tochos” de los últimos años, aquí casi se habría agradecido un pequeño (tampoco hay que abusar) alargamiento.
De todas maneras, tal y como está, es una lectura interesante, pero algo intrascendente, con lo cual la longitud es la suficiente para que no “moleste”. La mayoría de las “sorpresas” se las ve venir desde la distancia. La caracterización de los protagonistas, más allá del propio Cale, es casi nula, siendo lo mejor de la novela la ambientación en la que se mueven los diversos personajes, con el marcado contraste entre el inhóspito y duro mundo del principio de la novela, lugar donde son desterrados los criminales para que vivan en un estado de semi salvajismo y que casi nos trae a la memoria las tierras fronterizas de la colonización del Oeste norteamericano, y el hipertecnológico mundo natal de Cale, sede de las grandes corporaciones comerciales galácticas a una de las cuales pertenece su familia; pasando por la a veces idílica y muchas veces cruel ciudad de Karadum, en el propio Mundo de Conrad aunque en el lado “bueno” de la civilización y donde nuestro protagonista, luchando por sobrevivir, encontrará tanto el amor como el destino, un destino que no está escrito pero que se empeña en jugar con las vidas de las gentes sin tener en cuenta sus sueños y que muchas veces fuerza la mano para llevarlos donde nunca pensaron ir; así le ocurre a Cale, cuando todo se conjura para forzarle a ir tras lo que esconde el Códice Rosetta, obligándole a enfrentarse contra aquellos que se le oponen porque también ansían dominar un secreto ciertamente llamado a cambiar la galaxia.
Pues eso: un libro entretenido, pero de los que dejan poco poso.
Y después de la reseña en sí, aquí me apetecía mucho diseccionar la sinopsis de contraportada que parece escrita por alguien que ha oído rumores sobre de lo que trata el libro y da palos de ciego al agua acertando por casualidad a algunas cosas; pero la verdad es que no merece siquiera el esfuerzo. Si se quiere conseguir una sonrisa mi recomendación es que se lea la sinopsis después de haber leído el libro, si es que se va a leer el libro, claro.
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