Evenmere: La gran mansión. James Stoddard.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Bibliópolis. Col. Bibliópolis Fantástica # 53. Madrid, 2007. Título original: The High House. Traducción: Manuel de los Reyes. 255 páginas.
La Gran Mansión es tan inmensa que contiene reinos en su interior. Y esto, que dicho así podría llegar hasta a sonar un tanto ridículo, da lugar sin embargo a una novela fantástica, llena de emoción y poesía y aventura y muchas sorpresas e impregnada desde la primera página con la esencia de un tipo de literatura evocadora y algo transgresora que se hizo popular en la primera mitad del siglo pasado. Adentrarse en los corredores y pasillos de Evenmere es dejar atrás el territorio conocido de nuestra propia existencia y recuperar las sensaciones de nuestra infancia y adolescencia, cuando todo era posible y detrás de cada esquina podía esconderse un reino fantástico presto a mostrarnos sus maravillas.
Con Evenmere he recuperado el sabor de unos libros que creía perdidos, de una época en que devoraba a los “clásicos” y me sentía auténticamente transportado a otros mundos. Quizá para las nuevas generaciones o para los que no hayan disfrutado de los obras de Clark Ashton Smith, de William Hope Hodgson, de C.S. Lewis, de Burroughs, de Dunsany, de Howard (más allá de su afamado Conan), de Lovecraft y toda su camarilla… este libro no les toque la fibra sensible tanto como me la ha tocado a mí, pero no dudo que también disfrutarán de la lectura del mismo por sus propios valores más allá de las referencias que en él se pueden ir rastreando y capturando.
Sin duda esta novela es un gran homenaje a toda una forma de escribir y de entender la Literatura Fantástica, cuando el mundo y la vida eran aparentemente más sencillos y la capacidad de maravillar y de maravillarse no estaba tan saturada como lo está en la actualidad, y cuando todavía quedaban territorios inexplorados donde era posible encontrarse con tribus desconocidas o seres fantásticos conviviendo con los humanos en extrañas simbiosis. Sin embargo, las referencias a obras anteriores se limitan a jugar con la complicidad del lector a través de pequeños guiños como puedan ser los nombres de los protagonistas o de los lugares donde vivirán sus extraordinarias aventuras, sin que se vea afectada en absoluto la trama en sí y sin que sea necesario tener ningún conocimiento previo para disfrutar al cien por cien de lo narrado. No es tanto que se tome como base lo anterior sino que la atmósfera general que Stoddard ha sabido imprimir en la novela evoca a todas aquellas lecturas, a las sensaciones que causaban en nuestra mente.
Evenmere, la Gran Mansión, es mucho más que un conjunto de habitaciones y salas, de pasillos y jardines. Es un punto de encuentro, un centro espiritual en un conglomerado de reinos a cual más llamativo que viven bajo la sombra protectora del Señor de la casa. Pero he aquí que se avecinan malos tiempos y que los enemigos se aprestan a preparar sus malvados planes desde fuera y desde dentro de la casa. Es en esta tesitura que Carter Anderson —hijo del señor y causante semi involuntario de la pérdida de las llaves maestras, excusa que forzó su exilio para su propia protección—, ante la desaparición de su padre deberá volver a su hogar para enfrentarse a una gran amenaza y a unos grandes misterios. Sin estar en absoluto preparado, desconociéndolo prácticamente todo sobre lo que auténticamente es Evenmere, deberá asumir unas responsabilidades que siente que trascienden sus propias capacidades, pero ante las que en ningún momento se dará por vencido. Deberá enfrentarse a sus más grandes miedos para triunfar en la difícil tarea que recae sobre sus hombros, y para hacerlo deberá adentrarse en el Círculo Blanco, y a través de sus estancias, de sus habitaciones, de sus enormes salones o de sus interminables tejados, cruzando países y reinos, luchando todo el rato contra los que se le oponen, recuperar aquello que le fue robado y tratar de encontrar a su padre por el camino.
Un libro magnífico, con el sabor de los clásicos pero con la frescura de lo nuevo. Stoddard ha sabido recrear el tono, aunque sin tanto barroquismo en su escritura, de las novelas que dieron origen a la moderna Fantasía, sin renunciar en el intento ni a un ápice de su voz propia, escribiendo por igual para los nostálgicos y para los neófitos. Una gran aventura.
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