domingo, 6 de mayo de 2007

Reseña: Hellblazer. Todas sus máquinas.

Hellblazer. Todas sus máquinas.

Guión: Mike Carey.

Dibujo: Leonardo Manco.

Reseña de: Jamie M.

Planeta DeAgostini. Barcelona, 2007. Título original: John Constantine. Hellblazer. All His Engines. 128 páginas.

En esta historia autoconclusiva, Carey lleva a Constantine a una aventura que nos transporta poderosamente a los principios de su serie regular. Se produce una misteriosa enfermedad a nivel mundial que sume en un profundo coma clínico a millones de personas, siendo una de ellas Tricia, la sobrina de Chas Chandler, eterno conductor (chofer más bien) y acompañante de Constantine, por lo que este se embarcará en un nuevo viaje hacia la oscuridad para intentar encontrar la cura a la misteriosa plaga. Muy pronto descubrirá su origen demoníaco y se sumergirá a fondo en un juego de engaños con las almas de todos los enfermos, pero especialmente la de Tricia, como premio para el ganador.

El guión tiene todo el sabor de las historias clásicas de Hellblazer, lo que siendo algo por un lado positivo por otro igual le resta algo de aliciente, ya que lo que vamos viendo suena a ya leído. Hay varios demonios, a cual más cruel, a los que Constantine deberá burlar para conseguir su objetivo utilizando sus armas habituales: la astucia, el engaño y el más absoluto cinismo. Así el interés reside en las vueltas y giros que va dando la trama con la aparición de nuevos demonios o fuerzas primigenias, ocasión que Carey utiliza para mezclar sin rubor (y con alguna patada que otra al rigor histórico, pero eso es otra historia) a las fuerzas del infierno cristiano con deidades de origen azteca; y en el seguimiento de las trampas que Constantine va tendiendo o en las que va cayendo de vez en cuando. Como siempre, no todo es lo que parece y el resultado final nunca es tan limpio como debería.

El guión está en esta ocasión muy bien apoyado por el sombrío dibujo de Leonardo Manco y, sobre todo, por el oscuro colorido de Lee Loughridge y su Zylonol Studio, que con unos colores pastel de tonalidad apagada acompañan a la perfección los juegos de sombras del artista argentino, capaz de retratar en toda su crudeza la descarnada fuerza del mal desatado sobre la tierra, con toda la repugnancia y violencia que habitualmente lleva asociada.

En definitiva un tebeo que se deja leer con agrado, que se disfruta por sus dibujos, pero que no aporta demasiado a la ya dilatada carrera de John Constantine.

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