Guión: Van Hamme.
Dibujo: Rosinski.
Reseña de: Jamie M.
Norma Editorial. Barcelona, 2007. Título original: Le Sacrifice. 48 páginas.
Hace algún tiempo que Van Hamme anunció que iba a ir dejando paulatinamente sus series más largas (como XIII o este mismo Thorgal) a favor de historias autocloncusivas o de corto recorrido (dos o tres álbumes como mucho). Y desde luego esta entrega, la número 29, da toda la sensación de, como poco, ser el final de un ciclo. Nos ofrece el guionista aquí una aventura crepuscular, con un héroe cansado, enfermo en cuerpo y alma, sin fuerzas casi para seguir peleando contra las adversidades que continuamente salen a su paso, agotado de tanta batalla infructuosa, enfadado con el destino que tan a menudo juega con él y con los suyos, un Thorgal casi derrotado, que en más de una ocasión parece a punto de rendirse y que si sigue adelante es por el apoyo de los suyos, de Jolan sobre todo en este álbum donde el joven tendrá que tomar alguna de las decisiones más difíciles por su propia cuenta, y por la promesa de conseguir algo mejor para su familia.
Recupera Van Hamme para la ocasión, como hiciera en la entrega anterior con Kriss de Valnor, a viejos conocidos como el dios menor Vigrid (a quien conociéramos en Aaricia) o a
La sensación de final de ciclo se intensifica, además, por el cierre de algunos hilos de la historia que habían comenzado mucho antes, como en La fortaleza invisible o en La marca de los desterrados, y que aquí reciben su debido final.
Siendo una buena historia, tal vez más por su propia emotividad y retroalimentación con todo lo anterior que por lo que en sí ofrece, da la impresión de que Van Hamme cada vez cuenta menos cosas en sus guiones, hay poca chicha en el asador, o al menos esa es la sensación que le queda a uno tras finalizar la lectura, que en las aventuras de antes contaba mucho más, pasaban muchas más cosas, en el mismo número de páginas.
Mención aparte se merece el dibujo de Rosinski, que en este álbum se encuentra en estado de gracia, apoyándose de forma magistral en el color directo, con una espléndida paleta, y en unos pocos trazos de negro en el contorneo, da una sensación casi pictórica (que no de cuadro) a la par que infunde en cada página un gran dinamismo y expresividad, allí donde el guión de Van Hamme se lo permite.
Si Thorgal, como serie, es una lectura imprescindible para cualquier buen amante de los comics, este álbum en concreto, es un buen broche para cerrar alguno de los muchos caminos por los que han discurrido los azarosos caminos de nuestro héroe.
Se cierra un ciclo, ¿se abre quizá otro, tal vez con Jolan de protagonista y otro guionista para narrárnoslo? El tiempo lo dirá.
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