Juan Antonio Fernández Madrigal.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
NGC ficción! Col. ciencia-ficción # 1. Madrid, 2010. 333 páginas.
Nueva iniciativa editorial, NGC ficción!, que nace precisamente con la novela que nos ocupa. Confieso no haber leído anteriormente más que algún relato suelto del autor lo que no deja de ser un handicap para afrontar esta obra, parte central ―aunque manifiestamente independiente― de una especie de «historia del futuro» llamada Saga de las Víboras de las Formas, compuesta como primera parte por la recopilación Magnífica Víbora de las Formas (Grupo AJEC) y como tercera por la novela Umma (Parnaso). Como digo, no las he leído, pero tampoco las he necesitado para disfrutar de esta lectura, si acaso me ha dado ganas de hacerme con ellas para situar mejor el escenario en que se desarrolla, pero sin que su desconocimiento lastre la narración ―tal vez se eche en falta la explicación de algunos términos u objetos, como las “máquinas catalíticas” por ejemplo, o una mayor desarrollo en saber cómo se ha llegado a esa situación, pero se pueden ir entresacando del propio relato con algo de atención―. Cabe advertir, no obstante, que Fragmentos de burbuja es un libro complejo y difícil, que empieza con la historia en marcha y que no da nada mascado, además de cambiar de protagonista y de punto de vista en cada una de las cinco partes en las que se encuentra estructurado. Es pues, una apuesta arriesgada por parte de la nueva editorial, pero la sensación final tras terminar la lectura es sin duda muy satisfactoria.
La narración empieza con una de esas «burbujas», Galavar, vagando por un planeta desolado, entre ruinas, silencio y una paranoia agobiante, cuando las circunstancias le llevarán a recuperar unas memorias que ni siquiera era consciente de haber perdido. El principio es duro, con unos soliloquios de una persona cercana a la esquizofrenia algo áridos con los que cuesta engancharse a la narración; con unas disquisiciones en las que queda clara la locura del protagonista, su adicción al “miedo”, su confusión ante el desolado mundo por el que deambula, sus reacciones sobrehumanas que ya nos hacen sospechar que no se trata de una persona «normal» ―de inicio siquiera se sabe si es una «persona»―: su forma de relacionarse con su entorno, sus dos pieles, sus sentidos aumentados, su fuerza y velocidad extraordinarias... Cuando de repente un hecho asombroso, la aparición de un inmenso “huevo mecánico” en un valle llama su atención y le pone en contacto con otras burbujas como la suya, la violencia aflora y con ella algunos de sus recuerdos perdidos. Es fácil descubrir que algo extraño le pasa, que su existencia es defectuosa, y surge en su interior la imperiosa necesidad de hacerse con toda su memoria, tarea que solo ve factible alcanzar a través del camino de la violencia. Eso, unido a tantas cosas que desconoce, le llevará por una ruta inesperada en la que corre el riesgo de convertirse en la marioneta de los objetivos de otros.
Una vez que la novela arranca realmente, a partir de la primera muerte, ya no hay forma de dejarla, aunque algunas partes más descriptivas, más tendentes a las explicaciones, se hacen algo cuesta arriba ―es parte del peaje que hay que pagar para hacer la novela totalmente independiente dentro de una «serie», meter casi con calzador algunas explicaciones que ya deberían darse por sabidas por aquellos que hayan leído las otras entregas, pero no por los nuevos lectores; en mi caso agradezco la inclusión, pero creo que se podría haber hecho con algo más de fluidez o amenidad―. El continuo cambio de narrador ―todos ellos en primera persona― consigue dotar de una profundidad insospechada al relato, permitiendo al autor mostrar los diferentes puntos de vista y, por tanto, las diferentes interpretaciones totalmente complementarias de unos mismos hechos para situar la narración. Cuando se profundiza en realidad lo que el lector encuentra es un retrato de la soledad. En verdad, todos los narradores no hacen sino hablar consigo mismos, encerrados en muy diferentes tipos de «burbujas» y aislados de alguna forma, física o psíquica, del mundo a su alrededor, intelectualmente alejados de lo que les rodea. Una idea clara de esto queda plasmada en la casi total ausencia de diálogos o la poca interactuación entre los personajes, que incluso cuando se encuentran cercanos en el espacio parecen muy alejados.
¿Es posible la construcción de una personalidad «cuerda» en estas circunstancias? ¿Qué es lo que conforma la identidad de un individuo, qué le hace ser lo que es? La soledad produce monstruos, y por eso el primer protagonista ha creado un enemigo invisible especialmente para que le persiga y pueda sentir en la huida la vida corriendo por sus venas, necesita a alguien más en un mundo que cree poseer, y sin embargo cuando encuentre compañía su reacción será hacerla pedazos, reducirla a fragmentos. Que el efecto secundario ―la recuperación de un recuerdo― tan solo conlleve una condena a una mayor soledad tras un reguero de muerte queda oculto tras la esquizofrenia aparente que muestran sus pensamientos. Es una mente inhumana ―como quedará demostrado y explicada algo más adelante de la narración―, capaz de las mayores crueldades sin ningún tipo de remordimiento, con una justificación fría y aparentemente racional para sus actos más brutales, con unos razonamientos desapasionados y a la vez anhelantes. Una mente creada para la violencia mediante la violencia.
La ambientación de la novela, aún dentro de su extrema sobriedad, está muy conseguida. Un mundo desértico, árido, abandonado, poblado de muy escasas ruinas que se muestran como los esqueletos de animales prehistóricos varados en la arena. La muerte acecha en cada rincón, el mar es una oscura amenaza, en el cielo nocturno brilla el Gran Cultivo, la telaraña artificial que encierra el planeta y oculta la visión de las estrellas reales. No es tan extraño, pues, que la huida sea hacia el interior de uno mismo, y que el contacto con otros individuos tan solo produzca confrontación dado lo difícil de establecer una comunicación coherente con aquel que es básicamente diferente..
Una confrontación que se produce a todos los niveles, donde al lector le es imposible elegir bando visto el antagonismo irreconciliable de las fuerzas inmersas en esta antigua lucha, en la que sin embargo y en apariencia lo que se busca es la supervivencia de los ummanos por aquellas características intrínsecas que solo ellos poseen y que las máquinas anhelan poseer, duplicar y hacer que perviva para poder vencer a su enemigo. Tanto las Víboras de las Formas como los nuhomos se muestran profundamente alienígenas a los ojos de los protagonistas ―y del lector―, difíciles de aceptar, totalmente ajenos y tan reprobables en sus acciones los unos como los otros. Fríos y distantes, carentes de empatía alguna, dispuestos a provocar cualquier sufrimiento en pos de un supuesto bien mayor. Las máquinas han avanzado tanto en su desarrollo y objetivos que son en la práctica imposibles de comprender o interpretar por sus «creadores», los humanos; sus objetivos y acciones, sus razonamientos aparentemente perversos no se pueden aprehender por unas mentes que se han quedado obviamente atrás y que, no obstante, todavía pueden deparar algunas sorpresas.
El que se nos presenta en Fragmentos de burbuja es un futuro realmente descorazonador, triste, oscuro y sin esperanza. Donde los frágiles humanos, apenas una sombra borrosa de lo que fueron, no son más que juguetes de voluntades superiores que los mantienen ignorantes de su propia e insustituible importancia. Todo el juego que se traen entre manos ambos bandos no sería nada sin el componente de la humanidad, mera herramienta en manos extrañas, que debe pervivir a toda costa. Con una prosa escueta, pero muy evocativa, las imágenes se muestran vívidas en la mente del lector. Hay momentos en que las descripciones se llenan de una fuerte carga poética descubriendo a través de ojos que no saben lo que están viendo un mundo fascinante donde la ingeniería genética, la nanotecnología, el viaje espacial, la robótica y otros grandes avances han dejado una huella indeleble que pervive mucho más allá de lo que sus propios creadores lo hicieran. Cada narrador tiene su propia voz, sus matices, su forma de plasmar en frases sus pensamientos. Es apasionante ver cómo el autor ha ido encajándolo todo en un cuadro que solo se puede contemplar en su conjunto. Fernández Madrigal se permite el uso de gran número de recursos y un firme dominio del lenguaje que consigue que incluso en los momentos más introspectivos se lea con fruición, colocando al lector dentro de la piel de personajes que deberían serle ―y le son― totalmente alienígenas.
Como carta de presentación de la nueva editorial este libro es una magnífica apertura. Con una presencia agradable, una buena maquetación, una portada espectacular y ―lo más importante― un contenido atractivo y a la altura de las circunstancias. Fragmentos de burbuja es una narración compleja, ardua en ocasiones, que exige la entrega y atención del lector, pero que resulta muy satisfactoria una vez terminada. La soledad, la identidad, la forma de relacionarse con todo lo exterior, el futuro de la Humanidad y un mundo por descubrir. Suerte a NGC ficción!, con libros como este seguro que hará disfrutar a sus lectores en tiempos venideros.
2 comentarios:
Qué buena pinta!
Eso de desconcertar al lector sin darle a conocer inicialmente la naturaleza del protagonista, ni su entorno ni las "reglas del juego" tiene que estar muy bien narrado para que funcione.
Como ya digo, al principio se hace algo durillo, lo que cuesta entrar en el "juego" del autor, pero luego el ir descubriendo las cosas es muy satisfactorio.
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