La furia del aprendiz.
Codex Alera, 2.
Jim Butcher.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
RBA Libros. Col.
Literatura fantástica # 16. Barcelona, 2013. Título original:
Academ's Fury. Traducción: Francisco García Lorenzana. 590 páginas.
Segunda entrega de la
serie que se iniciara con Las furias de Alera, donde se
presentaban ambientación, mundo y personajes principales, la
presente recoge las andanzas de una buena parte de ellos, con
especial atención en Tavi —el «aprendiz» del título—,
dos años después de que se cerrarán los traumáticos eventos de
aquella. Por un momento, cuando la historia se inicia, el lector
puede temerse que se encuentra de nuevo ante el relato del
aprendizaje de un joven «tullido» en una institución que ha de
sacar a la luz todo su potencial y que tantas veces ha sido ya
narrado, incluidos los amigos fieles ejemplo de lealtad
incondicional, los compañeros prepotentes que se dedican a
torturarlo por su «debilidad», los profesores que
parecen despreciarlo sin más razón que la de ser más inteligente
que ellos, el mentor que le apoya como una figura bondadosa, las
duras lecciones y exámenes, y toda la parafernalia acostumbrada.
Pero no, Butcher enseguida demuestra que es más inteligente
que todo eso y, aunque es cierto que vuelve a abusar de ciertos
clichés de la fantasía épica más tradicional,
ventila el tema en un par de capítulos, lanzando una nueva aventura
cargada de emoción y enormes amenazas para los protagonistas y todo
el reino.
Con una buena carga de
información imprescindible, sobre todo en torno al funcionamiento
del Imperio, el ritmo de inicio es algo más pausado, aunque no
«moroso» o aburrido, que el de su predecesora, permitiendo al autor
profundizar más en los conflictos políticos y en la presentación
de las nuevas facciones enfrentadas en la sombra por hacerse con el
poder, para paulatinamente ir acelerando y alcanzar un intenso clímax
de luchas y revelaciones que no dejan insatisfecho en una obra que es
puro entretenimiento. Con pulso firme, personajes sólidos y
completos, más y mejor caracterizados hasta alcanzar una profundidad
de la que carecían en la anterior, la trama avanza a través de
terribles peligros, conspiraciones fratricidas, intrigas en la
sombra, decisiones difíciles, dolorosas traiciones..., hasta
alcanzar un final de acción desatada narrada con gran amenidad.
La furia del aprendiz
potencia la tensión e intriga políticas y «diplomáticas», dando
cuenta de un convulso Imperio, con diversas fuerzas pugnando entre sí
y amenazando incluso con desatar una guerra civil. Mientras el Primer
Señor intenta enfrentarse a un demasiado amplio frente de
peligros busca a un tiempo mantener en secreto que las fuerzas
empiezan a flaquearle. Las familias nobles empiezan a actuar,
posicionándose en secreto para lanzarse a la conquista del poder a
la mínima muestra de titubeo o del inicio de movimientos por parte
de sus rivales. La única buena noticia para Gaius Sextus es
que las distintas conspiraciones recelan tanto entre sí, enfrentadas
en intereses contrapuestos, como ansían acceder a su poder,
entorpeciéndose las unas a las otras para que no sean sus rivales
quienes consigan sus objetivos.
Son tiempos convulsos y
la atención del Primer Señor de Alera se encuentra dividida en
multitud de frentes, como los excepcionales, en número y fuerza,
huracanes que asolan las costas, las extremas condiciones
meteorológicas que ponen los cultivos en peligro, la preocupación
por la eliminación misteriosa e inexplicable de alguno de sus
cursores, las obligaciones del Festival de Final del Invierno o la
falta de un heredero cada vez más demandado. Problemas que, a su
vez, en esa tarea que el autor está realizando de dotar de un rico y
amplio trasfondo político y geográfico a la serie, se unen a la
amenaza de los Hombres de Hielo al otro lado de la Muralla
del Escudo, las reclamaciones en el Senado de la Liga Diánica,
las exigencias del Consorcio Comercial y de la Alianza
Esclavista o las cada vez más evidentes intrigas contra la
corona por parte de alguna de las más importantes familias
nobiliarias, como la ya conocida de Aquitania y la agregación
de la de Kalare... Pero, mientras Gaius Sextus se multiplica
intentando poner en acción posibles soluciones, un suceso inesperado
va a sacarle de la ecuación, sin que llegue a conocer siquiera el
inmenso peligro que se cierne sobre Alera.
Una fuerza devastadora,
el vord, un horror olvidado por todos salvo por las
leyendas más antiguas de los marat, ha salido de su letargo
despertada por la «visita »de Tavi y Kitai al Bosque
de Cera. La narración se desdobla en dos líneas, devolviendo el
protagonismo a algunos de los personajes que aparecieran en la
primera entrega de la serie: Bernard, Amara e Isana,
Doroga y Kitai, Fidelias, Lady Placida
Aquitania y su marido..., y principalmente a Tavi, quien,
mientras ejerce como paje y mensajero en la corte al servicio del
propio Gaius, ha estado en secreto trabajando duro bajo la
atención del viejo maestro Killian para, pese a no contar con
el apoyo de ninguna furia, convertirse en cursor.
Su tía Isana, en
calidad de una de las primeras mujeres nombradas ciudadana y
estatúder, viaja a la capital con motivo del Festival, como una de
las bazas de la agenda «oculta» del Primer Señor, algo que la
convertirá en objetivo de las fuerzas que buscan desestabilizar el
Imperio y que van a ver una ocasión ideal para golpear su
estabilidad. Diversos intentos de asesinato le harán tomar en
consideración las alianzas más peregrinas. Y mientras en la capital
se inicia un juego de sombras, donde nadie quiere que los demás se
enteren de lo que está haciendo o tramando, y las traiciones, los
dobles juegos y las alianzas extrañas están a la orden del día, en
el Valle de Calderon, Bernard y Amara van a hacer frente a una
lucha más que desesperada, al tiempo que su amor será puesto a
prueba.
Los personajes no
obtienen descanso en momento alguno, mientras los problemas y
peligros se multiplican a su paso. Tavi debe valerse de su ingenio e
inteligencia tanto como de sus recientemente adquiridos conocimientos
de lucha; debe suplir con «cerebro» su ausencia de furias que
puedan servirle de apoyo. El esclavo Fade tendrá que
enfrentar fantasmas de su pasado. Cierto ladrón misterioso, que
parece poder evitar todas las alarmas y defensas que las furias
pongan en los edificios o comercios que va a robar, deberá elegir
sus lealtades.
Butcher, en la
tarea de ampliar las fronteras de su mundo, introduce, además de a
los vord, otra nueva raza, los canim, enemigos
ancestrales de Alera provenientes del otro lado del mar. Enormes y
bestiales seres antropomórficos con cabeza de perro que bien podrían
ser un guiño al antiguo Egipto —¿Anubis?— en medio de la
ambientación de la Roma clásica, y que aspiran a borrar a los
aleranos del mapa. En una tensa tregua, en Alera Imperial se
encuentra instalada una pequeña delegación al mando del embajador
Varg; quien se va a encontrar en una muy difícil posición,
debatiéndose entre la lealtad, el deber, el honor y el desprecio que
le causan los aleranos.
Conforme la madeja se va desenrollando, la falta cuantitativa —de cantidades, no de
emoción— de la épica inherente a las batallas con gran número de
tropas como al que cerraba el volumen anterior va a ser suplida de
forma magistral con dos luchas desesperadas, dos defensas a muerte de
unas posiciones críticas en lugares cerrados, en unas condiciones de
inferioridad que conducen a actos de enorme heroísmo.
Junto al uso de los
recursivos tópicos, que llevan no obstante a giros interesantes, se
podría argüir que existe en la narración un «defecto» menor,
aunque en ocasiones irritante, al sacarse Butcher demasiadas
soluciones «de la manga». Temas que de pronto tienen una
importancia vital, que no habían sido tratados hasta el momento,
aparecen como si fueran ocurrencias de última hora para salvar la
situación, aunque por su importancia sin duda deberían haber sido
conocidos previamente por los lectores. Existen también ciertas
decisiones tomadas en base a unos «saltos deductivos» —más bien
«intuitivos»— que se antoja tienen poca base para llevar a las
conclusiones obtenidas. El recurrente deux ex machina, el
rescate en el último suspiro, debiera ser un recurso del que no se
abusase, para mantener el misterio, la verosimilitud y la sorpresa, y
sin embargo el autor parece estar suscrito al mismo, rebajando de
alguna manera la tensión inherente a ciertas situaciones muy
peliagudas. Mas lo cierto es que, en medio de tanto peligro, combate
y traiciones un poco de «ayuda divina» tampoco les viene mal a los
protagonistas.
Entretenimiento, intriga,
acción, sacrificios, alianzas antinaturales, combates
desesperados... El punto final de esta aventura, que deja atados
todos los cabos que se han ido desplegando a lo largo del libro, no
es, sin embargo, más que un alto en el camino, pues las amenazas
siguen cubriendo de negros nubarrones el futuro del Imperio alerano.
Al fin y al cabo se trata tan solo de un episodio de una historia
mucho mayor —cuando menos, quedan todavía otros cuatro tomos—.
Que RBA no nos haga esperar demasiado.
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