Ases en lo alto.
VV.AA. Ed. George R.R.
Martin.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Timun mas.
Barcelona, 2013. Título original: Wild Cards II. Aces High.
Traducción: Isabel Clúa Ginés. 382 páginas.
El Aces High
—título original, también, del volumen— es el nombre del
muy exclusivo restaurante situado en lo más alto del Empire
State Building, un lugar donde los privilegiados «ases» y otras
celebridades se reúnen entre los flashes de las cámaras para
adoración del común de los mortales, muy lejos de la suciedad de
Jokertown, donde los desfavorecidos por el virus Wild Card
malviven. Una singular metáfora de la injusticia del aleatorio
reparto entre el éxito y el fracaso, entre la bendición y la
maldición, entre la admiración y el desprecio, entre la belleza y
la fealdad inmerecidas. Siguiendo la estela de la primera entrega de
la serie, Ases en lo alto incluye cuentos de George R.R.
Martin, Lewis Shiner, Walter Jon Williams, Roger
Zelazny, Walton Simons, Melinda M. Snodgrass,
Victor Milan, Pat Cadigan y John J. Miller con
la particular mezcla de superhéroes y ciencia ficción que ya
hiciera gala aquella, potenciando este último género al zambullir
directamente la trama general en una invasión extraterrestre.
Incluso el atisbo de retazos de una fantasía lovecraftiana,
invocación de monstruos primigenios de carne gomosa,
tentáculos y otros apéndices amenazantes por una «secta» de adoradores
incluida, recibe una posible explicación de origen alienígena.
Este volumen se beneficia
respecto a la anterior de una mayor «concreción» temporal, con un
primer cuento situado en 1979, y la acción del resto concentrada en
un breve periodo entre 1985 y ‘86, y de estar todos ellos unidos
además por un par de líneas argumentales que en realidad saltan de
uno a otro, encadenándose para conformar más una «novela mosaico»
que una antología al uso. Y es que alguno de ellos ni siquiera
tendrían razón de ser como relatos en sí mismos publicados de
forma individual, sino que necesitan de la continuidad con sus
compañeros para alcanzar su significado y plenitud. De hecho, más
que cuentos independientes, se antojan capítulos de una novela
escritos por autores diferentes, cada uno con su voz y estilo, que
van retomando tramas, temas y personajes de los anteriores. Las
diferentes, pero relacionadas, tramas se ven sustentadas por la
«argamasa» que suponen los interludios protagonizados por Jube, la
Morsa, un alien perfectamente integrado en Jokertown donde sus
«deformidades» no llaman la atención, y que se convierten en el
auténtico hilo conductor que cohesiona la historia, con permiso de
cierta «bola de bolos sin agujeros», un evidente McGuffin que,
inadvertida o intencionadalmente, todo el mundo va a terminar
persiguiendo de un relato a otro.
De hecho, el primer
relato, Peniques desde el infierno, peca quizá por eso
de una apariencia de intrascendencia, de liviandad o falta de
entidad... y, sin embargo, se demuestra vital como introducción a
todo lo que va a venir a continuación. Protagonizado por el as
conocido como Fortunato —que, irónicamente, no es el más
«afortunado» de los ases en cuanto a su concepción de proxeneta
tántrico—, además de servir de conexión con el anterior volumen,
presenta cierto grupo de la francmasonería egipcia, creado tiempo ha
por el conde Cagliostro y dirigido por un inquietante personaje en
las sombras, que tendrá gran importancia en los eventos que se van a
desarrollar más adelante.
A partir de ahí se
suceden unos relatos que comparten todos ellos un ritmo rápido, sin
apenas introspección y libres de presentar el mundo en el que se
desarrollan —aunque existan adiciones enormemente importantes y
trascendentales, como el conocimiento de las muchas razas alienígenas
que pueblan el Universo—, centrándose en la acción. Con una
decidida ambientación pulp y un enfoque más cercano a
Watchmen, con «superhéroes» física y emocionalmente
dañados y un tono algo sombrío, que al de los X Men.
Unos relatos que abandonan, en general, la vertiente de contenido político que tenían un buen número de las aportaciones de la primera entrega, para centrarse totalmente en la intriga y la aventura de serie B cuando la Tierra se vea de pronto inmersa en la amenaza que representa la Madre del Enjambre y sus criaturas, y la de los supuestos masones que creen ver en ella la encarnación de su deidad añorada por un lado, y la de unos familiares del Dr. Tachyon que visitan la Tierra no precisamente con las mejores de las intenciones por otro. Además, dentro de ese tono de rendida pleitesía a la Edad de oro, es divertido poder rastrear toda una serie de divertidos «homenajes» a emblemáticas películas clásicas como King Kong o The Blob —a.k.a. La masa devoradora—.
Unos relatos que abandonan, en general, la vertiente de contenido político que tenían un buen número de las aportaciones de la primera entrega, para centrarse totalmente en la intriga y la aventura de serie B cuando la Tierra se vea de pronto inmersa en la amenaza que representa la Madre del Enjambre y sus criaturas, y la de los supuestos masones que creen ver en ella la encarnación de su deidad añorada por un lado, y la de unos familiares del Dr. Tachyon que visitan la Tierra no precisamente con las mejores de las intenciones por otro. Además, dentro de ese tono de rendida pleitesía a la Edad de oro, es divertido poder rastrear toda una serie de divertidos «homenajes» a emblemáticas películas clásicas como King Kong o The Blob —a.k.a. La masa devoradora—.
El tono del volumen se
sumerge de esta manera en una ciencia ficción «clásica» de
invasiones alienígenas, mostrando la defensa desesperada encabezada
por los ases y otros elementos poderosos —como cierto androide—,
al tiempo que los que buscan reinar sobre las ruinas se mueven para
propiciar el retorno a la Tierra de una deidad oscura y terrible
llamada Tiamat. Los cuentos-capítulo se van sucediendo,
entremezclando, ramificándose y volviendo sobre sí para conformar
una historia mayor, añadiendo detalles sobre una u otra línea
argumental, conformando una historia que sólo se muestra completa
contemplada en su integridad. Las vidas de los ases implicados se ven
envueltas en gran número de pruebas, de combates y de amargas
pérdidas, luchando contra unos villanos que tienen claro su papel de
malvados, y contra una invasión alienígena que podría costarles
todo lo que tienen y aman, mientras se enfrentan a sus propios
problemas personales que amenazan con superarlos.
Por las páginas de Ases en lo alto van desfilando viejos conocidos como Croyd Crenson —el Durmiente—, Thomas Tudbury —la Gran y Poderosa Tortuga—, el Dr. Tachyon, Chrysalis, Peregrine, Chico Dinosaurio, Aullador, Mark Meadows —el Capitán Trips y otros cuantos héroes más—, Doughboy, Brennan —el arquero justiciero—, Judas..., e incluso Jack Braun, quien fuera Golden Boy primero y el As Traidor después, hace un pequeño acto de presencia acudiendo a la llamada del deber, mientras nuevas incorporaciones como el impresionante Modular Man, un James Spector camino de convertirse en Deceso, o la sorprendente Jane Down —que nadie la llame Watergirl— ocupan buena parte de la pista central en alguno de los cuentos, prestos a requerir el protagonismo que otros van dejando.
Por las páginas de Ases en lo alto van desfilando viejos conocidos como Croyd Crenson —el Durmiente—, Thomas Tudbury —la Gran y Poderosa Tortuga—, el Dr. Tachyon, Chrysalis, Peregrine, Chico Dinosaurio, Aullador, Mark Meadows —el Capitán Trips y otros cuantos héroes más—, Doughboy, Brennan —el arquero justiciero—, Judas..., e incluso Jack Braun, quien fuera Golden Boy primero y el As Traidor después, hace un pequeño acto de presencia acudiendo a la llamada del deber, mientras nuevas incorporaciones como el impresionante Modular Man, un James Spector camino de convertirse en Deceso, o la sorprendente Jane Down —que nadie la llame Watergirl— ocupan buena parte de la pista central en alguno de los cuentos, prestos a requerir el protagonismo que otros van dejando.
Así, el Durmiente
recibirá el muy peculiar encargo de recuperar del depósito un
cuerpo inidentificado en el divertido Cenizas a las cenizas,
un trabajo que le llevará a una sorprendente pelea, a inesperadas
alianzas y discutibles resultados. Después, en Hacia la sexta
generación, un androide demasiado humano revive el mito de
Frankenstein superando todas las expectativas de su un tanto
rastrero «creador», mientras la Tierra es invadida por el Enjambre
y los héroes han de unirse para hacerle frente. Un desgraciado James
Spector se desliza por una desgraciada pendiente, resucitado
contra su voluntad y camino de convertirse en un renuente asesino al
servicio de fuerzas oscuras en Si las miradas mataran.
Tom Tudbury, haciendo un repaso de su vida, muestra su propia
bajada a los infiernos sentimentales en Frío de invierno,
dando cuenta de todo aquello que le ha costado convertirse en la
Tortuga, antes de que, en Dificultades relativas, el
mismo Dr. Tachyon requiera su ayuda para hacer frente a
elementos de su propia familia, a la amenaza que suponen para la
Tierra, y a las deudas contraídas por el alienígena con la
humanidad, «culpable» de la dispersión del virus wild card
y de sus efectos en el planeta. Conforme las líneas argumentales
avanzan, superponiéndose y solapándose, y cierta bola de bolos va
cambiando de manos, más y más ases acuden a la llamada de la
necesidad de hacer frente a la amenaza alienígena y de la
conspiración masónica encabezada por el maquiavélico y despiadado
Astrónomo que podría abrirle las puertas del planeta. En un
crescendo imparable, unos y otros van a confluir escalonadamente en
Con un poco de ayuda de sus amigos y Por sendas
perdidas, relatos que llevan al gran y emotivo final en Al
filo de la muerte.
El universo de Wild
Cards se amplía, tanto con los nuevos ases y jokers, de la
geografía propia del lugar y las menciones a otras partes del orbe,
como con el conocimiento de las muchas razas extraterrestres que
pueblan el cosmos, dotando a la serie de interesantes posibilidades e
intrigantes perspectivas para el futuro. El conjunto, al final,
resulta mucho más sólido que sus partes, y quienes disfrutaron de
la anterior entrega sin duda disfrutarán de ésta.
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