Neil Gaiman.
Reseña de: Alb
Oliver.
Roca editorial.
Barcelona, 2013. Título original: The Ocean at the End of thr Lane.
Traducción: Mónica Faerna. 236 páginas.
Última novela escrita
por Neil Gaiman, que me produce la sensación de haber leído
antes. Lejos de encontrarnos con algo completamente novedoso, nos
trae lo que no sabría si calificar como novela adolescente u otro
cuento al estilo de Coraline o El Libro del
Cementerio (con mucho menos infantilismo), y a pesar de ello,
me ha enganchado y ha hecho que la leyera del tirón.
De visita al pueblo en el
que creció, al que ha tenido que volver para asistir a un entierro,
el protagonista acaba visitando una vieja granja que se encuentra al
final del camino en el que vivía. Allí, se reencuentra con un
estanque, que parece haber jugado un papel importante en los
acontecimientos que ocurrieron cuando tenía siete años, y empieza a
recordar.
En parte podría decirse
que hay algo de influencia de It de Stephen King,
muy dado a incluir en sus relatos a adultos recordando sucesos
extraordinarios que ocurrieron en su infancia mientras se encuentran
visitando sus pueblos/ciudades natales, pero afortunadamente la
novela de Gaiman guarda el tono fantástico por el que lo conocemos.
El protagonista era un
niño sin amigos, hasta que conoce a Lettie Hempstock, una
niña tres años mayor que él. Cuando el coche familiar es robado, y
encontrado cerca del hogar de Lettie, ésta lo lleva a su granja
mientras su padre habla con la policía. Allí conocerá a la madre
de la chica y a su abuela, y comenzará la parte extraña de la
historia. La niña parece tener habilidades especiales, y el
protagonista la acompañará en un pequeño viaje, del que parece
haber vuelto en perfectas condiciones, hasta que más adelante
descubriremos que ha tenido consecuencias.
Son estos elementos
fantásticos los que nos llevan a reconocer el estilo de Gaiman.
La mezcla de mundos a través de portales, la magia y lo esotérico,
criaturas sorprendentes… Todo narrado y orquestado de la forma a la
que el autor nos tiene acostumbrados, con personajes que parecen
saber más de lo aparente y criaturas que parecen ocupar una sola
función en su existencia, y las hace bastante planas.
Para la ocasión Gaiman
vuelve a crear su propia mitología, o posiblemente la reinventa,
creando unas reglas que siguen los personajes que aparecen en la
historia (algo a lo que nos acostumbró en Sandman y continuó con
American Gods o Los hijos de Anansi).
El libro en sí nos
cuenta cómo vive un niño todos estos sucesos, consciente de la
existencia de monstruos en el mundo real y cómo piensa que
reaccionarán los adultos si les cuenta lo que ocurre. Por otro lado,
se añade un punto de humor del autor, cuando comenta alguna
situación que un niño no sabe interpretar, y resulta obvia para los
lectores.
La acción apenas
transcurre en unos días, lo que quizás haya ayudado a que la
lectura se me haya hecho corta, aparte de que la narración es simple
y bastante lineal a la hora de organizar la historia, de ahí mi
impresión de que la obra se encuentra más cerca de la novela
juvenil que de otras novelas a las que nos tiene acostumbrados, con
diálogos muy directos, que no dan rodeos a la trama, pero sí
ocultan información al protagonista. Todo esto ayuda a crear la
sensación de que el chico es simplemente un viandante que pasa por
la historia, que se deja llevar por cosas que no comprende y no se le
explican, quizás porque un simple niño no llegaría a entenderlas.
Sin embargo, con su narrativa crea un efecto muy visual, sin
necesidad de apenas describir las escenas.
Ahora llega la parte
difícil, valorar en conjunto. Obviamente, me ha gustado, soy
seguidor de sus obras, y no recuerdo ninguna que haya leído y me
haga disgustado. Mi crítica inicial de “sensación de no haber
leído nada nuevo” la justifico con lo reseñado, Neil Gaiman
se ha movido de nuevo dentro de los círculos que domina, (y
obviamente los domina bien). Poco a poco ha ido introduciendo el
elemento fantástico sin darnos cuenta, mientras ha ido ofreciendo el
punto de vista de un niño con sus rarezas, egoísmos y filias. Yo
creo que ésto provoca un agradable cruce de lo real-cotidiano con el
elemento sobrenatural, que además deja con las ganas de saber más
sobre los elementos que no se terminan de explicar del todo.
Quizá haya sido mi lado
“fan” el que me haya hecho leer el libro casi del tirón, pero me
he encontrado con una lectura agradable y que como viene siendo
habitual en sus relatos suele guardar lo mejor para el final, con
sorpresas para el lector en las que sabe jugar con la fibra sensible,
jugando con los momentos de revelaciones.
Por lo tanto, si sois
lectores habituales posiblemente os llevéis una sensación parecida,
y si queréis descubrir al autor, podría ser una buena toma de
contacto antes de leer otras más densas como pudieran ser Neverwhere
o Los Hijos de Anansi. Apuesto a que veríais el cambio
en la narración.
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Reseña de otras obras del autor:
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