miércoles, 2 de octubre de 2013

Reseña: Más allá de Némesis

Más allá de Némesis.

Juan Miguel Aguilera / VV.AA.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Sportula. Gijón, 2013. Edición digital (ePub). 501 páginas.

En Némesis, la reescritura de la novela de Redal y Aguilera titulada antes El refugio, se narraba como la Humanidad se enfrentaba a una gran amenaza exterior y se veía abocada prácticamente a la extinción con un devastador ataque sobre la Tierra. Obviamente, de alguna manera quedaba abierta una puerta a la esperanza y al futuro; un futuro que, amparados bajo el ala del escritor Rodolfo Martínez a través de su editorial, Sportula, ahora se dedican a explorar una serie de autores encabezados por el propio Juan Miguel Aguilera, y que tiende las bases del puente que ha de llevar al universo de Akasa-Puspa, convirtiendo la «serie» en una suerte de «Historia del futuro» con preguntas como: ¿Qué sucedió tras el indiscrimado y no advertido ataque? ¿Cómo sobrevivieron los restos esparcidos de la humanidad? ¿Cómo se expandieron, cómo se adaptaron a las nuevas condiciones, dónde se establecieron, en qué direcciones se movieron...? ¿Qué pasó con los alinígenas de la Nube de Oort?

Todos los cuentos presentes en la antología son independientes, pero de alguna forma se van encadenando unidos por la argamasa del relato del propio Martínez que se prolonga a lo largo de todo el volumen, intercalando sus diversas partes como una enigmática introducción a cada uno de sus compañeros y estableciendo una suerte de continuidad narrativa entre todos ellos. Son trece variopintos autores, desde algunos que ya llevan una importante carrera literaria a sus espaldas a otros que apenas están dando sus primeros y prometedores pasos —y otros en situación intermedia—, los reunidos para tan magna ocasión con, como suele ser habitual en este tipo de proyectos, desigual fortuna, aunque con un balance sin duda positivo.

Los cuentos van sucediéndose de forma fluida, como si de etapas o capítulos de una novela se tratase, avanzando en el tiempo —con unos cuentos iniciales «paralelos» a la acción de Némesis hasta aquellos otros muy lejanos en el futuro— mientras la humanidad se expande por todo el Sistema solar y de su cuerpo común se van desgajando distintas ramas que se mirarán cada vez con más recelo entre sí: los que permanecen «atados» a los planetas y a los que modifican quirúrgica y genéticamente sus cuerpos para poder vivir adaptados al vacío y la falta de gravedad del espacio.

La antología se abre, hay que decir que de forma poco alentadora, con Adversus Techgnosticas Haereses, de José Manuel Uría, con un relato que proporciona una importante e interesante carga informativa a modo de introducción, estableciendo el escenario incial, pero «fallando» en la forma de hacerlo, ya que en ningún momento parece conseguir el tono idóneo o verosímil, con esa especie de pastiche seudo teológico que se hace un tanto pesado de leer, antojándose que no se trata de la mejor elección para abrir el volumen si de captar la atención e interés de los lectores se trataba.

Sin embargo, El honor del samurái, de María Zaragoza, pronto remonta el tono, con un intenso relato sobre una investigación genética para posibilitar la colonización de otros planetas y las oscuras tramas de intereses empresariales que se mueven a su alrededor. Cargado de simbología, desde la armadura de la agente Naoko Kobayashi al nombre de la empresa, desde la «serpiente» de puentes y carreteras que unirá todas las islas de Japón hasta ese final en que cambia el arma utilizada para el rito, pero no la «tradición» medieval, conviene no perderse detalle alguno.

Todavía en la Tierra, en una estación submarina donde se llevan a cabo secretos experimentos un tanto «amorales», Omega, de Sergio R. Alarte, mantiene con fuerza el interés, aunque su final excesivamente abrupto deja la impresión de que de alguna manera se le ha hurtado la parte más emocionante, cuando la cosa se ponía más explosiva. Plantea los primeros pasos hacia una evolución humana no dictada por la naturaleza, sino por la ciencia y las ambiciones de los científicos que la postulan.

Érebo, de Carmen Moreno, aleja la acción de nuestro planeta, y recurre a personajes de la obra original, como Jacobo Kramer, para presentar el modo en que la humanidad intenta medrar en Marte, mientras empieza a fragmentarse en varias ramas enfrentadas. El inmovilismo cerril de quienes quieren mantener el status quo frente al cambio de los que ven inevitable adaptarse a las nuevas condiciones de la expansión humana están sin duda condenados a chocar.

En el intimista Calipso, de Sofía Rhei, ha pasado ya un largo periodo de tiempo desde la catástrofe y las ramas antagónicas de la humanidad ocupan sus nichos e intentan, a pesar de todo, mantener cierto contacto, aunque solo sea comercial. Rhei presenta una historia de «amor» que busca sobreponerse a todos los prejuicios y a dolorosos recuerdos, jugando con la atracción de lo prohibido y la fascinación de lo que se antoja repugnante. Los «anuros» —aquellos adaptados a vivir en el espacio— y los «ajolotes» —los atados a los pozos gravitatorios de los planetas— empiezan a parecer alienígenas los unos para los otros.
Presentación de la antología en el festival Celsius 2013
Lo cierto es que El bosque de hielo, de Juan Miguel Aguilera, es un relato que tiene ya sus añitos, pero conserva toda su frescura y fascinación y no deja de sorprender, tanto por sus especulaciones científicas como por su plasmación literaria. Sentido de la maravilla en su más amplio término. Aunque la idea de los «árboles orbitales» no sea del todo original, nada le resta su enorme impacto al contenido del cuento.

No estamos solos, de Eduardo Vaquerizo, embarca a los lectores en una historia de piratas espaciales y pecios perdidos con un tono de decidida space opera, incluyendo una misión de guerra y un poco de misterio. En la persecución que lleva a cabo la tripulación de la nave «Luz de otros días» y en lo que termina encontrándose, se escuchan ecos de Cita con Rama de Clarke al tiempo que sirve como recordatorio, dentro del universo de Némesis, de que existen otras especies alienígenas «ahí fuera» y que no son precisamente amistosos.

En El centro muerto León Arsenal ofrece, con un toque opresivo y algo nostálgico, un estremecedor relato de leyendas y monstruos espaciales, cuando la nave de Culse Garatán quede varada en un abismo estelar plagado de otros pecios muertos como el suyo, víctimas de saltos estelares que salieron mal y les han dejado allí a la deriva sin ninguna posibilidad de volver al espacio conocido. Fábulas y leyendas inquietantes que se cuentan los viajeros y que podrían contener más realidad de la sospechada.

Walhalla, de Pedro Pablo G. May, imprime un curioso giro en el tono general de la antología y presenta un cuento de raíces mitológicas nórdicas al presentar al inquisitivo Ragnar imitando a Odín y colgándose del Árbol en busca del conocimiento. En un poblado de aparente ascendencia vikinga, totalmente aislado del mundo, los exploradores que salen de su fiordo nunca vuelven y Ragnar desea desentrañar el misterio de su existencia en un lugar ciertamente intrigante.

En Hybris Rafael Marín da voz a una mente colmena en un futuro distante en lo que parece ser poco más que una recapitulación didáctica de lo sucedido hasta entonces, con un «juicio» a la humanidad que contiene a su vez un canto crítico a la pervivencia de la especie, aunque sea en diferentes formas, y una advertencia de lo que ha de llegar.

Con Nox perpetua, de Javier Negrete, se alcanza uno de los puntos más álgidos de la antología a la vez que uno de los más controvertidos por contener ciertos elementos disonantes. Se trata de una novela corta, publicada ya con anterioridad, y adaptada —solo ligeramente, con partes que incluso se encuentran enfrentadas al «canon» del resto de la saga— ahora a las condiciones de este proyecto. En un futuro lejano, que ha olvidado buena parte de la Historia y creado sus propios mitos, una expedición polar en el planeta Mehrs —Marte— totalmente terraformado se interna donde nadie ha ido jamás, con un frío, un sufrimiento y una desesperación que se transmite al lector. Se trata de una maravilla de relato, sin ninguna duda.

Cierran la antología un poema espacial, Némesis del tiempo, de J. Javier Arnau y, la conclusión a la voz que ha venido «presentando», a forma de narrador omnisciente y bien informado, cada relato, y que en Os disparo, de Rodolfo Martínez, ofrece la conclusión del volumen abriendo eso sí interesantes posibilidades de futuro, pues queda todavía mucho camino por recorrer antes de llegar a Akasa-Puspa. ¿Habrá alguna nueva antología que rellene los huecos que faltan? Ojalá.

Más allá de Némesis se completa, además, con una curiosa y gratificante iniciativa: como material adicional, cada uno de los relatos se abre con un código QR —esa especie de código de barras cuadrados que se pueden leer con un smartphone— que da banda sonora al mismo, al tiempo que se cierran con tres o cuatro de ellos que enlazan a cierta información —científica, literaria…—, apoyando y complementando lo narrado. Una buena iniciativa, ya que, aunque no sea en absoluto necesario leer estas entradas para disfrutar de cada cuento, sí que hacen más completa y satisfactoria esa lectura.

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Reseña de otras obras relacionadas o de los autores incluidos en la antología:


Juan Miguel Aguilera / Javier Redal:
    Némesis.





       

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