VV.AA. Coord. Josué Ramos.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Tyrannosaurus Books.
Barcelona, 2014. 279 páginas.
Hace tiempo que el
steampunk abandonó las fronteras espacio temporales
con las que había nacido como sub género dentro del fantástico,
liberándose del «rígido»
corsé de su ambientación victoriana y británica y buscando otras
épocas y territorios ―sin abandonar del todo los originales, por
supuesto―. Incluso se podría decir que dejó un tanto de lado el
combustible que le diera aliento, ese «vapor» del que recibiera su
nombre, para utilizar otro tipo de propuestas motrices que hacían
crecer nuevas ramas ―dieselpunk,
clockpunk…― de ese tronco común que alguien acertadamente convino en llamar
retrofuturismo. Ácronos viene de alguna manera
a dar cuenta de toda esta evolución, ofreciendo un ramillete de
relatos que utilizan toda la parafernalia intrínseca asociada al
steampunk, pero atreviéndose a dar un paso más allá, ampliando
fronteras temáticas, temporales y geográficas. Una exploración
española, quizá no apta para los demasiado «puristas», a todo
aquello que puede ofrecer el género ―y no es poco―.
Recomendación: adentrarse en sus páginas con la mente abierta, la
imaginación despierta y el ansia de aventuras intacta. Como en toda
antología, hay cuentos mejores y peores, intrascendentes y
fascinantes, tranquilos y arrebatadores, apasionados y reflexivos…
¿Por qué no descubrirlos?
El volumen se abre con La
Venus de Great Neck, de S.J. Chambers ―una de las
firmas más destacadas del actual steampunk anglosajón―. Después
de perder el contacto años atrás, sin razón alguna, un matrimonio
invita a una fiesta a sus viejos conocidos, entre ellos al narrador,
quien antaño estuviera enamorado de la esposa. Allí, entre extraña
parafernalia, descubrirá qué han estado haciendo los últimos doce
años. Como otros de los relatos incluidos, se agarra a una
definición muy «laxa» de steampunk y su narración es interesante,
con el peligro de utilizar los avences científicos de forma
inapropiada y fuera de los debidos controles, pero un tanto «fría»,
algo que se subsana con su revelador final.
Las hermosas
Jaradalias, de Gloria T. Dauden, es el relato de dos
hermanas gemelas, nacidas con unas malformaciones de los huesos de
sus espadas que hacen que sean vendidas por su padre a una feria de
monstruos de la que sueñan con huir pilotando el dirigible de su
«dueño», el Marqués. Con un final un tanto abierto, deja
con ganas de más, sobre todo por la emoción que la autora logra
imbuir en el relato con apenas cuatro pinceladas, y por los detalles
de un mundo mucho más grande, aunque desdibujado, que se intuyen en
el trasfondo
De cómo perdí la
cabeza de mi padre, de Eduardo Vaquerizo, es una de
las grandes «sorpresas» de la antología. No porque no se esperase
la calidad de este autor, ampliamente contrastada, sino por el
extremo enfoque del relato. Los límites del steampunk estirados al
máximo, haciendo gala de un retrofuturismo space opera repleto de
naves espaciales, mecanoides, cabezas cortadas que mantienen su
inteligencia en soportes artificiales, ambiciones desatadas, combates
y luchas varias, viejos amores y creencias ingenuas. Todo un derroche
de imaginativas ideas. Una lástima los incomprensibles defectos que
hacen que el relato en primera persona de la protagonista se vea
entrecortado, sobre todo en su comienzo, por desconcertantes
intervenciones en tercera persona que parecen pertenecer a otra
versión del relato y no ser en absoluto intencionadas.
Le sigue El silencio de Edith, de Ángeles Mora, con la enternecedora historia de un hombre que a la muerte de su padre recibe el encargo de encontrar a un viejo colaborador de este. La historia de una joven muda cuyas «sorpresas» se ven venir desde muy lejos pero no dejan de encandilar. Engranajes, tuercas y tornillos… y el arma definitiva. Un hermoso relato que no depara sorpresa alguna, pero se lee con deleite.
Le sigue El silencio de Edith, de Ángeles Mora, con la enternecedora historia de un hombre que a la muerte de su padre recibe el encargo de encontrar a un viejo colaborador de este. La historia de una joven muda cuyas «sorpresas» se ven venir desde muy lejos pero no dejan de encandilar. Engranajes, tuercas y tornillos… y el arma definitiva. Un hermoso relato que no depara sorpresa alguna, pero se lee con deleite.
Bajo la linterna,
de Héctor Gómez Herrero, es otra muestra de steampunk
situado en un futuro indeterminado que bordea la distopía.
Tras una hecatombe atómica los restos de la humanidad viven en las
partes altas de los rascacielos de una reconstruida ciudad, unidos
unos a otros por una red de puentes y pasarelas: La ciudad se
encuentra dividida en distritos autosuficientes, pero regidos todos
por el gobierno del distrito uno, entre los que solo unos pocos
pueden desplazarse. La revolución se está gestando en las sombras,
bajo la inmisericorde luz que antaño los ingenieros pusieron en el
cielo, contra la excesiva burocracia y opresión. Intenso, romántico,
agobiante en ocasiones, y dramático en su desenlace, este relato es
un canto a la libertad y a la aceptación del «otro», del
diferente.
Con, seguramente, la
ambientación más estrictamente victoriana de todo el volumen,
¿Estás ahí?, de Cristina Puig, es una no
demasiado original historia de espiritismo potenciado por máquinas
mecánicas. Un intento de «racionalizar» lo paranormal poco
convincente. ¿Terror? Tampoco. Un cuento fallido.
En cambio Disparos
en la niebla, de Pedro Moscatel, es todo un acierto.
Se trata de un muy irónico relato que juega con el multiverso y sus
posibilidades con un hombre desplazado de su propio mundo.
Interesante, muy bien escrito y narrado. Una advertencia sobre los
tratos a ciegas con el «diablo» y ―una vez más― sobre jugar
con la tecnología sin comprenderla del todo. Tiene una cadencia
reposada, perfecta para llevar a los lectores al giro final donde el
relato adquiere toda su dolorosa ―e irónica, como ya comentaba―
dimensión.
En Laya,
Josué Ramos acerca el género a territorio y referentes
españoles ―ese cuerpo de la benemérita― con, quizás, uno de
los relatos más «clásicos»
o que más se adapta a lo que se entiende por un steampunk «canónico»
con, a un mismo tiempo, elementos radicalmente diferenciadores. Una
historia que, a pesar de sentirse «completa»,
se antoja también como un capítulo o una parte de algo mucho más
grande, con un trasfondo muy trabajado e interesante. Un
enfrentamiento a bordo de un buque flotante donde se dirimirán
antiguas deudas y afrentas. Ucronía en plena regla.
En Un residuo de
humanidad, de Luis Carbajales, los lectores van a
encontrar el típico, que no tópico, relato que basa su «bondad»
en la sorpresa final. Intenso y acertadamente breve, con un giro que
cierra de manera brutal la historia de un guardia mecanoide que
mantiene una parte de su anterior mente humana. Acción, un tenso
enfrentamiento y una dramática revelación final.
En Jinetes de
fuego, Laura López Alfranca presenta un mundo
francamente atractivo, donde han «vuelto» los dragones y en Gran
Bretaña son utilizados para un brutal espectáculo deportivo. La
historia se sustenta de manera muy atractiva sobre la especial
relación que se establece entre jinetes y dragones, y en la
situación socio-política que se desarrolla a su alrededor, pero el
cambio de rumbo cerca del final lo convierte en una lectura
frustrante e inconclusa. Debería haber sido más trabajado para
encontrar esa versión más satisfactoria que se intuye en potencia.
Elección
envenenada, de Rafael González, narrado en clave del
diario bélico perteneciente a un oficial del ejército británico,
es un relato donde magia y ciencia se entremezclan en una historia de
enfrentamientos coloniales contra los persas francamente
sorprendente. Sin duda, otro más de los que dan ganas de conocer en
mayor profundidad el mundo en que se desarrolla esta aventura.
Implantes, armas fascinantes, ¿magia o ciencia negra?… Ampliando
fronteras.
La revolución de
los hermanos Serdán,
de Paulo
César Ramírez, como su propio título indica, es la
narración de la revolución que una familia desea comenzar. Basado
en la histórica revolución mexícana, lo cierto es que, aunque
adecuados, los elementos steampunk están metidos un tanto con
calzador, siendo en realidad innecesarios para el desarrollo de la
trama, convirtiéndose en mera tramoya. El relato no carece de cierto
interés y está bien escrito, pero se alarga demasiado para la poca
anécdota que ofrece.
Quattromilla
Miglia, de José Ramón Vázquez, es otro de los
relatos de la antología que traen una ambientación futura y post
apocalíptica. Con una aire de lánguida decadencia terminal muy bien
transmitida, una pareja recorre Europa de Oeste a Este a bordo de un
Bugatti visitando los estériles terrenos dejados por la catástrofe
causada por la Bomba. Un relato dotado de un toque de
optimista tristeza en una ambientación muy oscura, mientras se
muestra la disipación a la que se entrega la pareja adentrándose en
los restos que la destrucción y la radicación han dejado en el
Yermo. Tan breve como emotivo.
Casi alcanzado el final
el lector se encuentra con Retrópolis, de Concepción
Perea, una de las «joyas» de la antología. Con un sabor
nostálgico y evocador, recupera la época del fin de los grandes
exploradores y pioneros, siempre soñando con alcanzar una frontera
lejana una gesta imposible, cuando sin embargo ya todo parece
descubierto, cuando las grandes hazañas y aventuras tocan a su fin
con todo el planeta cartografiado. Pero todavía queda una última
meta más allá del horizonte, todavía falta alcanzar la mítica
ciudad de Retrópolis, un lugar al que si algún explorador ha
llegado ninguno ha vuelto para narrarlo.
Cierra el volumen Te
hemos seguido, de Rodolfo Martínez. Un relato que
tiene más bien poco de steampunk pero que se «redime» con el
brillante homenaje de la frase final. Corto e intenso, con una
desasosegante segunda persona que interpela directamente al lector,
baja el telón de Ácronos vol. 2 con una sensación de
satisfacción.
Historias que destacan
por su gran variedad, temática, estilística y de enfoque, amparadas
todas bajo el cada vez más amplio paraguas del steampunk o
retrofuturismo. Truculentas, de aventuras, con toques de humor o
pinceladas de terror, bélicas, space opera, conspiranoicas,
ucrónicas, distópicas, románticas, postapocalípticas… Todas con
unas tecnologías diferentes de las actuales, fascinantes,
llamativas, imaginativas, un tanto ingenuas en ocasiones, con poleas,
tuercas y engranajes, con mecanismos de relojería, con implantes
mecánicos en cuerpos humanos y con autómatas plenamente
funcionales...
Como mayor «defecto»,
un pequeño tirón de orejas a la editorial por una maquetación ―lo
siento, es deformación profesional― que presenta demasiadas líneas
huérfanas y, sobre todo, viudas, que hubieran demandado una
corrección que las evitase para propiciar una lectura todavía más
agradable. Un defecto, no obstante, muy perdonable y que en nada
empaña al contenido de esta recopilación. Y es que Ácronos,
antología steampunk vol. 2, da fe de que éste es un género de
presente y futuro, que ya no necesita mirar al pasado para
encontrarse. Uno de los mayores elogios que se pueden dedicar al
volumen es decir que muchas de sus historias dejan con ganas de
asistir a nuevas aventuras basadas en los mundos aquí creados o en
los personajes que los pueblan. Ojalá sea el caso.
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