miércoles, 16 de abril de 2014

Reseña: Desolación (shift)

Desolación (Shift).
Las crónicas del Silo, 2.

Hugh Howey.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Minotauro. Col. Ciencia ficción. Barcelona, 2014. Título original: Shift. Traducción: Manuel Mata. 575 páginas.

Tras descubrir ―aquellos que leyeran el libro, claro― qué era ese claustrofóbico y opresivo lugar subterráneo, ese «silo» donde se desarrollaba la acción de Espejismo (wool), ahora ha llegado el momento de saber cómo y porqué sus habitantes llegaron a quedar encerrados allá dentro, quién concibió semejante proyecto y cuáles eran sus motivaciones para construirlo. Desolación (shift) es así, de inicio, no una continuación, sino una «precuela» y, después, una historia paralela de la anterior. El autor vuelve a utilizar una estructura similar: tres historias consecutivas ―publicadas en origen en formato electrónico por separado― y, más o menos, «independientes», que, continuándose las unas a las otras, conforman en realidad un todo, recopiladas a posteriori en un solo volumen, el que nos ocupa, que viene a narrar en conjunto los hechos que llevaron a la situación que los lectores conocieran en la anterior entrega: un mundo postapocalíptico donde los supuestos últimos restos de la Humanidad viven encerrados en unos grandes «edificios» subterráneos, único refugio contra la atmósfera irrespirable del exterior.

Howey, creando un futuro tan literariamente atractivo como intelectualmente aterrador, juega en esta ocasión con elementos técnicos y científicos que quizá se encuentran ya al ancance de la mano como la nanotecnología, con grandes avances y aplicaciones médicas para ―entre otros― la prolongación de la vida; la criogenía, teóricamente prohibida en ese futuro; o la modificación de las mentes mediante fármacos como el propanolol que ayudan a borrar y reconstruir recuerdos... Iniciando la historia en un futuro relativamente cercano, en 2049, y echando mano de temas tan de actualidad como el terrorismo internacional o las guerras en Oriente Medio que sirven para «justificar» políticas atroces, desde un principio el autor plantea cómo el miedo al otro, al enemigo, lleva a realizar acciones desesperadas, y cómo los poderosos siempre gustan de disponer del destino de los demás, sin consultárselo, siempre que ellos no se vean perjudicados.

Desolación (shift) se compone de tres partes, donde el hilo central conductor de todas ellas son los «turnos» de servicio que se establecen desde su principio en el silo 1. Un silo diferente de todos los demás, pues, en lugar de una población que se perpetúa de generación en generación, existe allí un contingente estable, criogenizada en su mayor parte y donde los hombres ―y sólo los hombres, las mujeres siguen «durmiendo» y, por tanto, no hay reproducción posible― son despertados para cumplir sus obligaciones en diferentes puestos durante breves periodos de tiempo y vueltos a congelar después hasta la siguiente ocasión. A su vez, aparte de esta historia «central», cada una de las tres partes desarrolla una particular trama «paralela» que sirve de contrapunto a lo que está sucediendo allí y que avanza inexorable hacia el contacto con la novela precedente.

En el primer turno, Legado, la acción se divide, mediante capítulos alternos, entre los años 2049-2052, donde Donald Keene, recién elegido congresista de los EE.UU., obtiene un importante encargo de manos del senador Thurman ―de quien depende políticamente y que, además, es el padre de Anna, una antigua novia de la universidad también presente en el desarrollo del proyecto― y el año 2110, donde un desorientado Troy es sacado de un largo sueño criogénico para cumplir su «primer turno» de servicio de seis meses en el Silo 1. Por un lado, Donald, utilizando los conocimientos adquiridos en sus estudios de arquitectura y partiendo de un proyecto de su carrera de un gran edificio autosostenible, deberá colaborar en el diseño de una especie de mega bunker donde una población «significativa» ―políticos, militares, sus familiares…― pueda refugiarse ante ciertas amenazas. Sin embargo, como un pequeño engranaje en una enorme maquinaria, la conspiración le sobrepasa y, superado por el secretismo de las políticas de Washington D.C., Donald no conoce ni sospecha el verdadero alcance de lo que están construyendo; pero lo que sí sabe es que las muchas horas dedicadas a este trabajo y la distancia con su hogar están afectando a su matrimonio y al resto de su vida. Por otro lado, Troy debe adaptarse a su nueva realidad, luchando contra unos recuerdos que no deberían estar allí y buscando respuestas que no se encuentran a su alcance. De alguna manera inevitable, no podía ser de otra forma, ambas historias van a confluir desde la distancia y esta primera parte se cierra con un final anticipado y esperado por los que ya hayan leído Espejismo, pero no menos dramático y demoledor por ello.

En el segundo turno, Orden, la acción se reparte esta vez alternativamente entre el Silo 1, donde Troy es despertado de nuevo, descubriendo que muchas cosas han cambiado a pesar de que todo parece básicamente lo mismo; y el silo 18, que se encuentra la borde del estallido social. Hay grandes signos de que las cosas están empezando a marchar realmente mal en todos los ámbitos. Donald vuelve a hacer acto de presencia, situándose en el centro de una situación muy complicada que sirve para luz las medidas que los diseñadores del proyecto previeron para evitar el fracaso del mismo. Mientras tanto, en el 18, en el año del gran levantamiento, Mission Jones, un joven porteador, va a ver cómo su vida se pone patas arriba, mientras todo se deteriora a su alrededor. De alguna manera, esta entrega central, repite ciertos temas y esquemas ya explotados en Espejismo (wool), con una revolución interna que pone contra las cuerdas el funcionamiento y continuidad de la sociedad del silo 18. La deshumanización que lucha contra la empatía dentro del delicado y cerrado mundo del futuro. La tiranía, la ignorancia y el secretismo. Las dudas sobre la mejor forma de hacer las cosas... Sirve todo ello, además, para apuntalar las enormes diferencias existentes entre el silo 1 y todos los demás.

Se antoja que Donald, uno de los personajes recurrentes gracias a la criogenia y, de alguna forma, actor principal de este drama, se encuentra sin embargo en todo momento simplemente reaccionando ante lo que le rodea ―no sólo aquí, sino en la anterior historia también―, sin tomar decisiones sino dejándose llevar por los actos de, entre otros, aquellos que dirigen y controlan el proyecto desde su principio. No es un protagonista activo, sino apenas un pelele que se deja llevar por la corriente para satisfacer todos los deseos de sus superiores aún a costa de «adormecer» su propia conciencia a base de fármacos. No es hasta mucho más tarde cuando empieza a coger las riendas de su propia existencia, cuando quizá ya sea demasiado tarde. Es, en todos los aspectos, un triste antihéroe que debe sobreponerse, aún a costa de bucear bajo ellos, a todos los dilemas morales que salen a su paso y cargar con su básica humanidad, aún a riesgo de perderla, y de perderse él mismo, por el camino.

En el tercer turno, Pacto, saltando entre los años 2312, con la acción situada en el silo 17, donde el adolescente Jimmy Parker va a ver como una terrible «pesadilla» se adueña de su vida tras una cruenta sublevación, hasta el año 2345 en el silo 1, donde gracias al milagro de la criogenía, el lector se reencuentra una vez más con alguno de los personajes de las dos anteriores historias, aunque para sorpresa del principal implicado parece que alguien ha cometido un terrible error de identidad… Un «error» que va a conducir a una venganza tan irracionalmente humana como mezquina y triste, al tiempo que da un nuevo enfoque al destino del proyecto con el intento de descubrir si realmente el mundo del exterior es tan tóxico como les han hecho creer ―algo que el lector ya sabe, y con lo que Howey juega a la perfección entre guiños y giros sopresa― y qué es lo que se puede encontrar más allá de los silos.

Con este tercer turno se «cierra» el círculo y conecta la trama con el final del libro previo. Los lectores de Espejismo (wool) van a identificar pronto, sin duda, la génesis de uno de los protagonistas de una de las partes de esa novela, narrando de forma ampliada una historia ya conocida. Se encuentran perfectamente retratados los efectos que la lucha y el aislamiento durante treinta y cuatro años van a causar en Jimmy, un auténtico Robinson sin un Jueves que le ate a la cordura: la soledad, la supervivencia sin esperanza, la locura, la confusión, la paranoia, la destrucción psicológica… Mientras, en el silo 1 se empieza a descubrir el auténtico plan tras todo el proyecto de construcción de todo el complejo, los objetivos reales, las decisiones y consecuencias, y no es algo agradable en absoluto. Justo cuando parece intuirse un mínimo rayo de esperanza, el final deja ominosas amenazas en el aire para empezar con fuerza el tercer volumen.

Howey hace gala de una narración muy ágil y rápida, con escenas y capítulos breves, que saltan entre dos historias que terminan confluyendo en cada «turno» evitando los puntos muertos a base de ―muchos― cliffhangers y precisas elipsis. La historia de Desolación (shift) abarca de esta manera un periodo de varios siglos, desde el inicio del proyecto de construcción de los silos en un futuro cercano hasta el momento en que la historia conecta con el final de Espejismo (wool). Remarcando el atractivo de todos sus componentes: conspiraciones políticas, acción, introspección, estudio de la naturaleza humana en situaciones límite, suspense e intriga, angustia vital, secretos, mentiras y traiciones…, tal vez el conjunto se sienta un poco por debajo del nivel alcanzado por el volumen precedente, sirviendo sobre todo para ampliar el conocimiento del funcionamiento de estos mundos subterráneos, pero resintiéndose algo ante la falta de una parte de la emoción, de esa tensión ante el desconocimiento de lo que depara el futuro, que mostraba la anterior.

Y es que Desolación (shift), obviamente, no tiene ya tanta capacidad de intriga y sorpresa como su predecesora ―salvo que no se haya leído la misma y se comience directamente por ésta― ante el mundo en que se desarrolla la acción, lo cual no significa en absoluto que se trate de una mala historia. El lector ya conoce la razón principal de la existencia de los silos, ya ha sentido la claustrofobia y la desesperación de sus habitantes, ya ha visto las duras condiciones de vida y la rígida sociedad que se ha desarrollado en ellos, así que la decisión de Howey de volver sobre sus pasos y ofrecer toda esta línea previa parece perfectamente acertada de cara hacia la creación de la debida intensidad en el enfrentamiento que se avecina. Pero no se puede negar que resulta un tanto frustrante, pues lo que el lector deseaba al cerrar Espejismo (wool) era asistir precisamente a ese prometido combate que aquí se le hurta. Algo que ahora, sin embargo, se anticipa incluso más atractivo con el conocimiento de todos los antecedentes, ya que al cerrar el presente volumen queda todavía más claro que no todo es blanco o negro en este mundo polvoriento y que los enemigos no siempre son los que deberían. Así, esta entrega sirve para crear el necesario trasfondo que lleva a entender cómo y porqué se ha llegado hasta la situación que el lector ya conocía con anterioridad, al tiempo que lo deja todo preparado para su esperado desenlace. Ya falta menos para la publicación en español, el próximo octubre, de la tercera y última entrega, Vestigios (dust), donde el lector debería poder descubrir qué pasó después...

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