Iria G. Parente / Selene M. Pascual.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Nocturna ediciones. Madrid, 2015. Col. Literatura mágica. 573 paginas.
En un mundo medieval la sociedad imperante y sus tradiciones, costumbres y dinámicas solían colocar al hombre por encima de la mujer y al noble por encima del lacayo. Pero hay veces que incluso un príncipe debe labrarse su propio camino en su aspiración al trono; y hay mujeres que se niegan a aceptar el orden imperante y se atreven a soñar con hacerse un hueco propio allí donde no lo tienen reservado. Sueños de piedra es el relato de un viaje, iniciático sí así se le quiere considerar, donde un joven demasiado pagado de sí mismo, egocéntrico y mujeriego, y una muchacha, curtida y machacada por la vida, que sabe muy bien lo que quiere, compartirán camino junto a un aspirante a mago bastante torpe, descubriendo en su interior cualidades que ni siquiera sospechaban poseer, y forjando una complicada relación, basada en el respeto mutuo y no en la dominación. Saltarán chispas y se exacerbarán sentimientos a flor de piel. No será un camino de rosas y el final del viaje se intuye doloroso. Se trata de una novela, aún a pesar de su adscripción juvenil (el público al que va decididamente enfocada), muy dura en ciertos momentos, que trata temas muy poco habituales, incluso polémicos, como son la prostitución, la violación, la discriminación y la desigualdad entre hombres y mujeres, la infidelidad o las relaciones fuera del matrimonio.
El príncipe Arthmael ve como su padre, el rey Brydon de Silfos, convierte a su hermanastro Jacques (un “bastardo” real nacido antes que él) en el heredero de la corona, y decide echarse a la aventura para hacerse un nombre, ganarse el respeto de su pueblo y recuperar lo que está convencido que le pertenece. Al mismo tiempo, Lynne, una joven maltratada por la vida, forzada a convertirse en prostituta al quedar huérfana a temprana edad, decide romper con una vida que odia, huir del burdel y forjarse su propia carrera como mercader. Dejando la ciudad se encontrarán con una rana parlante, que resultará ser Hazan, un muchachuelo que ha sido apartado de sus estudios de magia debido a sus torpezas, y que se haya inmerso en una misión para encontrar a quien puede entregarle la cura para la misteriosa enfermedad que postra a su hermana. Los tres, unidos por las azarosas circunstancias, decidirán acompañarse en sus respectivos viajes, siempre que sus caminos lleven rumbos coincidentes.
Cruzando de un reino a otro de Marabilia, tendrán que enfrentar los más diversos peligros y vivir emocionantes y arriesgadas aventuras: asaltantes, bosques encantados, asesinos, magia natural, criaturas fantásticas y salvajes, emboscadas…, mientras entre los tres se va creando una relación de lo más especial, complicada y llena de secretos, de enfrentamientos y atracciones. Las autoras alternan los capítulos desde la óptica en primera persona de Lynne y de Arthmael, mostrando la evolución de sus personalidades y sentimientos modelados por lo que les va sucediendo, cómo van cambiando su forma de ver al otro, cómo van aprendiendo a vencer sus dudas, a proyectar en el otro las virtudes de cada uno, haciéndolos muy cercanos y comprensibles. Uno es, al principio, un arrogante, indolente y consentido ejemplar de lo peor que la nobleza pueda dar de sí; carente de dudas, su único sueño es hacerse con la corona que piensa que le pertenece por derecho mientras las mujeres deben ir cayendo a sus pies (o en su cama, más bien) y de hecho lo hacen; todo un cretino, hay que reconocerlo. Lynne, en cambio, mostrando al mundo un rostro de inusitada fortaleza, se encuentra profundamente fragmentada por dentro. Humillada y utilizada durante años de la peor manera, ha aprendido a despreciar a todos los hombres y su visión del mundo se encuentra enormemente sesgada hacia lo negativo, algo con lo que tendrá que luchar denodadamente para poder relacionarse de una forma “sana” con los demás. La relación entre ambos se convierte en un continuo tira y afloja, casi una competición cargada de una tensión que va a dar lugar a las más divertidas situaciones (aunque no siempre lo sean así para alguno de los dos) y a una rivalidad entre el odio y el cariño, donde el egocentrismo de él choca con la desconfianza, la dificultad para abrirse a los demás y el deseo de libertad de ella.
Entre ambos personajes, en un plano mucho más secundario y destinado a rebajar un tanto el tono oscuro que en ocasiones se apodera del relato, introduciendo una nota de humor en las situaciones, se encuentra Hazan, un niño ingenuo y adorable, torpe aspirante a hechicero, encarnación de la inocencia, quien, sin embargo, también oculta sus propios demonios. De alguna manera terminara convirtiéndose en el nexo de unión entre los dos protagonistas, en el factor aglutinante del grupo, pues a la postre su misión de encontrar una cura para su hermana será lo que les mantenga en un mismo camino.
Con una prosa directa y poco dada al artificio, Sueños de piedra tiene la estructura de un cuento de princesas clásico, pero con un enfoque decididamente “adulto”, dónde la recurrente “plebeya” es capaz de sacarse las castañas del fuego ella misma sin esperar la ayuda de ningún proverbial príncipe azul que venga en su rescate o le “regale” una vida de lujo. La protagonista femenina es un personaje fuerte, cargada de inseguridades pero decidida a valerse por sí misma y a conseguir sus objetivos por muchos obstáculos que la vida ponga ante ella. Además, llama la atención, llegando incluso a saturar, la enorme carga sexual del relato, donde en prácticamente cada capítulo hay una alusión (variando en una escala que va desde la simple insinuación o picardía hasta la consumación completa, deseada o forzada, pasando por el roce, el calentón, el toqueteo o el escarceo amoroso). Una carga sexual que choca un tanto al confrontarla a la inmensa ingenuidad de casi todos los demás componentes del relato. Con la historia desarrollándose en una especie de Edad Media idealizada e irreal, apenas perfilada, donde los problemas se solucionan de un modo rápido y expeditivo, y la mayoría de elementos se encuentran expuestos de forma demasiado simplista (la trama hubiera requerido de bastante más ambientación), hay escenas realmente duras y degradantes, con descripciones terribles de lo que un ser humano, un hombre despreciable, puede llegar hacerle a otro sin su consentimiento, una mujer que no se doblega, pero que no deja de sufrir por ello, donde las autoras centran la fuerza de su mensaje.
Y es que la novela hace gala de un profundo mensaje feminista (en el sentido correcto del término), sobre una mujer que quiere sentirse realizada por sí misma en un mundo, dominado por los hombres, que quiere aplastarla; y sobre un hombre que, aún sin ser muy consciente de sus propios fallos y debilidades, decide apoyarla sin ponerla bajo su sombra, siendo leal a sus sentimientos. Un mensaje donde la mujer no es inferior al hombre, ni éste a ella, sino que se complementan desde el respeto mutuo, desde la comprensión del otro, desde la aceptación de sus diferencias y el apoyo sin condescendencia.
Los cuentos siempre han tenido un lado oscuro, los sueños por los que merece la pena luchar siempre han sido los más difíciles de conseguir, pero el camino se hace un poco más fácil de recorrer si se camina en compañía. Sueños de piedra es un libro autoconclusivo más centrado en los sentimientos de los personajes, perfectamente perfilados, que en la acción desatada, lleno de fantasía, de aventuras, de lances sexuales (no siempre placenteros para una de las partes implicadas), con un romance diferente, con dos jóvenes confusos de muy diferente manera buscando encontrar su lugar en el mundo y dispuestos a luchar por conseguirlo; y con un final en dos tiempos que deja supurando el corazón. Una lectura inesperada, diferente, que navega entre la ingenuidad y la crudeza, con un puntito perverso, y con un mensaje que va calando y merece la pena ser escuchado, aunque requiera de un público joven formado y abierto para no quedarse en lo meramente superficial.
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