jueves, 29 de septiembre de 2016

Reseña: El pozo de la ascensión

El Pozo de la Ascensión.
Nacidos de la Bruma (Mistborn) - II.

Brandon Sanderson.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Ediciones B. Col. Nova. Barcelona, 2016. Título original: The Well of Ascension: Book Two of Mistborn . Traducción: Rafael Marín Trechera [con revisión de Manuel de los Reyes]. 800 páginas.

Esta reseña fue publicada en Sagacomic el 24 de junio de 2009 con ocasión de la primera edición en España de la novela y, con algunos cambios mínimos, volvemos a traerla a portada ahora, aprovechando la recuperación de la trilogía por parte de Nova, con nuevas portadas y con la revisión de la traducción original a cargo de Manuel de los Reyes para unificar ciertos términos y situar la obra en mejor contexto dentro del Cosmere bajo la coordinación de Marina Vidal y Dídac de Prades. El Pozo de la Ascensión, volumen segundo de la trilogía Nacidos de la Bruma, bebe directamente de los sucesos acaecidos en El Imperio Final, así que si el lector todavía no ha disfrutado de esa primera entrega le sería muy recomendable no seguir leyendo estas líneas ya que sin duda es imposible hablar del que nos ocupa sin desvelar importantísimos detalles que destripan parte del argumento y las sorpresas de aquel. Advertido queda quien continúe adelante.

Ha pasado un año desde los acontecimientos que llevaron al derrocamiento del Lord Legislador y Elend Venture, con el apoyo de Vin y el resto de la Banda de Kelsier, se ha convertido en rey de la ciudad de Luthadel y ha empezado a aplicar sus peculiares ideas sobre el ejercicio del poder —igualdad y justicia para todos los súbditos— sacadas de sus muchas lecturas. Pero las cosas no son en absoluto sencillas. La guerra ha estallado por todos los territorios del Imperio Final, dos ejércitos se apresuran a sitiar Luthadel buscando el ansiado atium del antiguo tirano, los nobles complotan para poder mantener su particular parcela de poder, los antiguos esclavos skaa comienzan a cuestionarse su estatus y en remotas partes del extinto Imperio las nieblas no terminan de desaparecer al terminar la noche y, lo más terrible, aparentemente han empezado a matar personas. En este oscuro contexto, Elend y Vin mantienen una extraña relación sentimental, donde ambos, cada uno a su manera, llenos de dudas se cuestionan los sentimientos del otro y los suyos propios; y el ferruquimista Sazed hará un sorprendente descubrimiento que podría cambiar todo lo que piensan saber sobre el Lord Legislador, lo sucedido en el Pozo de la Ascensión hace ya 1000 años y la identidad y el sentido de la profecía del llamado Héroe de las Eras.

El Pozo de la Ascensión comienza de forma lenta, morosamente lenta, dando mucha predominancia a las cuestiones y discusiones políticas, al romance entre Vin y Elend, y a la investigaciones de Sazed —que por muy interesantes no dejan de ser un personaje rebuscando entre viejos legajos—. Las incursiones de vigilancia nocturna de Vin por los tejados y callejones de Luthadel animan y dan vida a la narración, aunque los enfrentamientos alománticos pueden dar una sensación de algo ya conocido, por muy espectaculares que los describa el autor, después de los de la anterior entrega. Además, el gran protagonismo adquirido por Elend, en detrimento de otros secundarios de la Banda que apenas tienen importancia en este volumen, tampoco ayuda en los primeros compases, dada la alarmante falta de carisma del personaje, sobre todo cuando se le compara con el papel jugado anteriormente por Kelsier, de quien aparentemente ha heredado el liderazgo de sus seguidores y su gente. La narración avanza despacio, no exenta de interés en absoluto, pero se hubiera agradecido algo más de emoción y tensión. Aprovecha Sanderson este inicio para explorar los papeles que desempeñan las creencias, profecías o leyendas en la creación y el destino de los reinos, de cómo las personas que adquieren el poder político en tiempos de crisis pueden ver modificadas sus intenciones —incluso convirtiéndose en malvados— por la fuerza de las circunstancias adversas o por las decisiones que deben tomar obligados por la simple y dura realidad del día a día. De cómo, en definitiva, los ideales deben adaptarse al contexto en que deben ser aplicados.

De ese modo plantea la duda sobre si el propio Lord Legislador no fue en verdad un héroe que venció a las brumas y se convirtió en un tirano para salvar al Imperio Final de males mayores. Juega así el autor con la propia idea del «héroe», aunque en esta ocasión se centra más las dificultades y realidades prácticas del ejercicio del liderazgo, y menos en el desarrollo de la propia leyenda heroica, encarnada por el legado de Kelsier entre los skaa. Elend, que intenta instituir una especie de monarquía parlamentaria, ve como sus ideas de igualdad y justicia para todos se ven amenazadas desde dentro, por los nobles y la propia Asamblea que él ha creado, y desde fuera, por la presencia de los ejércitos acampados a sus puertas, uno de ellos dirigido por su propio padre, Straff Venture, quien ansía quitarle la corona de Luthadel aunque sea a costa de la vida de su vástago.

Sanderson envuelve a la historia, poco a poco, de un sentimiento de inevitable catástrofe, de un camino sin retorno hacia el abismo y la muerte, que va atrapando la atención del lector y subiendo el interés de lo narrado y la demandada tensión conforme pasan las páginas. Le cuesta entrar en materia, sí, pero cuando por fin las cosas se aceleran lo hacen a fondo. Como ya sucediera en el anterior volumen, lo que aquí se encuentra el lector es una historia de superhéroes, de una clase especial de personas con increíbles superpoderes —incluso llega a aparecer un trasunto de Hulk, pero que no cambia de personalidad ni pierde la cabeza al trasformarse— que están llamados a defender a la gente corriente, a los débiles e indefensos, de las fuerzas del mal, mientras se enfrentan a su vez a otros supervillanos. Uno casi espera oír de boca de alguno de los personajes aquello de «todo gran poder conlleva una gran responsabilidad». Si en El Imperio Final se asistía a la historia de cómo unos héroes derrocaban a un tirano, aquí de lo que se trata es de ver cómo esos mismos héroes intentan construir un reino después de su victoria, enfrentándose a cantidad de fuerzas adversas, demostrando, tal vez, que la construcción y mantenimiento de algo nuevo es una tarea mucho más complicada que la de derrocar a un enemigo, y que el trabajo y los reproches comienzan justo después de las celebraciones.

Junto a los antiguos miembros de la Banda de Kelsier, algunos de ellos bastante desaprovechados en esta ocasión dada su poca relevancia o participación en la narración, Sanderson da un mayor protagonismo a algunos que apenas lo habían tenido anteriormente, como el ferruquimista Sazed, cuya investigación será el desencadenante de inesperados sucesos, o el kandra OreSeur, cuyo contrato ha heredado Vin a la muerte de su anterior propietario, Kelsier. Precisamente, la presencia de OreSeur como una especie de guardaespaldas de Vin en sus escapadas a través de la noche y las brumas de Luthadel, establece entre ellos una especial relación que el autor aprovecha para profundizar en la psicología de la joven, en sus dudas y motivaciones…, algo que será especialmente interesante cuando entre en la ecuación, Zane, un Nacido de las Brumas de uno de los ejércitos enemigos, quien provocará en ella confusas reacciones. Zane es un personaje ambivalente, bastante desequilibrado, que parece tener una agenda propia, más allá de lo que su amo y señor, Straff Venture, planea para él. Estos «nuevos» personajes, junto a otros como la también ferruquimista Tindwyl, llamada para educar «regiamente» a Elend, desplazan de alguna manera a los antiguos, que de estar aparentemente destinados a regir el futuro del reino —función que sí que cumplen, de todas maneras— quedan de alguna manera un tanto apartados del foco de la atención del lector y sirven más que nada para dar cuerpo a la sospecha de que hay un suplantador entre sus filas, un kandra que habría adoptado el aspecto de uno de ellos, dispuesto a espiarlos y traicionarlos. También hay que constatar, por otro lado, que a Sanderson no le tiembla la mano en absoluto y, como en otros ejemplos de la fantasía moderna en los que el lector puede fácilmente pensar, los protagonistas no tienen garantizada su continuidad para la próxima entrega, cayendo aquí como moscas.

Después de un comienzo titubeante y algo lento, centrado en las tramas políticas y amorosas de los protagonistas, necesariamente «expositivo», el libro se embarca más directamente en la trama propiamente que da título al libro, la del Pozo de la Ascensión, y la narración se acelera y aumenta de interés a pasos agigantados, sumergiendo por fin al lector en la lucha por la asediada Luthadel y la búsqueda del Pozo. La terrible batalla y la traición que se avecina conducen la historia a un sorprendente —esta vez sí— final; aunque al contrario de lo que sucediera en El Imperio Final, en que todo quedaba bien atado como si de un volumen unitario se tratase, aquí quedan muchos hilos abiertos y preparados para El Héroe de las Eras. Aunque pueda ser cierto que El Pozo de la Ascensión comienza con excesiva «tranquilidad», superada apenas la mitad del libro el ritmo es tan arrollador y el final tan explosivo que su lectura bien merece la pena, viniendo además cargada de apetecibles promesas para el cierre de la trilogía.

2 comentarios:

Cronicas del Libro Seriefilo dijo...

Sí que da muchas vueltas durante el primer tercio de la novela, pero lo considero necesario para explorar a fondo el discurso de SAnderson sobre lo que pasaría después de que "el malo" ha sido derrotado. No es nada inverosímil lo que va narrando al respecto, lo que añade más capas a la obra. El Imperio Final es más adictiva, eso sí, pero El Pozo es más profunda

Santiago dijo...

Sí. Sanderson toma como punto de partida algo que se había solido dejar muy de lado en la Literatura en general y en la fantástica en particular. Los "héroes" han ganado, bien, pero ¿qué pasa a partir de entonces? Quizá gobernar no sea tan sencillo, y eso es algo que el autor presenta de forma magistral.

También es cierto que esta novela es más profunda que la anterior, pero precisamente porque tiene buenos cimientos sobre los que construir o en los que profundizar ;-)

Saludos