Todopoderoso.
José Manuel Mariscal.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Edición digital (ePub) sobre la edición de Ed. Valinor. 132 páginas.
Superpoderes y postapocalipsis; muerte, destrucción y búsqueda de venganza; crítica social y denuncia del maltrato de género; traición y desesperanza; secretos y malentendidos… Y mala suerte editorial. Esta novela, la primera del autor, fue originalmente publicada en 2015 por una editorial llamada Valinor que recién empezaba su andadura y que pocos meses después cesaba su actividad por falta de fondos y tiempo. A pesar del cierre las novelas editadas quedaron en un limbo legal sin que los autores pudieran recuperar sus derechos hasta pasados los dos años estipulados en los contratos, momento en el cual Mariscal ha decidido intentar dar una nueva «vida» a su criatura ofreciéndola a través de la plataforma Lektu en formato digital, vía por la que ha llegado hasta el buzón de Sagacomic. Su brevedad y una sinopsis no exenta de interés me decidió a darle una oportunidad; una oportunidad que a punto estuvo de quedar truncada en el mismísimo primer capítulo, pero que, como bien se puede suponer a raíz de la lectura de esta reseña, al final llegó a término. Una lectura que me descubrió los mimbres de un buen autor en potencia, con una historia intrigante y con algún giro de lo más interesante.
Como ya he dicho, estuve a punto de dejar la lectura en el primer capítulo debido a un «recurso» que me pareció tan gratuito como inverosímil, pero al que al final dejé pasar tomándolo más bien como un simple homenaje y no un signo de vagancia. En el primer capítulo, titulado La carretera, el lector se va a encontrar con un relato postapocalíptico con una ambientación muy similar a la de la novela de Cormac McCarthy en que el protagonista, en primera persona, se encuentra embarcado en un viaje a través de la devastación leyendo casualmente la novela de McCarthy. Además de lo improbable de la situación —¿quién en medio de una situación de ese calibre quiere leer sobre lo mal que lo pasan otros en una circunstancia similar?— me pareció un burdo intento de conseguir que el lector se haga idea de la ambientación por asociación de ideas sin tener en realidad que trabajársela —cualquiera que haya leído La carretera tendrá enseguida la imagen mental de la desesperación, el abandono, el fin del mundo…—. Pero como tan sólo se trataba de una pequeña mención, de un guiño que podría ser interpretado de muy diferente manera por cada lector —y es muy probable que mi interpretación sea de lo más errónea—, como la novela no es muy larga y como la cosa tampoco pintaba mal del todo, con una situación que prometía, decidí en ese momento darle un voto de confianza y seguir leyendo. No me arrepiento.
El autor estructura la novela en tres partes desde el punto de vista del protagonista perseguidor en la primera y tercera, y del propio «todopoderoso» en una segunda parte en la que se refleja la historia del personaje y de sus motivaciones para hacer lo que ha hecho. La primera parte, a modo de road fiction postapocalíptica muestra los avances del protagonista en medio de la devastación, el mundo casi vacío de humanos, la crueldad y dureza del nuevo estatus, los peligros continuos a que se enfrentan los supervivientes —siendo uno de los mayores de ellos precisamente el encuentro con otros supervivientes—… mientras el protagonista viaja hacia la última localización en que se ha visto al ser, reflejando diversas peripecias y encuentros que dan cuenta del estado del mundo y del personaje. Su sed de venganza, su deseo de comprensión y de retribución, es lo único que le mantiene en marcha en un mundo que se desmorona de forma irreparable a su alrededor, mientras se cruza con otros supervivientes y sus también terribles historias. En el fin del mundo apenas hay lugar para el calor humano.
Y cuando parece que la narración se acerca a un desenlace muy anticipado el autor decide recapitular la historia del supuesto todopoderoso y en la segunda parte le entrega la voz para relatar las motivaciones y circunstancias que han llevado hasta allí, su infancia y juventud, el descubrimiento de sus superpoderes, dejando la resolución para la tercera y definitiva parte, donde el lector descubre que las cosas no siempre son lo que parecen y que, como la literatura no se cansa de avisar, hay que tener cuidado con lo que se desea porque puede llegar a convertirse en realidad y descubrir entonces que el resultado no era lo que uno de verdad quería.
Mariscal comete algunos pecados propios de escritor novel, como un exceso de información reiterativa para caracterizar a los protagonistas, sobre todo al causante de la devastación, buscando una profundidad que explique todos sus actos, pero que se convierte en excesivo sin aportar la deseada tridimensionalidad; o la repetición de un mismo esquema en la personalidad de dos personajes secundarios, dos mujeres, en su búsqueda de reflejar el horror del maltrato machista y la dependencia de quien lo sufre; o la presencia de ciertos pasajes en el que la prosa no se encuentra todo lo pulida que debiera cuando el autor parece decidido a hacer avanzar cuanto antes la acción; o el uso de ciertos tópicos muy explotados dentro del género postapocalíptico a los que no se consigue dotar de nuevas facetas... Detalles todos ellos que se pueden ir perfectamente puliendo con la práctica en posteriores novelas.
En todo caso Todopoderoso presenta un buen ejercicio de debut, uniendo a una prosa cruda y descarnada una historia atractiva, breve sin extender más allá de su longitud natural la trama, con ciertos giros muy interesantes, explotando el género postapocalíptico dotándolo de una curiosa pátina de superpoderes —que en ningún momento se convierten en el centro del relato, aunque muy posiblemente sí en su detonante— y que deja una buena sensación al pasar la última página con un final totalmente autoconclusivo. Una novela que, muy posiblemente, hubiera merecido mejor suerte en su primer momento editorial.
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