sábado, 29 de septiembre de 2018

Reseña: La puerta de Abadón

La puerta de Abadón.
The Expanse 3.

James S.A. Corey.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Ediciones B. Col, Nova. Barcelona, 2018. Título original: Abadon's Gate Traducción: David Tejera Exposito. 575 páginas.

Una puerta ha sido abierta, pero ¿debería la humanidad cruzarla? En este tercer volumen de la serie The Expanse la protomolécula, aunque ya no tan en el centro directo de la trama, continúa haciendo de las suyas y sus acciones siguen siendo tan incomprensibles como en las dos anteriores entregas. Ha construido una gran estructura más allá de la órbita de Urano, un anillo de dimensiones descomunales del que nadie sabe cuál pueda ser su función u objetivo. Holden y compañía se verán en medio de las fuerzas enfrentadas en una tensa calma, la Tierra, Marte y APE, que intentan dar respuesta al enigma enviando cada una su propia flotilla a la zona. El tándem tras el nombre de James S.A. Corey sigue facturando una space opera repleta de aventura, emoción, algo de polìtica, preguntas metafísicas y cuestiones tecnológicas. Batallas espaciales, luchas personales cuerpo a cuerpo, paseos extravehiculares por el espacio,  combates en el interior de las naves, motines, sacrificios, sabotajes, espiritualidad… La pregunta sobre el origen de la protomolécula y su misión será contestada dando paso a nuevas tramas cargadas de emoción. Los enfrentamientos de las grandes potencias del Sistema Solar se van a ver mezclados con conflictos personales que le dan gran cercanía a las diversas tramas. Como siempre aviso, detalles de la presente reseña pueden considerarse destripes de las tramas de las novelas anteriores, así que la recomendación es adentrarse en la lectura con las debidas precauciones o, muy recomendable, haberse leído previamente y en su debido orden El despertar del leviatán y La guerra de Calibán.

James Holden y su tripulación, desligados de su contrato con la APE, planean alejarse lo más posible del anillo y, por tanto, de la protomolécula. Les va bien como agentes independientes, pero los hados no parecen estar a su favor, así que la ruta que finalmente van a emprender será la opuesta a la deseada. Flotillas hostiles de muy diversas naves de procedencia de los tres bandos se encuentra apostada a este lado del anillo, en una tensa espera para ponerse a investigar más allá de enviar sondas a su interior; pero, como enseguida se va a ver en el propio prólogo de la novela, los acontecimientos se van a precipitar y todo se pondrá en movimiento de formas que no todos esperaban.

Para la ocasión los autores, como en el anterior, estructuran la novela en cuatro líneas a la cabeza de cada cual ponen a un protagonista principal, siendo Holden el único que «repite» en esta función de focalizar un punto de vista. Los otros tres son, a la sazón, una joven en busca de venganza, una pastora metodista de firmes convicciones y un veterano soldado terrícola al servicio ahora de la APE. La elección de los personajes no es baladí y permite un enfoque algo diferente del de entregas anteriores, con quizá algo menos de componente político —que también lo hay y mucho—, y mayor potenciación de la pura aventura. Los autores no olvidan ofrecer enormes dosis de intriga y de acción, pero la presencia de estos nuevos puntos de vista les abre el campo para reflexionar sobre temas como la compasión, el perdón, la redención, el sacrificio desinteresado o la cooperación desde diferentes enfoques y modos de pensar.

Las tramas de alguna manera dejan atrás el tema de la protomolécula y se centran más en el conflicto en que se encuentra dividida la humanidad. Y si al haber leído un poquito de ciencia ficción se le une el título de la novela, cualquier lector pronto sospechará al menos una de las funciones principales del anillo o «puerta». Así que, tal vez, más que saber qué es el objeto en sí sea preciso saber primero qué es lo que puede haber al otro lado o, mejor aún, quién podría estar esperando más allá. ¿Ha llegado para los habitantes de todo el Sistema Solar el momento de hacer tripas corazón, apechugar y unirse en un frente común ante lo que pueda haber creado el anillo, sean cuales sean sus intenciones? ¿O será la humanidad incapaz de tal grado de coordinación y cooperación? ¿Está la investigación destinada a fracasar debido a las sospechas, las zancadillas e impedimentos que cada bando pone en el camino del otro?

Clarissa Melpomene Mao, «Melba», busca venganza por el encarcelamiento de su padre y el final de la vida que hasta entonces había conocido. Oculta bajo una nueva identidad ha pergeñado un complicado plan para destruir la imagen de la persona a la que culpa de todos los males acaecidos a su familia, Holden. Desea humillarlo antes de destruirlo de forma definitiva. Un plan megalomaniaco en cuya disparatada enormidad reside irónicamente su verosimilitud. Es una joven desequilibrada, consciente de la estupidez intrínseca de sus actos, pero incapaz de ponerse freno a sí misma. De alguna manera tiene rasgos de una villana de opereta, pero cuyos demonios internos la humanizan y hacen que al final cumpla una función vital en toda la trama, incluso llegando a plantear temas como el de la empatía, o su falta, que cuestionan con fuerza las reflexiones del lector.

Annushka Volovodov, la pastora Anna para su congregación metodista en la luna Europa —reverenda doctora para sus no allegados—, se verá embarcada, lejos de su mujer y su pequeña hija, en la misión de la ONU que busca investigar el anillo desde una óptica humanista, aunque más bien con un trasfondo político, reuniendo a un heterogéneo grupo de científicos, artistas, poetas o religiosos de muy diversas confesiones. Su inclusión en el elenco principal permite a los autores explorar un poco más en profundidad algo que ya habían ido dejando caer en pequeñas dosis con anterioridad: la evolución de los cultos religiosos en el futuro de expansión del ser humano por el sistema Solar. De su mano, y de la de otros religiosos, se presentan cuestiones sobre la fe y lo que supone la existencia del anillo para la posición de la humanidad y la divinidad en un universo —posiblemente— poblado por otros seres inteligentes. Una forma de ofrecer al lector varias caras de una sola moneda. Cuestiones complicadas que son solventadas por los autores de forma muy orgánica y satisfactoria, con respeto y sin condescendencia ni motivación evangelizadora. Temas éticos y morales que se deberían tener siempre presentes más allá de las creencias personales de cada cual, y que tantas veces son dados de lado incluso por aquellos que más dicen defenderlos, como los representantes de algunas confesiones religiosas que parecen más preocupados por su imagen y bienestar antes que del de sus feligreses. Y lo hacen además desde una óptica de género que revela lo que todavía queda por avanzar.

Carlos de Baca, «Toro» para los amigos, es el jefe de seguridad de la Bégimo —gran nombre de resonancias bíblicas, como el título por otra parte, y gran acierto de la traducción—, la antigua nave mormona Nauvoo, reconvertida a toda prisa por la APE para convertirse en su buque insignia. Demasiado deprisa, quizá, como irá demostrando los fallos en diversos sistemas que se irán produciendo durante el viaje. Al ser un terrícola es visto con cierta displicencia por el resto de cinturianos componentes de la triipulación, con lo que deberá ganarse su confianza y aprecio trabajando mucho más duro que cualquiera de ellos. Su entrega y dedicación a la misión son totales, pues le ha prometido a Fred Johnson llevarla a buen puerto cueste lo que cueste y, con todo lo que le debe a su antiguo comandante, sabe que no puede fallarle de ninguna manera. No obstante, desde el principio va ser muuy consciente de que la misión es tarea casi imposible, sobre todo ante la cerrazón e ineptitud del capitán Ashford, al mando de la nave. Las tensiones en el ejercicio de sus funciones van a ser continuas, las dificultades máximas, y las decisiones a tomar tan arriesgadas como necesarias. Toro de alguna manera va a personalizar la figura de la superación frente a la adversidad, de la no rendición ante una carrera de obstáculos que hubiera vencido a cualquier otro.

Personajes bien construidos que no impiden echar mucho de menos a Bobbie y, sobre todo, a Avasarala —nombradas muy de pasada en alguna conversación—, pero que cubren muy bien el expediente. Además de los cuatro puntos de vista, también pululan por las páginas de la novela, por supuesto, los tripulantes de la Rocinante, Naomi, Alex y Amos —aunque estos dos, sobre todo Alex, se encuentran bastante desdibujados, ¿desperdiciados?—, gracias a cuya dinámica de grupo, tan integrada ya, muchos de los demás personajes tienen su pie para entrar en escena, equilibrando todas las tramas. Tramas para las que también hay nuevas adiciones como cierto equipo de documentales que busca un reportaje sobre Holden y compañía y se van a encontrar con más de lo que esperaban.

La puerta de Abadón es una space opera de ritmo muy rápido, pero controlado, repleta del viejo sense of wonder de la buena ciencia ficción, de la anticipación de la exploración y del descubrimiento, de la investigación de estructuras inmensas que dan paso a otros muchos misterios o de la existencia de potencial vida alienígena en el universo y de sus intenciones para con la humanidad —si es que las tuvieran—. El escenario en esta ocasión se encuentra limitado prácticamente al entorno del anillo, lo que hace que la mayoría de la acción tenga lugar en el interior o alrededor de las naves que se encuentran en sus cercanías. Ambientes cerrados en semigravedad o sin gravedad en absoluto, en los que los humanos dependen en todo momento de las tecnologías de abordo, del soporte vital, para sobrevivir, y que le dan a la novela cierto toque de claustrofobia que ni el inmenso tamaño de la Bégimo puede evitar. Una presión añadida a las tensiones ya conocidas y que vienen a convertir el lugar en un avispero listo para ser pateado.

Los humanos, parecen decir los autores, siguen siendo el mayor peligro para la propia humanidad, y la creciente intensidad del enfrentamiento, la tensión en aumento a la espera de la chispa que la haga estallar, incluso con todos los llamamientos a la colaboración realizados, que conduce las tramas a su explosivo clímax, así parece demostrarlo. Caminando de desastre en desastre de crisis en crisis, el final de la novela, dado su cierre perfecto para el arco planteado tanto en la propia novela como desde el principio de la saga, con gran cantidad de respuestas a cuestiones suscitadas prácticamente desde su inicio, bien pudiera haber sido un final «abierto» para la serie y haberse quedado así en una interesante trilogía. Pero dada la forma en que ese final amplía el escenario hasta cotas insospechadas es de agradecer que los autores hayan seguido explorando su universo con nuevas entregas. Las posibilidades son inmensas. Esperemos poder seguir leyéndolas también en nuestro idioma gracias al gran trabajo que Nova está haciendo, incluyendo la vital tarea de una acertada traducción que hace muy cercana y agradable la lectura.

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