viernes, 23 de noviembre de 2018

Reseña: El castillo ambulante

El castillo ambulante.

Diana Wynne Jones.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Nocturna ediciones. Col. Literatura mágica # 68. Madrid, 2018. Título original: Howl’s Moving Castle. Traducción: Irina C. Salabert. 360 páginas.

Aprovechando la recuperación por parte de Nocturna de la trilogía al completo, en este caso con nueva traducción, recuperamos también nosotros la reseña que dedicamos a este título el 11 de junio de 2008 cuando fue publicado por Berenice. Pudiera parecer que el principal reclamo para esta novela fuera la —excelente— película de animación que, basándose en ella, firmó con el mismo título Hayao Miyazaki, pero habría que advertir al lector que se guíe por esa información que el cineasta japonés y su equipo se tomaron muchas, muchas libertades con la trama a la hora de emprender la adaptación, de forma que son casi más los puntos divergentes entre película y novela que los concordantes. Eso sí, ambas son magníficas obras, imprescindibles cada cual en su terreno, aunque muy bien pudiera ser que tal vez hubiera disfrutado algo menos de la película si hubiera leído la obra original con anticipación al visionado de aquella, así que hubo suerte de que no fuera el caso.

Centrándonos en El castillo ambulante literario, ya desde sus primeras líneas el lector puede observar cómo la trama se adentra en el territorio de los cuentos de hadas, en un lugar donde la magia y la maravilla brillan por doquier: «En el país de Ingary, donde existen cosas como las botas de siete leguas o las capas de invisibilidad, ser el mayor de tres hermanos es bastante desafortunado. Todo el mundo sabe que serás el primero en fracasar, y de la peor manera, si los tres vais en busca de fortuna».

Sophie Hatter, la mayor de tres hermanas, imbuida de esta fatalidad, “sabe” que las cosas no van a irle bien en la vida, y llena de resignación, acepta su destino. Cuando la malvada Bruja del Páramo lanza sobre ella una terrible maldición sin que ella comprenda la razón, tan sólo le queda aceptarlo, abandonar su hogar y marchar a las colinas donde merodea el castillo ambulante del mago Howl de temible fama, y en el que, sin embargo, terminará morando y poniendo patas arriba el mundo de todos los que la rodean.

Diana Wynne Jones consigue su mayor acierto en la creación de sus personajes; dotándolos a todos ellos, hasta los más secundarios, con su particular idiosincrasia, perfilándolos con apenas un par de esbozos o unas someras descripciones —de físico y personalidad— y dotándolos a través de sus propias acciones de una extraordinaria identidad. Y es, sin embargo, Sophie, empecinada en su pesimismo vital —aunque sus acciones desmientan sus pensamientos—, el personaje que tal vez más cueste aceptar al lector. Si por un lado la maldición le granjea la inmediata simpatía del espectador, su resignación un tanto pasiva, su renuncia a la lucha, su dejarse llevar por los demás o la aceptación trágica de un destino que se le antoja inevitable, crea un cierto rechazo, unas ganas de zarandearla para hacerla despertar y bajarla de su pedestal de negatividad.

Del resto de los personajes es, por supuesto, Howl, el que acapara la mayor parte de la atención. El mago un tanto cobarde, muy veleta, conquistador impenitente, rompecorazones sin corazón, cruel y amable a partes iguales, ciertamente inestable… es sin duda una creación fascinante por parte de la autora. Sin embargo, como ya he dicho, el libro está plagado de personajes interesantes por poco que aparezcan, desde el ayudante-aprendiz de Howl, Michael, pasando por las apenas vislumbradas hermanas de Sophie, y haciendo un alto obligatorio en el curioso demonio de fuego, Calcifer, verdadero motor del castillo ambulante. Dentro de la trama el propio “castillo”, con su puerta que se abre a diferentes ciudades —e incluso mundos—, con su atractiva geometría cambiante, con sus arañas tejedoras, con los secretos del mago y con ese demonio que le da vida, es uno de los principales protagonistas.

El castillo ambulante es una novela juvenil apta —e incluso recomendable— para públicos adultos, con una prosa y una trama muy amables, sin ninguna estridencia; con un sentido de la maravilla especial, delicado, lleno de un humor suave, no exento a veces de cierta ironía, que gusta del engaño y el equívoco; con un delicado equilibrio entre la acción, el drama y la poesía. Hay espectaculares enfrentamientos mágicos, cuando la Bruja del Páramo hace acto de presencia, pero están como vistos un tanto desde la distancia, despojados de toda crueldad o truculencia; hay sorprendentes revelaciones, cuando las artimañas y argucias de los contrincantes se van desvelando; hay tragedia y hay amor, hay tensión y los necesarios momentos cómicos. Un solad de lectura.

Como decía al principio, que nadie espere encontrar la película de Miyazaki aquí, sobre todo desde el momento en que Sophie empieza a vivir en el castillo, momento en que libro y cinta de animación comienzan a diferir más y más —con muchísima más acción en la versión fílmica y un ritmo más reposado y tranquilo en la literaria—. Sin embargo, la novela tiene una entidad propia que le permite defenderse satisfactoriamente sin el apoyo de la gran pantalla y merece mucho la pena ser leída por sí misma y no por su adaptación. Es una obra muy hermosa, entrañable, con grandes mensajes, dotada ahora de una preciosa edición española, con preciosas ilustraciones como la de aquí abajo.

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