sábado, 30 de marzo de 2019

Reseña: Jennifer Morgue

Jennifer Morgue.
Los expedientes de la Lavandería 2.

Charles Stross.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Insólita Editorial. Barcelona, 2019. Edición digital (ePub). Título original: The Jennifer Morgue (Laundry Files, #2). Traducción: Antonio Rivas Gonzálvez. 432 páginas.

Volvemos a la Lavandería con el segundo de sus Expedientes, que reúne la novela que le da título, el relato Pimpf y el ensayo con entrevista incluida La Edad de Oro del espionaje. A los conocidos elementos de tecno-thriller, espionaje, burocracia, humor, informática demonológica y horrores lovecraftianos Stross suma en esta ocasión un entregado homenaje a Ian Fleming y su más famosa creación, Bond, James Bond, desde las novelas a la visión icónica que el tamiz de las versiones cinematográficas han creado en el imaginario compartido de los aficionados. Jennifer Morgue es una novela sobre la —posible— inevitabilidad del camino del héroe y los desvaríos del poder megalomaníaco, sobre los roles y papeles que adjudica la sociedad en función a lo anteriormente establecido, y sobre los peligros de remover aquello que estaba muy bien enterrado en las profundidades del océano. Y sus «complementos» tampoco tienen desperdicio. Nunca el infodump tecno-demoníaco fue tan entretenido.

Bob Howard, tiempo después de los sucesos narrados en El Archivo de Atrocidades, ha consolidado su relación de pareja con Mo y se ha asentado en el organigrama de la Lavandería. Esto es algo que le hace tener que acudir a una reunión interagencias en Alemania donde conocerá a la despampanante Ramona Random, prototipo de mujer fatal de novela de espías que, oculta tras un potente glamour, es muy posible que no sea precisamente lo que tan evidentemente salta a la vista. Algo guarda en su interior. Identificada como su contacto con la Cámara Negra, la versión estadounidense de la Lavandería con métodos de la CIA, será informado de que debe emprender una misión secreta conjunta con el destino del mundo en sus manos. Tan secreta que Bob, un «simple» administrador de sistemas pertrechado para la ocasión con los más inesperados e ingeniosos gadgets del espía tecnológico que se precie —teclado en el fajín, USB en la pajarita, detector de demonios en el tacón del zapato…—, va a caminar por ella a ciegas casi en todo momento, sin conocer los detalles ni los peligros ciertos en los que se va adentrando, recibiendo la información necesaria sobre la marcha o incluso a posteriori de cuando la hubiera necesitado. Y mientras tanto, en Gran Bretaña, su compañera Mo, empieza a ponerse cada vez más nerviosa e irascible.

En el bando de los «malos», la Lavandería y sus aliados de la Cámara Negra están enfrentándose al prototípico archivillano, gato blanco incluido. Megalomaniaco y muchimillonario, Ellis Billington, dado a los discursos inopinados y a los planes grandilocuentes, busca rescatar un objeto con el nombre clave de Jennifer Morgue del fondo marino del Caribe, más allá del límite prohibido por los tratados con HADES AZUL o PROFUNDO SIETE, y cuyas consecuencias de conseguirlo, más allá de alterar todo el equilibrio del poder geopolítico del orbe, pueden ser literalmente devastadoras.

Actor principal y narrador en primera persona de la mayoría de los acontecimientos, Bob no ha demostrado hasta el momento dotes para ser el prototípico héroe de acción, pero la magia que está actuando le fuerza a asumir un arquetipo definido e ir quemando una a una las etapas por las que debe pasar toda aventura del más famoso espía británico de la ficción. La trama se convierte en una carrera de obstáculos, una comedia de enredo con toques dramáticos que no para de sorprender al lector con irónicos giros que invitan a deconstruir el mito Bondiano, mientras el protagonista, fiel al personaje que le ha sido asignado, va en realidad a ir reaccionando ante los estímulos externos sin poder tomar casi en momento alguno la iniciativa de manera efectiva. Siempre un paso por detrás de los acontecimientos, es precisamente lo que sus jefes han dispuesto para él, algo con lo que Mo no está demasiado de acuerdo.

En un mundo en que los fenómenos paranormales son estudiados y explicados bajo preceptos científicos en un cruce de magia y tecnología avanzada, donde los monstruos son entidades de realidades paralelas con diferentes leyes físicas que pueden ser «invocados» con las ecuaciones matemáticas y los programas computacionales adecuados, hay jerga informática en abundancia, sí, y también una buena cantidad de conceptos cthulhunianos, criaturas tan sorprendentes como amenazadoras, horrores tentaculares, súcubos o entrelazamientos demonológicos. Las presencias lovecraftianas y los demonios de diversa catadura pululan por el relato, aunque como bien sabe Bob quizá lo que más haya que temer en realidad sean las presentaciones en Powerpoint, las cuentas de gastos y las eternas reuniones de administración. Mientras las peripecias de la aventura de espías es una fuente continua de diversión, desde un respeto que bordea en ocasiones la parodia, no se puede negar que se trata también de una novela densa en ocasiones, repleta de bloques de información, de descripción de procesos informáticos reales y ficticios, de teorías y juegos matemáticos indistinguibles de la magia, encantamientos escondidos en líneas de código fuente... Unas profusas explicaciones que, no obstante, no se atragantan gracias a la habilidad del autor para hacerlas comprensibles y amenas de una retorcida manera humorística —y cómo se agradece una traducción a la altura a cargo de alguien que maneja los términos y los traslada a la perfección al español—.

Y todo este contenido tecno-paranormal se va a ver realzado mediante una trama que presenta una firme adhesión al arquetipo bondiano, pervertido de forma harto irónica para la ocasión. Mujeres despampanantes, pero que no son lo que parecen; martinis agitados no revueltos, pero con algún ingrediente incorrecto; coches tuneados llenos de añadidos molones, pero no de lujo sino utilitarios; casinos donde el juego es lo de menos y las apuestas no sólo se hacen con dinero; yates de lujo que antes fueran navíos de guerra; misoginia que quizá sea parte de un juego de sombras; gaviotas zombis; viejos jefes de sección descontentos y cascarrabias… Una desmesurada «película» de espionaje en la que el peso y el riesgo de la aventura lo asumen los informáticos y encargados de mantenimiento de sistemas, con todo lo que conlleva. Tras el frenético tramo final, el sorprendente cierre de la historia —que Stross hurta hábil y sutilmente—, con un giro que pone en perspectiva mucho de lo leído hasta entonces, invita a revisitarla bajo la nueva luz de lo entonces revelado. El epílogo, dando punto y final a la inmersión bondiana, es un broche perfecto que cierra la aventura observando que a veces no se puede salir de la misma sin heridas.

En el relato que acompaña a la narración principal, Pimpf, después de ser amonestado por pasar demasiado tiempo jugando a juegos en red, Bob, y sus compañeros Pinky y Cerebro, tendrá que hacer frente a los peligros ocultos en los MMORPG, mientras lidia con la burocracia de la organización, las trabas de RR.HH. y con la torpeza de un becario que no ha solicitado pero del que debe hacerse cargo. Una historia que da cuenta del tono más ligero y divertido de la serie, con una trama predecible quizá, pero muy entretenida también, y que invita a ver bajo una nueva óptica los juegos multitudinarios en red.

Cierra el volumen La Edad de Oro del espionaje, un artículo que enfrenta la figura de Bond y sus villanos de la Guerra Fría con la realidad del espionaje en este principio de siglo. Con ironía, y una divertida entrevista a quien fuera uno de sus archienemigos, el —según él se define— empresario Ernst Blofeld, desmonta de forma tan divertida como demoledora toda la metodología y mítica del famoso 007 enfrentado a la realidad del siglo XXI.

Jennifer Morgue destila un derroche de diversión, inteligencia, mordacidad e imaginación, y un amor no declarado pero intuido por las novelas de Fleming y su carismática creación. Con este cambio de registro, que mantiene el espíritu pero no repite esquemas respecto a la anterior entrega, Los expedientes de la Lavandería se revelan como bastante más que mero entretenimiento geek para amantes de la informática y/o Cthulhu. Deseando poder disfrutar de próximas entregas.

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