Ian McDonald.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Ediciones B. Col. Nova. Barcelona, 2019. Título original: Luna. Moon Rising. Traducción: Natalia Cervera. 464 páginas.
Llega el cierre de la trilogía, retomando la acción prácticamente donde la dejara el volumen anterior. Es el momento decisivo, el momento de la Luna, la encrucijada en que el destino se decide y el camino queda fijado para los años venideros. Los intereses cruzados son incompatibles, las familias buscan su propio beneficio, la Tierra quiere imponerse sobre todos, la lucha sigue encarnizada…, pero, ¿qué es lo que quiere la Luna? ¿Qué quieren sus gentes? ¿Está su futuro, y el de la humanidad por ende, en la colonización y explotación del resto del Sistema Solar? El conflicto entre los Cinco Dragones sigue su sangriento y caótico camino con la adición de nuevas fuerzas al conflicto, como son la autoridad terrestre, la Lunar Mandate Authority invitada a la fiesta en el libro anterior, y la Universidad de Farside, que aparece como un inesperado elemento a tener muy en cuenta, un poder emergente que, inexplicablemente, no se había posicionado en el conflicto abierto con anterioridad. Apodada por el propio autor como Game of Domes, se podría acuñar perfectamente para ella la sentencia: The future is coming. Un futuro difuso que amenaza con no dejar títere con cabeza. ¿Están los Cinco Dragones preparados para hacer frente a los retos que se avecinan? Tiempos interesantes, llenos de retos y de oportunidades, pero también de peligros y violencia. No va más —bueno, sí, que el autor va a publicar este mismo año una nueva novela corta, The Menace from Farside, situada supuestamente en el mismo escenario, pero esa será otra historia—.
Haciendo especial hincapié en los Corta, auténticos protagonistas de la trilogía, y sus relaciones con el resto del elenco, la gran mayoría de personajes, supervivientes, ya conocidos vuelven a hacer acto de presencia —y sí, es imprescindible haber leído los dos volúmenes anteriores para poder disfrutar en condiciones de este—, y todos van a tener su papel en el drama. Es así una novela enormemente coral, en la que el lector debe permanecer muy atento a los cambios de punto de vista narrativos y a las elipsis temporales con cambios de escena que más de una vez pueden dejar algo descolocado. Lucas Corta, ahora Águila de la Luna, en disputa con Ariel por la tutela del muy dañado Lucasinho, Wagner Corta y Robson en su autoimpuesto exilio rodeado de secretismo, la pequeña Luna adquiriendo unas responsabilidades poco acordes a su edad. Los Mackenzie —Bryce, Denny, Darius…— y sus ambiciones de hacerse con todo a cualquier coste, siempre que sean los demàs quienes lo paguen. Los Sun y sus intrigas en la sombra que llevan su tiempo para salir a la luz. Los Vorontsov y su querencia por el negocio, por los contratos, venga de quien venga, pero con unos sueños de futuro que podrían complicarles la vida. Los Asamoah y su gusto por el exotismo de las diversas formas de vida, y sus maniobras tan curiosas como desconcertantes. Los intereses de los terrestres, antagónicos con los de las habitantes de la Luna. Los agentes no alineados con su propia agenda y propósitos… Quedan todavía muchas muertes en el camino antes de poder ver una principio de resolución para el conflicto. McDonald construye tramas llenas de giros y sorpresas, todas coherentes con lo acaecido con anterioridad.
El acierto del autor es presentar a unos personajes muy, y terriblemente, humanos. Con sus ambiciones desmedidas, su megalomanía y su poder de vida y muerte sobre sus subordinados, pero tan imperfectos, tan desacertados, tan merecedores de odio o lástima como cualquier hijo de vecino. Todo lo que ya estaba presente en los anteriores libros sigue aquí, potenciado incluso. El ambiente enrarecido. La dureza y la amenaza constante para la vida en la atmósfera cerrada de las ciudades lunares. Las fintas dentro de fintas y las puñaladas por la espalda. El culebrón de las familias en abierta confrontación y las jugarretas políticas que buscan conseguir superioridad sobre las demás. Los personajes desaforados. La venganza cocinada a fuego lento. Los sangrientos enfrentamientos. La ausencia, en la práctica, de cualquier tipo de leyes y la resolución de pleitos mediante combate. La absoluta libertad de las relaciones sociales y sexuales de la Luna, al menos entre los que dirigen el cotarro, que tanto chocan con la cultura terráquea. El libertarismo ideológico bajo rígidas cadenas capitalistas que es una entelequia difícil de sostener. El corporativismo y las ambiciones desmedidas que sustentan la opulencia de unos pocos sobre la explotación y el trabajo casi esclavo de muchos. La cuidada construcción del escenario, de la tecnología necesaria para la supervivencia en un ambiente adverso, de los detalles que dotan al relato de gran verosimilitud a la par de un satisfactorio sentido de la maravilla. La acción, cinemática y sorprendente, adaptada a ese escenario, perfectamente coreografiada y ejecutada. Los sueños de futuro que deben enfrentar la realidad del mercado y las tensiones de los diferentes grupos e intereses contrapuestos. La sexualidad desinhibida que también puede ser utilizada como arma...
La Luna es un laboratorio donde se dirime el posible destino de la humanidad, lejos de las raíces del planeta madre, mirando más hacia el espacio exterior que al pozo gravitatorio al que, después de todo, los habitantes del satélite no pueden volver. Allí se está experimentando el siguiente paso de la evolución humana y de sus resultados puede depender su propia pervivencia. Nuevos tipos de relaciones sociales, nuevas religiones, nuevas culturas y filosofías, con base todas en antiguas tradiciones, pero dispuestas a romper con todo la anteriormente establecido. Es una nueva civilización y es difícil que se deje atar por las viejas cadenas que la LMA quiere imponer para mantener un control que está muy lejos de poder detentar. La Tierra, víctima del colapso social y climático, necesita seguir explotando los recursos de su satélite, incluso aunque eso signifique hacerse con el control absoluto e imponer una política que augura un futuro muy negro para sus residentes.
A nivel absolutamente personal ha habido una línea de un personaje concreto que me ha sobrado casi entera. Es bueno saber del personaje y entiendo su función para que el lector conozca la situación de la Tierra, las corrientes de opinión y el enfrentamiento sociológico que supone para los habitantes del planeta, al borde del desastre económico y ecológico, los acontecimientos de la Luna, pero para mí resulta innecesaria a la par que totalmente desgajada del resto de líneas que sí se van intersectando. Unas páginas, además, que podrían haber sido utilizadas para cerrar de forma algo más satisfactoria otras de las tramas que terminan abiertas, sin una resolución concreta. Es cierto que con el cambio de paradigma y con la culminación de muchos destinos personales la historia ha finalizado, pero queda tanto por decir de estos personajes y del futuro de la Luna que resulta de alguna manera frustrante cerrar el libro al pasar su última página. Quizá es que el disfrute pedía más, que no se acabase. No parece una conclusión, pero es lo que hay, y es estupendo.
La Luna es una cruel amante, es dura y despiadada. Quiere matarte, y tiene mil formas de conseguirlo. Pero si sobrevives las recompensas son inconmensurables. Y los Dragones están decididos a mantenerse con vida, aunque sea a costa de las demás familias y todos sus empleados. La familia es lo primero, lo segundo el negocio, y cualquier otra consideración parece superflua. Buen cierre para una trilogía centrada en la acción explosiva y el entretenimiento, pero que no se resiste a lanzar unas cuantas cargas de profundidad contra ciertos pensamientos anquilosados de nuestro presente. En general, una trilogía a tener muy en cuenta.
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