jueves, 12 de septiembre de 2019

Reseña: Las siete muertes de Evelyn Hardcastle

Las siete muertes de Evelyn Hardcastle.

Stuart Turton.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Ático de los Libros. Barcelona, 2018. Título original: The 7½ Deaths of Evelyn Hardcastle. Traducción: Lorenzo F. Díaz. 496 páginas.

Este ha sido para mí uno de esos libros a los que se llega por casualidad y resultan una más que grata sorpresa. Un libro cuya acción transcurre en ocho días que son el mismo día sin convertirse en El día de la marmota, y cuyo protagonista es un montón de protagonistas. Un misterio ambientado a principios del siglo XX, asesinatos que no lo parecen, una mente errante de cuerpo en cuerpo, una señorial mansión rural a un paso de convertirse en ruinas en medio de campos semiabandonados, señores de alcurnia extravagantes y pagados de sí mismos, y sirvientes casi sin voz pero que no pierden detalle, fantasmas del pasado, un destino inexorable, un juego de identidades, un bucle temporal, un calidoscopio que con unas mismas piezas cada vez que se mira ofrece una imagen distinta, un thriller gótico de investigación... A caballo entre las historias de Agatha Christie, Downton Abbey, Origen (Inception) y Quantum Leap Turton factura una remarcable novela de debut.

Cuando un hombre despierta desaliñado y herido en medio del bosque con el nombre de Anna en los labios no sabe quién es él ni quién es ella. No tiene memoria alguna de su pasado o de cómo ha llegado allí cuando una mujer se aleja corriendo entre los árboles y, tras perderla de vista, un disparo resuena entre la umbría. ¿Es ella Anna? ¿Ha sido asesinada casi delante de sus ojos? Absolutamente perdido y siguiendo un críptico consejo apenas susurrado se encamina bajo los árboles hacia el este, llegando a la mansión de Blackheath, donde será recibido y reconocido como el doctor Sebastian Bell, uno de los invitados a la fiesta de celebración por el cumpleaños y retorno a casa desde París de la joven Evelyn Hardcastle. Un baile de máscaras que quizá sea una metáfora de la propia novela y que macabramente se celebra en el aniversario del asesinato del hijo menor de los Hardcastle, el hermano de Evelyn de triste recuerdo. Poco a poco, encuentro tras encuentro con otros de los invitados o con el personal de la casa, irá sacando a la luz una personalidad que no parece concordar con lo que él siente sobre sí mismo. ¿Es él de verdad Sebastian Bell? Y, si no lo es, ¿quién es en realidad? Aún peor, pronto un misterioso hombre que cubre su rostro con una máscara de médico de la peste le revelará que se encuentra allí para resolver un asesinato que ya ha tenido lugar pero que acontecerá esa misma noche. No puede impedirlo, tan sólo debe descubrir quién se encuentra tras el mismo y conseguir las pruebas del crimen. Y apenas acaba de comenzar el primer día.

Entre el distanciamiento introspectivo de no tener un personaje protagonista fijo —aunque sí una voz protagonista— y la inmediatez de una acción no precisamente frenética —aunque depende mucho de cada encarnación concreta—, la intriga ocupa el lugar principal del escenario. Hay que dejarse llevar por mucho que al principio uno se encuentre tan perdido como el mismo narrador. La confusión inicial del lector tan sólo es reflejo de la del propio protagonista. Día a día, pista tras pista, conforme la trama va tomando consistencia y el cuadro presenta cada vez una imagen más completa, el autor plantea una curiosa formulación de la profecía autocumplida. Si el protagonista no conociera ciertas cosas o no recibiera ciertos consejos, ¿actuaría como actúa? ¿O son sus movimientos guiados precisamente por el sentimiento de estar reviviendo algo ya realizado y, por tanto, inamovible?
La mansión Blackheath, la distribución de habitaciones y algunos escenarios remarcables.
Conforme avanzan los días y los cuerpos, y el lector va resituándose en la trama al mismo tiempo que el personaje principal redescubre los acontecimientos, se produce en este protagonista una lucha por la identidad, una metamorfosis mental que amenaza con disolver su personalidad entre la de otros muchos. ¿Es el héroe o el villano de su historia? El cambio es tanto psíquico como físico y a cada paso la asunción de las nuevas condiciones se hace más difícil, debiendo luchar contrarreloj por resolver el misterio antes de desaparecer entre las identidades emergentes o remanentes de cada encarnación. Identidades conflictivas, algunas reprobables y que pueden resultar ofensivas para el lector. Traficantes de drogas, violadores, personajes objeto de gordofobia, snobs con ínfulas, sádicos psicópatas..., y ninguna mujer. Sí que hay, entre un elenco muy amplio que alguna vez puede llamar a perderse si no se está muy atento al quién es quién, importantes personajes femeninos, desde la propia Evelyn Hardcastle a la intrigante y recursiva Anna, pasando por algunas de las sirvientas y cocineras, pero se echa en falta alguna encarnación protagonista.

Una estructura tan imaginativa como inteligente que fuerza al lector a estar atento al más mínimo detalle, a tomar nota de todo aquello que se cita casi de pasada pero que más tarde se va a revelar de singular importancia. Nada es lo que parece y todo, todo lo que se cita tiene su lugar exacto en la trama. Cada pista es certera, aunque las deducciones de un día pueden demostrarse muy equivocadas al día siguiente bajo la óptica adecuada. Enemigos y aliados se confunden. No puede fiarse de nada ni nadie, ni siquiera de sí mismo debido a su desmemoria. Los significados pueden variar según la perspectiva del observador. Diabólicamente entretenida, es mucho más que la simple historia detectivesca. Turton no juega —demasiado— al engaño, presenta todas las cartas boca arriba, aunque la baraja no es como ninguna que el lector conozca y debe descubrir el significado de cada «naipe» conforme avanzan las páginas y se suceden las sorpresas, los giros y los descubrimientos envenenados. Incluido un dilema imposible, ¿resolver el crimen y salvarse uno mismo, salvar a Anna, salvar a Evelyn o darlo todo por imposible? En la vida es muy difícil, por no decir imposible, tenerlo todo. Aquí no iba a ser diferente.

Los sospechosos son muchos y cambiantes. Las ausencias son tan significativas como las presencias. El pasado siempre encuentra el modo de tomarse la revancha. La resolución del misterio es impecable y debidamente sorpresiva con una doble pirueta que esconde la verdad tras una primera revelación más previsible; aunque la explicación del propósito del escenario, del por qué el protagonista se encuentra allí o de la naturaleza del médico de la plaga y sus medios e intenciones, aunque presentes, quizá sean lo que menos redondo se antoja y lo que finalmente plantea más preguntas sin respuesta. Un salto al vacío sin red. Una agradable sorpresa. Un juego del gato y el ratón donde los papeles cambian a cada momento. Una lectura, ya lo he dicho, remarcable.

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