sábado, 9 de noviembre de 2019

Reseña: Historias del país de Rujen

Historias del país de Rujen.

Adonis Sánchez / Jesús Fernandez.
Ilustraciones:  Ana González.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Books in Demand. 2019. 169 páginas.

Estas Historias del país de Rujen recogen cuatro nuevos cuentos de hadas, cercanos a una tradición casi perdida, escritos a la manera de cuando los mismos no se encontraban tan rebajados, infantilizados y manoseados —en todos los sentidos— como los considerados  como clásicos en la actualidad. Cuentos adultos que, aún encerrando cierto mensaje, como avisos y normas de conducta para la convivencia diaria, huyen de lecciones moralizantes, y presentan situaciones que advirtiendo de peligros no prejuzgan comportamientos ni sientan cátedra, sin rehuir tampoco situaciones escabrosas, sexuales o sanguinarias. Historias que bien podrían haberse entresacado del folclore clásico del norte europeo, repletas de imaginación, de simbolismo oculto, pobladas de criaturas mágicas fácilmente reconocibles, no exentas sin embargo de la necesaria originalidad y atractivo. Escritas con especial sensibilidad, con un gusto literario por la prosa y lo poética, sin perifollos innecesarios, pero con la debida recursividad, se antojan pertenecientes a una tradición oral, construidos para la voz de los escaldos. Fantasía feérica de cuentos dispuestos para ser escuchados a la luz de la lumbre, al calor de una buena  y hogareña hoguera, donde las lecciones se entresacan de las acciones y los hechos, no de un mensaje directo.

El volumen recoge cuatro relatos, todos ellos ilustrados por la sugerente plasmación de mano de Ana González, que son, a saber: Rescoldillo —o Rescoldos, brasas y cenizas, que de las dos maneras se refiere en la edición a este cuento— y Demasiado barro en las botas, de Jesús Fernández, y Desmemoriado e Hija del río, de KråkeAdonis Sánchez—. Dos voces literarias diferentes pero afines, y que se complementan singularmente bien, ofreciendo una perspectiva propia a lugares comunes y compartidos, o a temas recursivos y legendarios.

© Ana González
Rujen es un país diferente, lleno de leyendas y peligros, o quizá sea el país que siempre hemos conocido, ese en el que estamos todos, el lugar donde las historias cobran vida o la vida se hace historias. Es un lugar de tinta e imaginación, de sueños y creación. Sus límites y fronteras no están nada claros, apenas delimitados por lo que cada cual se atreva a imaginar, a soñar. Es el país de la infancia en el que todo es posible, y el país del adulto que sigue convencido de que la realidad esconde grandes sorpresas. Es un país de aprendizaje y de madurez, el lugar donde todo y todos caben.

Desmemoriado es una fábula sobre un niño salvaje y sin memoria recogido por una anciana misteriosa, y luego adoptado por una familia campesina. Pero ni el niño ni la anciana son en realidad lo que aparentan. Es este un cuento que habla sin mencionarlas en realidad sobre la muerte y el renacimiento, del cambio de las estaciones, de lo que cada de una de ellas trae y del paso inmisericorde, cruel incluso, aunque necesario para el cambio, del tiempo. De la maternidad, de la inocencia despreocupada de la infancia y la sabiduría interesada de la madurez. Del deseo secreto, del fruto prohibido, de la locura de la juventud y el inevitable fin de la ancianidad. O quizá no, ¿quién sabe? Este es uno de esos cuentos con tantas interpretaciones diferentes como lectores tenga.

Rescoldos, brasas y cenizas, o Rescoldillo, es el gran descubrimiento del volumen. una maravilla de imaginación, sensiblidad y sensaciones.  Una historia al amor de la lumbre, del fuego de la chimenea, sobre los deseos del corazón y de los peligros de hacerlos realidad. una historia de fuego, de su poder destructor y de su poder restaurador, de la limpieza que trae, de la destrucción que acarrea. Una historia que encierra otras muchas, encadenadas unas con otros, según el protagonista avanza en un viaje marcado por el destino con la fuerza de la inocencia guiando sus pasos. Un viaje con distintas etapas y retos que encierra una historia de traiciones y justa retribución. De obtener lo que se pide y descubrir que no es lo que se desea. Del calor de la sangre y de las acciones que impulsa a realizar. De pruebas insuperables, astucia, de los peligros de jugar con fuego y de lo que este consume inevitablemente. Un cuento tan hermoso como perturbador. Una auténtica delicia.

Hija del río es un cuento sobre la naturaleza —en realidad, de una u otra manera todos los son—, sobre maternidad, crueldad inintencionada y sueños imposibles, de tradiciones inmemoriales que encierran razones escondidas para ser cumplidas y seguidas, de amoríos sin futuro . Es la historia de Etzia, y de su hermana Garoa, despreocupadas jóvenes criaturas amantes del agua, y su encuentro con la Señora, y de la obligación que se le impone. Del deseo de su corazón y de la inmisericorde e inmutable realidad de la naturaleza, que pone a cada cual en su sitio.

Demasiado barro en las botas es lo más cercano a una fábula moral del volumen, pero entendiendo que la moralidad aquí encerrada poco tiene que ver con la actual. «La vida no es con frecuencia sino avanzar por un camino lleno de barro, suciedad y lágrimas, y sentir los pies fríos y mojados, y las botas húmedas». ¿Pesimista o extremadamente realista? La lectura servirá para cambiar las percepciones preconcebidas. Es cierto que en el mundo existen muchas injusticias, unas naturales, otras propiciadas por los seres humanos hacia sus congéneres, unas buscando un bien cuyo propósito se tuerce, otras cuyo origen subyace bajo el puro interés egoísta… Cada acción va dejando un poso de barro en las botas, hasta que se hace difícil caminar. Es esta una historia, conjunto de diferentes historias y misiones, cargada de orgullo, de superación, de fracaso, de canciones y poesía, de retribución y de un mensaje tan necesario como difícil de cumplir. Un cuento hermoso, bellamente escrito y certeramente dirigido a la reflexión del lector.

Historias del país de Rujen es un volumen autoeditado por los autores que habla a las claras de las posibilidades y bondades del formato. Un libro en tapa dura, agradablemente ilustrado por los sugerentes, a veces inquietantes, dibujos de Ana González —como muestra los que acompañan a esta reseña, lleno de pequeños detalles añadidos como la cinta marcapáginas que siempre son de agradecer, y dotado de una letra generosa para una cómoda lectura. Aunque presenta algunos pequeños errores tipográficos, como no respetar algunos espacios tras los signos de puntuación o la existencia de guiones donde no corresponde —algo habitual, por desgracia, también en alguna de las grandes editoriales—, la fuerza de los relatos y la agradable presentación hacen que, si no se perdonan, se pasen como casi imperceptibles los fallos. Un libro a tener en cuenta si se gusta del sabor de los clásicos cuentos de hadas sin pátina moderna.

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