miércoles, 13 de noviembre de 2019

Reseña: Micosis

Micosis.

Enerio Dima.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Editorial Cerbero. Col. Tíndalos # 7. Cádiz, 2018. Edición digital (Pub). Ilustración de portada: Juan Alberto Hernández.

(Reseña perteneciente a la lectura de los candidatos a los Premios Guillermo de Baskerville 2019, organizados por la página Libros Prohibidos, en la categoría de novela corta).

La novelette empieza con el encuentro de una limpiadora con un suicida, y eso marca la pauta de todo el relato. Cuando la vida te da una última bofetada, cuando parece que es imposible soportar más dolor, más bochorno, más injusticia, más desprecio…, es hora de aferrarse con más fuerza a lo que da sentido a la existencia, pero no es en absoluto fácil. Las dudas devoran la mente, la inseguridad lleva a hacerse daño a uno mismo. El telón del fondo de una pandemia que se expande de forma imparable, contagiando cada vez a un mayor número de personas sin que la prometida cura llegue a materializarse, sirve para dar profundidad a la estremecedora historia de una mujer invisibilizada y justamente cabreada con el mundo y con los golpes que le ha deparado la vida. Micosis es una obra de terror, sí, pero más por el terrible retrato de la protagonista que la autora consigue a la perfección, por la deshumanización de la sociedad que presenta, que por la imparable expansión de esa plaga exterminadora que viene a limpiar lo que los humanos han ensuciado. ¿Una enfermedad lava otra enfermedad? Duele cuando a alguien le ponen un espejo delante y no descubre lo que esperaba. Que nadie espere grandes, ni pequeñas, muestras de optimismo en este relato demoledor, concienciador y estremecedor. Fantasía oscura, relato apocalíptico, terror psicológico... La etiqueta es lo de menos.

Marga es una limpiadora en el edificio Cónsul, un anodino inmueble de oficinas, que ve como su ya difícil vida se ve arrastrada a una fase de absoluto derrumbe cuando en su jornada laboral irrumpe un suicida afectado por la llamada micosis violenta. Una enfermedad mortal, un hongo, que está contagiando de manera imparable a la población mundial. ¿Cómo va a afectar esta circunstancia a Marga? Llena de una ira reprimida y desaprovechada en ineficaces autorrecriminaciones; repleta de miedos e inseguridades, de incertidumbres ante lo que el futuro pudiera depararle, preocupada hasta el desvelo por el destino de sus hijos y enfadada con su ex marido y sus tristes excusas para no dignarse a ingresarle la pensión alimenticia, no sabe demasiado bien cómo reaccionar ante los acontecimientos en que se ve envuelta. Invisible para la mayoría de las personas con las que se cruza, en el trabajo y fuera de él, es una víctima más del clasismo de la sociedad, de su deshumanización hacia quienes son considerados inferiores por estudios o trabajo. Una mujer a la que los constantes desprecios y desplantes, o la simple falta de atención hacia su presencia, han minado la autoconfianza y autoestima. Pero la amenaza de la micosis y el amor incondicional por sus hijos hará que saque fuerzas de dónde parecían no quedar más. ¿Será suficiente?

Portada alternativa ©Juan Alberto Hernández
Mientras Marga interactúa con otras personas, enfermas y sanas, mientras intenta informarse sobre la micosis, sus síntomas y posibles curas si es que las hubiera, mientras se suceden las noticias contradictorias en prensa o televisión, y nadie parece a salvo, la metáfora del hongo que se apodera de sus «huéspedes», forzando en ellos una espiral destructiva de autolesiones y suicidio, no oculta en absoluto lo que se esconde detrás. La vuelta de tuerca al retrato de una enfermedad mental —las visiones, la ansiedad, las mutilaciones…—, y sus causas, muestra el estigma con el que trata la sociedad los problemas psicológicos, culpabilizando a la víctima, escondiéndola para que no llame la atención, para que no rompa la «normalidad». Relaciones tóxicas, maltrato físico y psicológico —incluso tras el divorcio—, inseguridad, invisibilidad, depresión… La micosis violenta no viene sino a remarcar problemas incómodos para la sociedad, de esos que se prefiere barrer bajo la alfombra y mirar para otro lado. Verdades incómodas que conllevan la pregunta de sí, como la micosis, son de verdad una enfermedad o tan sólo los síntomas de algo más profundo.

En el relato del narrador omnisciente, en una poderosa y directa prosa en tercera persona, se van inmiscuyendo dos voces criticonas e inmisericordes. Dos personalidades desconocidas para el lector, pero que parecen conocer muy bien a Marga, sus pensamientos e inseguridades, y que no ocultan cierto desprecio, juzgándola con poca benevolencia. Dos voces que sólo al final del relato ven revelada su importancia. Desde el principio, Micosis encierra un relato amargo, opresivo, enormemente honesto, sobre la fragilidad de las personas, poco dado a los resquicios de luz, cargado de rabia y de miedo, de sentir que se escapa aquello que conforma a una persona, su identidad, y que no se sabe qué va a venir a rellenar ese hueco que deja; y del temor de una madre a perder lo que más se ama, sus hijos, o de no estar a la altura que otros han marcado, de hacer daño a terceros cuando en realidad es ella quien se está resquebrajando por dentro. Hay una apuesta por la búsqueda de ayuda, por buscar refugio y solución en un grupo mayor, pero para dar ese paso primero hay que ser consciente del problema.

Mientras se está leyendo quizá se echa un tanto en falta algo más de contexto, un retrato un poco mayor de la micosis y de su extensión a nivel local y mundial, de los efectos en la sociedad en general, pero hay que tener en cuenta que esta es la historia de Marga, aquella que a la autora le interesaba contar, y muy posiblemente extender la novela corta a un formato mayor le hubiera restado una parte importante de su fuerza. Es la historia de una caída a los infiernos cuando ya se estaba en el infierno, de un vacío existencial tal que fagocita toda luz que tiene alrededor. El aldabonazo final con más páginas y diluyendo la historia con más tramas seguramente no hubiera sido tan poderoso ni hubiera dolido como duele. Y vaya si  lo hace.

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