domingo, 19 de enero de 2020

Reseña: Disfraces parecidos a mi piel

Disfraces parecidos a mi piel.
Narrativa breve (casi) completa.

Rodolfo Martínez.

Reseña de: Consuelo Abellán Colodrón.

Sportula. Gijón, 2019. Edición digital (ePub). Ilustración de portada: Tithi Luadthong. 368 páginas.

Este libro contiene una recopilación de la obra breve (casi) completa de Rodolfo Martínez entre los años 1987 y 2017. Son veinte relatos escritos y publicados a lo largo de estos treinta años, de extensión variable, pero en los que se adivina cierta preferencia por la brevedad y la concisión, salvo contadas excepciones.

Aunque más adelante hablaré de los cuentos en sí, de los que más me gustaron y de los que menos, antes quiero incidir en un aspecto del libro que me parece importante, y es que no se trata de una mera recopilación de relatos. El libro incluye una amena introducción en la que el autor no solo repasa sus publicaciones anteriores a 1987, sino que nos relata sus vivencias como adolescente –y más tarde joven– friqui que, de pronto, descubre que no está solo en el mundo y que existen otros friquis como él (el fandom español de aquella época) gracias a la revista Nueva Dimensión.


Esta introducción me ha resultado especialmente entrañable, pues, aunque mi propio historial de friquismo no discurrió por los mismos cauces que los de Martínez, sí que compartimos ciudad, lugares, librerías y festivales literarios de referencia. Esta es una consideración puramente personal, que otros lectores no tienen por qué apreciar, pero no es el único valor que esconde esta introducción ni el resto del libro.

En esta época en la que el género fantástico en castellano parece estar reviviendo, gracias al auge de Internet y las redes sociales y a la aparición de nuevos y jóvenes talentos, hay también una cierta nostalgia y, sin duda, interés, por conocer los orígenes y la historia pasada de este mundillo de aficionados. No hablo por hablar, hay hechos que apoyan esta afirmación: se publican libros sobre el tema, como el de Juanma Santiago Moriremos por fuego amigo (Cazador de ratas, 2019), se realizan documentales, como el que estrenará Elfo Solitario el próximo 8 de febrero, se le dedican charlas y mesas al tema, como las de la Hispacon 2019 de Valencia, hay otros libros en preparación, como la biografía de Domingo Santos que está ultimando Mariano Villarreal… Pues bien, la introducción de Disfraces parecidos a mi piel viene a añadir un testimonio más de toda una época histórica de nuestra literatura de género, que será muy del gusto de cualquiera que esté interesado en el tema.

Además, Martínez ha añadido un comentario final a cada uno de los relatos. En estos apuntes procura incluir siempre de dónde surgió la idea para el relato y qué le parece ahora el resultado, años después de haberlo escrito. Y este es otro de los valores añadidos que le veo al libro, además de recoger la obra breve de un escritor reconocido. Por varios motivos.

El primero es que se aprecia una importante labor de introspección y autocrítica por parte del autor. Una está acostumbrada a leer y pensar sobre lo leído, con la idea de reseñarlo después o no, pero las propias referencias, los gustos, las percepciones y las sensaciones evocadas por los textos no tienen porque coincidir con los de la persona que los escribió. De hecho, en mi caso, creo que la tónica general es que no coincidan. Nadie puede meterse en la mente de otra persona, salvo en las historias de género fantástico que nos gustan. Por eso son muy de agradecer esas reflexiones sobre la propia obra, porque permiten comparar criterios e impresiones.

En segundo lugar, y esto ya me afecta menos pero lo puedo apreciar igual, leer sobre la trayectoria literaria de un autor con cierto bagaje a sus espaldas puede resultar una buena forma de aprendizaje para escritores y escritoras más novatos. En este sentido, el libro es muy recomendable, pues habla no solo de la forma en que surgió la inspiración, sino también de una evolución como autor y como persona, que inevitablemente han de ir de la mano, de épocas de creatividad desenfrenada y épocas de parón… En pocas palabras, creo que Disfraces parecidos a mi piel puede tener también un uso didáctico, aunque esa idea probablemente no se le haya pasado por la cabeza a su autor.

Dicho todo esto, pasaré a comentar algunos de los cuentos recogidos en el libro que nos ocupa. No todos, porque la reseña se haría infumable. Algunos de ellos me hicieron disfrutar muchísimo, hasta el punto de arrancarme sonrisas de pura satisfacción al terminarlos.

Encerrada (1987) es el típico cuento que juega con el equívoco. Aunque es posible que el lector avezado se dé cuenta, por la forma en que está escrito, el final es totalmente satisfactorio. Martínez, en sus consideraciones finales, califica a Oye, véndeme tu alma (1989) de «poco más que un chiste» y sí, tiene algo de eso, pero si los chistes son buenos, bienvenidos sean. Y este lo es.

Victoria pírrica (1994) es uno de mis favoritos de este libro. Un anciano recluido en un asilo descubre un buen día que tiene un curioso poder, con el que intenta conseguir a la mujer que fue el amor de su vida, pero que siempre le ignoró y ni siquiera le recuerda. Y es un ejemplo de esos casos en que el análisis del autor no coincide con mis propias impresiones. Martínez se declara insatisfecho con el final y reconoce haber estado tentado de cambiarlo. Yo, en cambio, pienso que otro final, en la línea que apunta el autor, no sería consecuente con el resto del relato ni con el personaje. Para mí, está perfecto tal y como lo escribió.

Marcado tres veces (2005) presenta un Anticristo muy poco convencional dentro de un relato que tiene cierto aire de novela negra o película de detectives, en una mezcla original donde las haya. Hombres de césped (2009), por su parte, me parece también un cuento destacable, por las originales criaturas que propone y las consecuencias de su ataque. Finalmente, otro de mis favoritos es Historia sin ciudad (2017), que ya había tenido ocasión de leer en la revista Supersónic, pero que me gustó releer. Esa mezcla de mundo postapocalíptico, Inteligencia Artificial y realidad virtual me parece genial.

Como en cualquier antología o recopilación de relatos, siempre hay alguno que no deja tan buen sabor de boca. En mi caso, ese cuento es Bajo la ciudad (2010). En él un policía debe investigar unos extraños asesinatos rituales y recibe la ayuda de un misterioso doctor que no es lo que aparenta. La historia va tomando tintes cada vez más oscuros y de horror sobrenatural, hasta su resolución. Además de que el final me ha parecido un poco anodino, el problema principal que he tenido con este cuento es que tiene demasiados elementos que encuentro, en cierta forma, inconexos o que quedan directamente sin resolver. La impresión que deja es que los personajes y el mundo han sido concebidos para una obra más amplia, pero que el relato –a pesar de ser de los más largos de la colección– no tiene la suficiente extensión para abarcarlo todo. Aunque me parece perfectamente válido tomar elementos de novelas para escribir relatos, creo que estos tienen que quedar «redondos». Aunque se note que hay mucho más trabajo de construcción del mundo detrás, el relato no se debe resentirse de ello. Y creo que este relato lo acusa demasiado.

En cualquier caso, son más los puntos a favor de este libro que los puntos en contra –que se limitan a un par de relatos más flojos que el resto–, por lo que resulta una lectura recomendable para amantes del género fantástico en cualquiera de sus tres versiones e incluso en la mezcla de ellas, para personas nostálgicas o interesadas en el nacimiento del fandom español y también, por qué no, para quienes empiezan a hacer su incursión en el mundo de la escritura y aprecian la experiencia de quienes ya han pasado por ese mismo momento vital y literario.

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