Vía Crucis.
Jeff Lemire / Andrea Sorrentino.
Reseña de: FJ Arcos Serrano.
Astiberri. Col. Sillón Orejero. Bilbao, 2020. Título original: Gideon Falls. Station of the Cross. Traducción: Santiago García Fernández. Cartoné. 136 páginas. Color.
En este tercer tomo la pesadilla surrealista se intensifica al otro lado del espejo y el ritmo se acelera una vez adentrados en el Granero Negro. El Padre Burke sigue a un brutal asesino en el Gideon Falls de 1886. Un asesino que puede viajar por el tiempo y por el espacio. Un asesino llamado... ¿Norton Sinclair?
Proseguimos reseñando esta serie co-creada por Jeff Lemire y Andrea Sorrentino con colores de Dave Stewart, con un tercer tomo que tiene como principal protagonista al padre Jeremiah Burke cuya trepidante e intrigante trama va a ocupar gran parte del contenido que compone este nuevo volumen.
Para ponernos en situación recordar que Gideon Falls es una historia de horror y thriller psicológico que tira cuando es preciso del weird y lo gótico para interesar al lector, amén de una creciente intriga para saber quién o qué está detrás de lo que está sucediendo y el por qué de todo ello.
Aquí veremos varios Gideon Falls “alternativos”. El primero de ellos, lleva al padre Burke a una especie de versión Far West del pueblo. Después, tendremos otro salto importante hacia un futuro post-apocalíptico, versión steampunk de esta localidad, incluso viviremos como testigos de excepción una sociedad en la que todos van con mascarilla (sí, sé lo que estáis pensando) donde tiene mucho peso la creación de un artefacto de vital importancia para el devenir de la historia; de nuevo otro viaje temporal que nos llevará a 1953 y, posteriormente, llegar a la actualidad y ver a un Burke convertido en obispo prepararse para luchar, como no podía ser de otro modo, contra esta perversa figura que sonríe (una de esas caras que no se olvidan fácilmente).
Lemire empieza a poner algunas de sus cartas sobre la mesa y a darnos pequeñas pistas con las que no perdernos por los recovecos de esta enmarañada historia.
Algunos podrían pensar que estamos ante senderos ya conocidos, pero el gran mérito de esta obra estriba en una conjunción de elementos muy bien dosificados y una alternancia de tramas que resultan en eso tan difícil que es generar terror con un tebeo.
Con respecto a Andrea Sorrentino, ya demostró su espectacular talento en los tomos anteriores y aquí se luce de nuevo con una ejemplar representación de los saltos espacios-temporales y una prodigiosa puesta en escena.
El estilo del italiano sucio y meticuloso, destaca por un juego de encuadres y secuencias que utiliza como lanzadera para experimentar con la narrativa, con resultados absolutamente espectaculares; en definitiva: para deleitarse con cada página durante el tiempo que sea necesario.
El trabajo de Dave Stewart al color redondea la jugada, logrando que nos sumerjamos sin esfuerzo en esta oscura e inquietante pesadilla, potenciando esa sensación de que algo no está bien, sembrando en nuestro interior la semilla de extrañeza y desasosiego…claves absolutas de esta serie.
No podemos olvidar la excelente edición en cartoné de Astiberri, incluyendo para la ocasión portadas variantes de artistas como Gabriel Hernández Walta o Ray Fawkes.
En definitiva: Gideon Falls continúa con un pulso envidiable en esta nueva entrega, reafirmando lo que ya muchos pensamos…y que no es otra cosa de estar ante una de las mejores obras de terror del medio y que, por mi parte, no puedo esperar a ver cómo continúa esto.
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