jueves, 16 de julio de 2020

Reseña: Malas firmas

Malas firmas.

Roberto Malo.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Interludio ediciones. Zaragoza, 2020. 132 páginas.

Roberto Malo es un autor todoterreno que tan pronto publica un libro infantil como guioniza cómics, publica novelas «para mayores», escribe librojuegos u ofrece una recopilación de columnas periodísticas. El caso que nos ocupa es precisamente este último, a lo largo de las 60 aquí reunidas, publicadas originalmente en entregas semanales en El Periódico de Aragón desde enero de 2019, el también cuentacuentos y animador sociocultural compone una calidoscopio en que se entremezclan anécdotas de su propia vida, reales o fantásticas, efemérides destacadas, estrenos de cine o de teatro, rememoranzas de todo tipo, obituarios por figuras de la cultura recientemente fallecidas, y muchas historias sobre sus firmas de libros, sus actuaciones y presentaciones. Representa la crónica de algo más de un año —sesenta semanas, ahí es nada— de un mundo que todavía no se esperaba la llegada de la pandemia —eso muy posiblemente se verá en una futura segunda entrega—, en el que se enhebra la realidad, la ficción y la metaficción con un alto grado de ironía, y un humor amable no exento de cierta socarronería. En realidad, mediante un ejercicio de striptease emocional, Malo no puede evitarlo y entrega un cuento en cada columna, un relato breve lleno de ilusión, diversión y sorpresa que revela mucho del alma del autor. En las columnas de Malas firmas se entremezclan vivencias reales con otras sacadas de una vida paralela, onírica casi, imposibilitando hacerse un retrato fiable del autor, pero sí de una suerte de alter ego de lo más intrigante y divertido.

En un formato muy contenido, limitado a un número determinado de palabras por columna —no veáis lo contento que se puso el autor cuando le aumentaron de 1550 a 1700 con las que explayarse un poquito más cada semana; casi monta una fiesta—, Malo hace un ejercicio de síntesis para plantear sus curiosidades y cerrarlas, casi siempre, con un divertido giro o guiño al lector que suele dejar una sonrisa en los labios después de su lectura. Incluso en los temas más tristes, como puedan ser las muertes de personajes admirados, o aquellos que pudieran resultar polémicos, como la discriminación por género, se esfuerza en encontrar la visión amable, el detalle cómplice que conforta.

Cada columna es una aventura fruto de una imaginación desbordante y de su confesa adicción a la escritura. El acto de ofrecer una columna semanal obliga al autor, como él mismo reconoce, a un ejercicio de observación de lo que le rodea, a una disección de la realidad en torno suyo, tanto del presente como del pasado, donde encontrar material para esbozar sus historias. Malo no vierte aquí, aunque algo haya, opiniones políticas ni artículos de sesudo análisis, pero no puede evitar que su visión del mundo permee cada columna. Amable, divertido, transgresor, humanista, familiar, culto, irreverente, su mirada hace que el mismo lector vea las cosas de otra manera.

Estas sesenta entregas son tan heterogéneas como polifacético es el propio autor. No faltan simpáticas anécdotas familiares, como cuando intenta explicar a sus hijos lo ricas que están las medusas que una vez comió en un viaje, referencias cinematográficas a tutiplen, tanto de películas que acaba de ver —y que pueden haberle gustado o no, ahí está la gracia—, como de ceremonias de los Oscar o los Goya, de aquellas proyecciones que recuerda con fascinación, o de homenajes a los actores y actrices a los que tanto admira; hay también sentidos panegíricos hacia aquellos recientemente fallecidos en el momento de escribir el texto, como Luis Eduardo Aute, Mordillo o José Luis Cuerda, efemérides curiosas, descripciones oníricas de sueños recordados, y temas tan variopintos como el cambio de hora, las campañas de moda o las rebajas, crónicas de viajes, consejos de escritura y vivencias variadas, que reunidas finalmente sirven de una suerte de diario personal —no faltan las interpelaciones directas al lector— que ayuda a conocer al autor, o al menos al personaje del cuentacuentos que tan bien conoce y tan bien interpreta.

La última columna recopilada en este primer volumen se publicó en el periódico el 7 de marzo de 2020, justo una semana antes de que se declarase el Estado de Alarma y empezase el confinamiento. El momento ideal para echar la vista atrás y recordar cómo éramos. Para el segundo volumen, que estoy convencido que llegará en un futuro con las columnas que se han ido y se están publicando desde entonces, y las que se publicarán a partir de ahora, queda saber cómo lo hemos sobrellevado y cómo somos ahora. Mucho por decir.

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