lunes, 15 de marzo de 2021

Reseña: Gideon la Novena

Gideon la Novena.
La tumba sellada, 1.

Tamsyn Muir.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Nova. Barcelona, 2021. Título original: Gideon the Ninth. Traducción: David Tejera Expósito. Ilustración de cubierta: Tommy Arnold. 544 páginas.

Muir ha elegido para su novela de debut una ambiciosa, y arriesgada, apuesta, una mezcla descarnada de géneros que podría resultar insatisfactoria para algunos paladares más gustosos de lo canónico. La autora ofrece una fantasía grimdark en un envoltorio de space opera que en realidad es una novela gótica que encierra la investigación detectivesca del misterio de unos asesinatos en una mansión aislada, la Morada Canaán. La historia bebe de lo mejor de los géneros, tiene comedia y tiene terror, tiene el romance de un primer enamoramiento y tiene sangre, vísceras y mutilaciones para dar y tomar, tiene mucha magia y muchos —muchosesqueletos reanimados en un ambiente de parafernalia futurista y tecnología inactiva a punto de reactivarse, tiene seriedad cuando debe e irreverencia cuando se necesita, algo de distopía e intriga, duelos de ingenio y a punta de espada, maquillajes siniestros, culpas secretas, lenguaje soez y guiños picantes, alianzas inesperadas, relaciones tóxicas y sacrificios trágicos. Una mezcla imposible que termina funcionando.

Ilustración de Tommy Arnold
Gideon Nav es una joven huérfana sirviente de la Novena Casa, una estirpe nigromántica encargada de la custodia de la Tumba Sellada. Entrenada para el combate con un mandoble a dos manos, y después de una vida de privaciones y desprecios, sólo sueña con escapar del planeta y unirse al Séquito, las fuerzas de choque del Divino Nigromante, Rey de las Nueve Renovaciones, Lord Imperecedero, Nigrolord Supremo…, el Emperador. Frustrado su más reciente intento de fuga, verá cumplido su sueño de una manera algo retorcida al verse forzada a acompañar a la Heredera de la Novena Casa, la Reverenda Hija de Elegioburgo —y gobernante secreta del lugar—, Harrowhark Nonagesimus, como su caballera, algo para lo que nunca ha sido preparada. Los Herederos de cada una de las Casas han sido convocados por el Emperador como postulantes a ocupar el puesto de lictor, inmortales consejeros y guerreros de élite, ocupando el lugar de aquellos que le han servido durante diez mil años. Para ello deberán viajar hasta la Primera Casa, un planeta acuático donde se encuentra la antigua mansión del Emperador, la Morada Canaán. Allí los herederos deberán encontrar la forma de ascender para convertirse en lictores, aunque el  primer problema que deberán enfrentar es que nadie les indica cómo ha de ser el adiestramiento, la fórmula o la investigación para conseguir tal destino. Tan sólo hay una regla, que nunca abran una puerta que esté cerrada —con llave— a menos que tengan permiso para hacerlo. La convivencia entre los miembros de las ocho casas no resulta sencilla, y todo empeora cuando suceden los primeros asesinatos, despertando las sospechas entre la mayoría de ellos.

Con un inicio cadencioso hasta que se establecen los parámetros en que la trama va a moverse, cobrando entonces un impulso constante, emocionante y algo macabro, la novela se convierte así en una doble serie de investigaciones; por un lado, la búsqueda de respuestas a las pruebas necesarias para conseguir el ascenso a la lictoridad y, por otro, la de la autoría tras los asesinatos.

Las Casas
Como recomendación personal, resulta aconsejable tener en mente el Dramatis personae existente al principio de la novela, dado que hay momentos, sobre todo al iniciar la lectura, que se antoja muy conveniente para consultar a qué Casa pertenece tal o cual personaje, sobre todo dado que cada uno recibe apelativos variados —nombres, apellidos, apodos, títulos o cargos—, y que los binomios nigromante - caballero/a pueden llevar en alguna escena a cierta confusión —aunque la excelente traducción, en una tarea que no se antoja sencilla, hace mucho para evitar al lector perderse por el camino en absoluto—.

La cooperación entre las Casas, cada cual proveniente de su propio planeta, se ve pronto como algo bastante improbable, sobre todo dada la multitud de desconfianzas y recelos previos existentes entre varias de ellas con las demás. Las alianzas se antojan complicadas y el compartir los datos que cada cual va descubriendo todavía más. Los retos y enigmas a los que deben enfrentarse son cada vez más retorcidos —y ya lo eran mucho de inicio—, y mediante su resolución la autora aprovecha para sentar las bases sociales, religiosas y nigrománticas de su mundo. Cada Casa tiene sus propias reglas de conducta, y cada Heredero puede usar la nigromancia de diferentes formas. Algunos pueden comunicarse con los muertos, otros pueden drenar el alma de los vivos, otros manipulan los huesos dotando a los esqueletos de una suerte de vida y convirtiéndolos en sirvientes...

No obstante, el hecho de que, salvo en unos primeros capítulos introductorios, toda la acción se desarrolle en un escenario cerrado dentro de los límites de la Morada Canaán y con un elenco de personajes amplio pero bien delimitado —dos por Casa y un trío de sirvientes - sacerdotes - preceptores del Emperador, uno de los cuales viene a ocupar el lugar del proverbial mayordomo que toda historia de misterio y asesinatos que se precie debe tener— permite a Muir eludir una elaborada construcción del universo en que se desarrolla la acción, limitándose a una visión general que deja con muchas ganas de saber más del mismo. Pero, a pesar de la poca exposición, sí se nota que hay un buen trabajo de trasfondo detrás de lo narrado, consiguiendo así resaltar lo interesante de la situación sin distracciones innecesarias.

Ilustración de Tommy Arnold
Harrow
es una joven nigromante de enorme talento en la taumaturgia de los huesos, decidida, mezquina, despiadada y retorcidamente malvada, entregada a la causa de su Casa. Gideon es una joven —tan solo un año mayor que Harrow— irreverente e iconoclasta, deslenguada, malhablada, dispuesta a enfrentarse en solitario con el mundo entero y, no obstante, extrañamente empática. Una joven poco dada a cumplir los deseos de su nigromante, a quien odia desde su infancia, más allá de conseguir su objetivo de salir con bien de la prueba y dejarla atrás para siempre. El puesto de caballera de la Heredera de una Casa, en estas circunstancias, va más allá de ser un mero campeón designado. Es un guardaespaldas, sí, pero también un apoyo en todos los ámbitos cotidianos, desde ayuda de cámara a confidente, pasando por duelista por el honor de la Casa, investigador y cualesquiera otras tareas necesarias para el desempeño de la misión. Como tal la confianza y el entendimiento entre nigromante y caballera debe de ser total, cosa que en el caso de Gideon y Harrow brilla absolutamente por su ausencia. Cuando dependen más que nunca la una de la otra, no puede haber más tirantez y desconfianza mutuas.

A lo largo de la novela la relación entre Gideon y Harrow se irá desvelando como mucho más complicada y retorcida de lo que inicialmente pudiera sospecharse. Una relación enfermiza que trasciende con mucho el simple odio mutuo para mostrar, mediante sus interacciones, los secretos, las culpas mal asimiladas que se guardan, y alguna reflexión sobre el pasado de ambas, una intimidad peculiar, una ambigua codependencia cargada de animadversión y atracción, y unos sentimientos a flor de piel que llegan a ser de lo más convincentes. El peligro que ambas van a correr podría costarles la vida en cualquier momento, y la manía que tienen de actuar cada una por su cuenta sin contar con la otra va a generar más de un conflicto. Cuando se imponga la cooperación para resolver los acertijos que la mansión del Emperador les plantea será bastante contra su voluntad.

Junto a ellas, los nigromantes y caballeros del resto de las Casas, cada cual con su propia agenda, con sus particularidades y resquemores, sus simpatías y deudas, sus duelos y recelos, crearán una red de alianzas privadas, sospechas y enfrentamientos que propicia un ambiente opresivo poco propicio para la amistad o el compañerismo. Muir conjuga satisfactoriamente la tensión con el alivio humorístico, sobre todo con las salidas de tono de Gideon, pero también con los comportamientos de algunas de las otras parejas protagonistas —esos susurros adolescentes—.
Ilustración de Edward Miller
Enfrentados a sus misterios, la Morada Canaán es también un enigma en sí misma, abandonada tiempo ha por el Emperador y a la que ya no puede volver, resulta ser una suerte de decadente y decrépito castillo gótico o mansión encantada —sensación aumentada por el servicio compuesto de esqueletos revividos—, con multitud de recovecos, pasillos, salas, habitaciones, sótanos, catacumbas, balconadas, muelles y alas añadidas a lo largo de su construcción. Cualquier rincón puede ocultar un secreto, en recónditos laboratorios aguardan acertijos mortales y las puertas cerradas podrían darles la clave de lo que están buscando. Pero ¿se trata de una competición, de unas pruebas a cumplir en solitario, o se debería imponer la colaboración entre todos los aspirantes? Ninguno lo sabe. Lo que está claro es que alguien quiere llegar al fondo de ello de la manera más expeditiva posible y que no hay otra manera de escapar que resolver los retos. Las lanzaderas con las que llegaron al planeta han sido lanzadas al mar, las comunicaciones con el exterior se encuentran deshabilitadas, el aislamiento es total y nadie abandonará el lugar hasta que se hayan completado las pruebas para ascender a lictor, sean estas cuales sean. Y esa solución depende también de que descubran la identidad del o los asesinos antes de convertirse ellas misma en víctimas. Ninguno de los presentes está preparado para la ordalía que se avecina.

Cabe decir que Muir hace algo de trampa y, al contrario de lo que suele ser habitual en las novelas de misterio de las que la trama bebe, aunque la mano tras los asesinatos se intuye desde bien pronto, la mente tras los mismos en ningún momento aparece sugerida hasta que se desvela su autoría. Si uno de los placeres es descubrir al asesino antes de que la autora diga su nombre, aquí tan solo se puede conseguir a medias. Algo que no resta valor a una aventura emocionante, repleta de irreverencia, humor cáustico y mordaz, puro sarcasmo, violencia, intriga, personajes memorables, con momentos en que parece más interesada en la estética que en el enfrentamiento o la resolución del misterio, y un final que deja con heridas en el interior. Una epatante conclusión que abre el camino hacia la siguiente entrega de la trilogía, pero que a su vez cierra muchas puertas otorgando un desenlace doloroso, pero satisfactorio a la novela.

2 comentarios:

Carolina dijo...

¡Hola! Acabo de encontrar tu blog, no conocía el libro, pero me ha llamado mucho la atención porque me llaman esos temas y nunca he leído un libro así, me lo apunto, gracias por la recomendación. Te sigo y te invito a pasarte por mi blog. Un saludo.

Santiago dijo...

Muchas gracias por pasarte a comentar. Espero que disfrutes de la novela ;-)

Saludos