miércoles, 14 de abril de 2021

Reseña: Venus elevado a V

Venus elevado a V.

Raúl Gonzálvez del Águila.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Editorial Cerbero. Col. Wyser # 38. Cádiz, 2021. Imagen de cubierta: CalaveraDiablo. 216 páginas.

Entregado desde 1989, el Premio Alberto Magno de novela corta es uno de los más, sino el más, prestigioso de los galardones otorgados a narraciones del género de ciencia ficción en nuestro país. Convocado por la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco, el certamen está abierto a obras de ciencia ficción y fantasía sobre tema científico, con lo que, teniendo sobre todo en cuanta la facultad convocante, es normal que los premiados se muevan en temáticas con un enfoque cercano al hard del género, con historias que muestran al menos una base científico-tecnológica más allá de la mera tecnojerga. Venus elevado a V resultó ganadora en la edición de 2019 y, en efecto, aunque de una forma harto paradójica en una historia que podría considerarse incluso post apocalíptica, el contenido especulativo salta a la vista como uno de los principales y muy interesantes temas del relato. Un relato que presenta un mundo que ha tenido que recuperarse de un catastrófico evento que acabó con todos los soportes digitales y reinventar la tecnología evitando la dependencia de todo tipo de aparatos y dispositivos «inteligentes». Una lectura sugerente y emocionante a partes iguales.

Ciento cuarenta años después del Apagón, un suceso que acabó de forma dramática con la Era Digital, la mermada humanidad ha conseguido enviar una nueva misión a Venus. Antaño, antes de la catástrofe, se había conseguido empezar la colonización del planeta, con la construcción de ocho nimbociudades y un principio de terraformación que hubo que abandonar de forma precipitada. Tras cinco meses de travesía, la Kipling, con una tripulación compuesta por científicos, militares y savants, ha alcanzado su destino, y sus miembros se disponen a abordar y reactivar la Botticelli, una de las nimbociudades que han permanecido tanto tiempo esperándolos. En su interior, y en la superficie del planeta, aguardan respuestas que quizá ninguno de los implicados está preparado para asimilar.

Gonzálvez presenta una humanidad todavía recelosa de cualquier tipo de procesos informáticos. Recelo que hace que toda interacción con las máquinas se realice a través de savants —científicamente personas con ciertas discapacidades mentales significativas que demuestran determinadas habilidades en un grado muy por encima del promedio, también conocidos como sabios idiotas a modo de interfaz. Savants que se encargan de todo tipo de tareas, incluidos procesos «computacionales» que recuerdan a tiempos pasados, analógicos, de forma harto ingeniosa. A través de las experiencias y actividades de los protagonistas con los periféricos conocidos como las abejas o la gaviota, el autor refleja de forma palpable y vívida la experiencia de inmersión en la peligrosa, como poco para los humanos, atmósfera de Venus. Las violentas tormentas, la presión y temperatura extremas, la composición irrespirable de sus gases…, constituyen un emocionante escenario en el que el juego de secretos y objetivos discrepantes entre los miembros de la tripulación va a marcar una deriva inesperada en los sucesos posteriores. Unos eventos dramáticos en que junto al destino futuro de la humanidad podrían encontrarse las claves para dilucidar la verdad tras las motivaciones del Apagón, cuando la humanidad se vio forzada a renunciar a toda la tecnología informática y de computación de la Tierra y las colonias de Marte y Venus.
Con un tono cercano a los clásicos de exploración de entornos extraterrestres de la ciencia ficción clásica, aunque con una decidida apuesta por temas de lo más actuales, la narración altera capítulos en primera persona desde la óptica del savant Ka —sí, los homenajes a la obra de Kipling son continuos— y otros en tercera siguiendo diferentes puntos de vista de algunos de los componentes de la expedición. Poco a poco, de forma ingeniosamente integrada en los diálogos y en las retrospecciones, va saliendo a la luz la historia de lo sucedido en la Tierra. La diezmada humanidad, tras años muy oscuros, ha empezado a recuperarse, basando ahora todos los adelantos en la biotecnología y en aparatos analógicos que les han servido para alcanzar de nuevo un nivel todavía lejano del anterior pero sí lo suficientemente avanzado y aceptable como para enviar una nave a Venus. Una expedición con unos fines concretos que van a chocar con la agenda privada, y totalmente contrapuesta, de varios de sus miembros, algunos actuando al dictado de los actuales dignatarios humanos, otros con objetivos propios supuestamente para bien de toda la humanidad. La aventura está servida.

Una prosa medida y efectiva, donde las justas y necesarias explicaciones y descripciones científico-técnicas están perfectamente integradas en la acción del relato sin resultar molestas en ningún momento, hace discurrir la historia por los cauces de la clásica exploración, de redescubrimiento en este caso, de una instalación «extraterrestre» abandonada hace tiempo y de un planeta en el que la antigua huella humana ha dejado muchos misterios por resolver ahora. Debajo de cada nimbociudad una suerte de pulpos ¿alienígenas? están construyendo un «volcán» que se alza hacia las alturas. ¿Son una nueva forma de vida? ¿Son un producto defectuoso del proyecto de terraformación? ¿Responden a una programación ahora obsoleta? ¿O Poseen objetivos propios imposibles de dilucidar por los humanos actuales? De la respuesta a estas y otras preguntas quizá dependa la vida de todos los componentes de la expedición, y el destino de la humanidad entera.

A veces las acciones mejor intencionadas, aquellas que se supone más positivas, no obtienen recompensa. A veces el actuar arrogándose la potestad de hablar por muchos no está refrendado por la razón. A veces la historia aceptada y la realidad no caminan de la mano. A veces el pasado, y todas sus consecuencias, no están tan muertos como uno supondría. A veces la verdad resulta irónicamente dolorosa, pero debe aceptarse de todos modos para seguir adelante… El autor presenta una historia en su justa medida, sin que falte nada ni esté aquejada de añadidos innecesarios, emocionante, intrigante y sugerente, con interesantes reflexiones sobre el futuro que podría estar aguardándonos quizá no demasiado lejos según algunos de los gurús de la Singularidad. Una historia que nace de la catástrofe pero no se muestra exenta de esperanza. El Premio Alberto Magno sigue deparándonos magníficas obras.

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