jueves, 24 de mayo de 2012

Reseña: La Vieja guardia

La vieja guardia.

John Scalzi.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Booket. Col. Ciencia ficción. Barcelona, 2011. Título original: Old Man’s War. Traducción: Rafael Marín. 298 páginas.

John Scalzi, en la actualidad con un buen número de obras publicadas a sus espaldas, comenzó su carrera literaria con el libro objeto de esta reseña; una primera novela con la que, además, iniciaría una saga de space opera bélico o militar —que no belicista ni militarista, la diferenciación es importante— que bebe de alguna manera de clásicos como el Robert Heinlein de Tropas del espacio —expresamente nombrado en los agradecimientos como una de las influencias principales— o Joe Haldeman —con inevitables comparaciones, desde la distancia, a La guerra interminable—. Aunque ya había ido disfrutado de las obras independientes del autor publicadas en nuestro país, lo cierto es que no sé muy bien por qué había dejado pasar las que componen esta saga, así que, aprovechando la ocasión de su publicación en bolsillo, me decidí a solventarlo. Y lo cierto es que no me arrepiento, pues La vieja guardia es una novela francamente entretenida. Una lectura ligera, en cuanto a que es muy ágil y fácil de leer, pero con cierto calado reflexivo en torno a temas como la guerra, la diplomacia, la colonización, la identidad o el rechazo un tanto irracional al o a lo diferente tan solo por serlo.

Así, bajo una apariencia de cierta liviandad, de ligereza narrativa, y de toda la parafernalia futurista del género, lo cierto es que el autor aprovecha los resortes que le permiten el uso de la ciencia ficción para lanzar unas cuantas cargas de profundidad sobre la conciencia colectiva actual y la forma del pensamiento occidental con su supuesta superioridad moral y su indiferencia sobre otras culturas —algo muy sintomático es que la colonización del espacio, debido a ciertos hechos anteriores, solo esté permitida de forma directa a las gentes provenientes de países del tercer mundo, mientras que los norteamericanos deben pasar por un especial «servicio militar» para poder acceder a ella—.

De esta manera, el día que John Nicholas Perry cumplía 75 años, hizo dos cosas destacadas: visitó la tumba de su esposa y confirmó su alistamiento en las Fuerzas de Defensa Coloniales. En una galaxia donde los planetas habitables, deshabitados o no, son un bien escaso y están duramente disputados, la humanidad no puede quedarse atrás frente a otros seres, así que las lejanas colonias deben ser defendidas de beligerantes alienígenas al tiempo que se lucha por hacerse con el control de aquellos otros que se van descubriendo. En la Tierra, tras alguna terrible experiencia bélica, se vive como en un remanso de paz —quizá excesiva y difícil de creer conociendo nuestra propia Historia y conociendo luego el estado del resto de la galaxia—, totalmente de espaldas a la guerra que está teniendo lugar allá fuera, aunque todos sean conscientes de que el ejército encargado de ella ofrece la posibilidad de enrolarse al cumnplir los 75 por un período mínimo de dos años ampliables unilateralmente hasta los diez a cambio de lo que todos suponen un tratamiento de rejuvenecimiento que ponga en forma de nuevo a los ancianos reclutas.

Mediante una historia ágil y entretenida, en medio de tiros, de saltos espaciales, de muertes incontables, muchas de ellas sin sentido, de alienígenas incomprensibles y planetas en disputa, Scalzi se dedica a pintar la «realidad» de la guerra, lejos de misticismos y heroicidades, donde la épica da paso a la cruda realidad y a las dudas éticas sobre la justificación de ciertas acciones. Así, muchos temas tienen cabida dentro de la acción: La definición de la identidad propia y naturaleza de lo que nos hacer ser y permanecer siendo «humanos» a pesar de todos los cambios que puedan producirse, de las largas distancias que nos separen del planeta madre. El sentido y la necesidad de un final, de la muerte, a pesar del dolor del crecimiento, la madurez y el paso del tiempo, de perder a los seres queridos o de olvidar lo vivido. La ética subyacente en la manipulación genética, sus objetivos, los límites a los que debe circunscribirse y el momento en que puede escaparse de las manos. El gregarismo de los humanos, la necesidad de contacto, de permanencia a un grupo. La lealtad de los que luchan juntos, el sentimiento de unidad, el espíritu compartido que mantiene la hermandad y convierte al compañero en algo más que un hermano. La amistad desinteresada, pura camaradería. El peligro de las ideas preconcebidas, de la xenofobia, de dejarse engañar por las apariencias. La eterna lucha por los recursos y la supremacía sobre los que aspiran al mismo territorio, la dificultad del compartir...

Para contar la historia el autor echa mano sin tapujos del abundante uso de futuristas recursos tecnológicos, que termina siendo más «tecnojerga» que otra cosa, pero que en todo caso consigue que nada «chirríe» en exceso, con una sorprendente forma de viajar más rápida que la luz y con supuestos grandes avances en bioingeniería que conllevan importantes «mejoras» de los cuerpos de los combatientes, con implantes cibernéticos cerebrales y nanotecnología incorporada a su nueva sangre, a su piel, a su carne y huesos, y que los convierte en auténticos post humanos.

Se hecha en falta, quizá, algo más del humor habitual de algunas de sus obras posteriores —aunque, claro, esto solo se hace patente al leerla a posteriori de aquellas y no tanto en su orden original de publicación—. A pesar de que el protagonista sí que trate de hacer unos cuantos chistes irónicos y socarrones que no siempre son bien recibidos, y alguno de sus compañeros en vez de ancianos parezcan estudiantes de instituto con pocas luces, lo cierto es que el humor que nace de la situación y no del gag particular —como los nombres personales que van a recibir los «CerebroAmigo», el sistema informático implantado en el cuerpo de cada recluta, que más que causar risa dan un poco de pena— brilla aquí por su ausencia..

La novela va quemando rápidamentte etapas, saltando de un episodio a otro de la carrera militar del protagonista: reclutamiento, adaptación, entrenamiento y diversas misiones bélicas, con grandes saltos temporales y sin dar lugar prácticamente a la introspección o al detallismo descriptivo dentro del universo creado por el autor, aunque dando gran importancia al tema del mantenimiento de la amistad a pesar de las distancias estelares de separación. Scalzi va al meollo de la trama, sin desvíos ni distracciones —y cuando aparentemente existe alguno, al final va a resultar que no lo era tanto—.

La vieja guardia reúne intensos, casi épicos, momentos de acción trepidante, sorprendentes especulaciones sobre el desarrollo de la ciencia y tecnología venidera e interesantes reflexiones sobre el futuro de la Humanidad en su posible expansión por las galaxias. Scalzi se muestra tan hábil en la plasmación de las escenas bélicas como en los momentos de una mayor implicación sentimental —alguno quizá innecesariamente tendente a lo lacrimógeno, sin que afortunadamente se adueñan de la trama—, utilizando para ello un estilo fluido y rápido, suave y engañosamente sencillo, que hace que el libro parezca durar tan solo un suspiro.


A pesar de ciertos defectos puntuales, achacables quizá a su condición de novela primeriza, y de que se trata de una lectura totalmente independiente y cerrada, deja con enormes ganas de leer la segunda entrega de la serie, Las brigadas fantasma.

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Reseña de otras obras del autor:



2 comentarios:

Ruben dijo...

Muy buena reseña.
Como casi todas las que hacéis, sino todas.
Un blog de referencia para mi.
Tenía ganas de decíroslo.
Un cordial saludo.

Santiago dijo...

Muchas gracias por el elogio. Siempre viene bien recibir apoyo para ver que toda la labor no cae en saco roto.

Me he pasado por tu blog, http://surcandointrincadossenderos.blogspot.com.es/ y me ha parecido también muy interesante.

Saludos