sábado, 11 de enero de 2014

Reseña: Los nombres muertos

Los nombres muertos.

Jesús Cañadas.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Fantascy. Barcelona, 2013. 575 páginas.

Ha querido la casualidad de los hados editoriales que en un muy breve período de tiempo me hayan coincidido las lecturas de la reedición de La sombra fuera del tiempo, de H.P. Lovecraft ―reseñada en esta entrada anterior―, y esta novela que ahora nos ocupa, protagonizada precisamente por el autor de Providence, lo que me ha permitido meterme de lleno en su ambiente. Al estilo de otras obras donde un escritor pasa a ser personaje principal de las aventuras narradas en el libro, Los nombres muertos es un ejercicio de metaliteratura muy meditado y medido, que juega a la ambivalencia y atrapa tanto por su intensa trama como por las numerosas referencias a autores literarios, artístas, políticos y personajes famosos como pululan por sus páginas, convirtiendo en un auténtico juego el hacerse con todos ellos. Devuelve el pulp, con un estilo renovado, al siglo XXI a través de un auténtico homenaje tanto a un género como a sus principales autores. Con un estilo y una prosa muy cuidados, aunque con un pelín de barroquismo, una trama cargada de misterios, unos diálogos francamente conseguidos, un viaje lleno de peligros y una hábil fusión entre lo real y lo literario, lo histórico y lo ficticio, el autor invita a su lectores a participar en una búsqueda vertiginosa con muchas subidas y bajadas.

H.P. Lovecraft
El escritor Frank Belknap Long (Los perros de Tíndalos) recibe una propuesta que no puede rechazar: La viuda del multimillonario John Raskob, a la sazón constructor y propietario del Empire State Building, le encarga la preparación de una expedición para encontrar el legendario Necronomicón, de cuya existencia parece dar fe una tarjeta del archivo de una biblioteca con sus datos. Para conseguirlo, no duda en acudir a su amigo Howard Phillip Lovecraft, quien le hace ver que es una misión imposible, algo que sabe perfectamente, pues él mismo se inventó el libro maldito para incluirlo como obra de referencia en sus relatos. A pesar de todo, movidos por una morbosa curiosidad, el viaje comienza, con la compañía además del también escritor Robert E. Howard (Conan, Kull, Salomon Kane), y cual intrépidos Indianas Jones el periplo les va a llevar a muy diversas, y peligrosas, localizaciones, encontrándose por el camino con gentes tan dispares como, entre otros, Aleister Crowley, Arthur Machen o Sonia Green, la todavía esposa, aunque se encuentren separados de facto, de Lovecraft.

Cañadas les embarca en una emocionante, y muy frenética por momentos, aventura llena de peripecias y peligros, misterios e intrigas varias. Desde un comienzo aparentemente tranquilo, aunque sin duda ominoso, la trama se irá complicando con tiroteos, secuestros, torturas, persecuciones de todo tipo, escapes imposibles, dobles agentes, sectas y sociedades secretas, nazis, logias ocultistas y poderes políticos emergentes entre todos los que buscan el poder que otorgaría el libro a su poseedor. La intriga y el misterio es el eje sobre el que pivota la trabajada trama, ofreciendo pistas a los «aventureros» para mantenerlos siempre en movimiento tras un objeto que podría ser tan sólo una quimera y que, sin embargo, parece encontrarse en el punto de mira de muy diversas e inquietantes personas y organizaciones. Pistas que les harán recorrer medio mundo, rastreando la existencia del Necronomicón y reconstruyedo de alguna manera su historia hasta el lugar de su supuesto origen, un Damasco demencial donde todo, o nada, cobrará sentido.

Los escenarios, no podía ser de otra manera, reflejan fielmente lo que se espera de un homenaje a la literatura pulp y al maestro del horror cósmico y sus seguidores literarios: bibliotecas, museos, caserones un tanto decrépitos, pisos atestados de libros polvorientos, teatros vacíos y ominosos, tétricos hospitales, criptas, parajes abandonados, cavernas y acantilados sobre mares procelosos, tiendas polvorientas, ciudades en cuarentena, excavaciones arqueológicas…

Sonia Green y Lovecraft
La construcción de los personajes, brillante en la mayoría de los protagonistas, está sin embargo un tanto desequilibrada. Por un lado, como protagonista casi absoluto, aunque muchas veces se vea relegado a un segundo plano siendo sacado de la escena en numerosas ocasiones, Lovecraft está magníficamente caracterizado, dando muestras de una personalidad apocada, con sus muchos miedos internos, sus continuas dudas, su hipocondría, su impostado racismo, su engolada forma de expresarse y un fundado escepticismo ante el resultado final de toda la aventura ―ya que él es quien mejor sabe que el libro no existe al ser tan sólo fruto de su fértil imaginación― que empieza a resquebrajarse por las evidencias que parecen surgir en su camino. El lector se encuentra con un Lovecraft en un punto determinante de su vida, separado de su esposa y de vuelta a Providence donde vive con sus tías y se plantea seriamente abandonar su carrera literaria dudando de su valía como escritor.

En paralelo, Sonia Greene es el contrapunto perfecto a su, todavía, marido. Firme, decidida, valiente, dispuesta a no dejarse comer el terreno y a ganarse independientemente su puesto en la sociedad que la rodea, es uno de los grandes aciertos de la novela. No obstante, otros «compañeros» como Robert E. Howard, en su papel de héroe de acción y recurso humorístico que aligere la tensión acumulada no están tan conseguidos. Codo a codo con el creador de Conan, Frank Belknap Long cumple a la perfección con el agradecido papel de compañero del «héroe», impidiendo en ocasiones alzar el vuelo a las extrañas veleidades de su admirado «mentor»; asmático, poco dado a la acción, pragmático y creyente en lo sobrenatural a un tiempo, se hace querer con todas sus debilidades y su ansia de superación, aunque hay un par de ocasiones en que no termina de estar lo convincente que debiera.

Frank Belknap Long y Lovecraft
Junto al cuarteto «protagonista» la cantidad de «cameos» que se van sucediendo es inmensa, justificadamente alguno de ellos, otros no tanto. Quizá Cañadas ha querido abarcar demasiado y ya se sabe lo que le sucede a quien lo intenta. Consideración aparte merece cierta subasta en el Museo Británico por parte de Sotheby's, que cuenta con la mayor concentración de personajes históricos de la novela, cuya presencia allí es, no obstante, no sólo difícilmente verificable sino ―por su forma de actuar y lo que les sucede― altamente incongruente en varios de ellos. Una falta de coherencia con lo conocido de ellos que hubiera sido fácilmente evitable por muy grande que fuera la tentación de incluirlos y por gozosa que sea la sensación que se produce en el lector al ver interactuar entre ellos a alguno de los grandes genios de la cultura o la política de la primera mitad del siglo XX.

Hay, eso sí, una muy lograda reconstrucción de la época, con mucha documentación sobre los lugares visitados, los personajes con los que van cruzándose y ese periodo de entreguerras, con los negros nubarrones que se empiezan a intuir en lontananza, pero que todavía no terminan de mostrarse. Cañadas va dejando caer., además, un buen número de guiños hacia los admiradores, y conocedores, del escritor de Providence. Las referencias hacia detalles de sus obras y de su vida ―real― son continuos, dando cuenta del perfecto conocimiento por parte del autor del material que se trae entre manos.

Robert E. Howard
Entre medio de tanta aventura, la novela peca de un ritmo un tanto irregular dentro de la decidida apuesta por la acción desatada. Hay en todo momento un deseo de no dar respiro al lector, de mantener la acción lanzada hacia adelante, sin descanso, de forma vertiginosa y emocionante. Una apuesta difícil de sostener durante tantas páginas, al punto que superada algo más de la primera mitad la novela sufre una ralentización evidente, aunque casi de agradecer. Hay cierta saturación en el socorrido recurso narrativo del «viaje por etapas». Cañadas lleva la acción en un crescendo continuo que conduce hacia un, aparentemente, inevitable clímax donde el lector por fin obtendrá ciertas respuestas. Sin embargo, alcanzado un punto álgido imprime un nuevo giro a la historia y la acción se desplaza a una nueva localización con el misterio prácticamente intacto y demasiadas preguntas pendientes. Algo no negativo per se, pero que sí es motivo de cierta frustración en el lector. Chocante es también, no mpor confuso sino por desconcertante, el cambio de estructura del tramo final con una dislocación temporal entre dos tramas que se siguen en paralelo que no se había producido en todos los segmentos anteriores.

El autor juega a la perfección, eso sí, con la atmósfera del relato, inquietante y cautivadora, creando con apabullante efectividad la duda sobre la implicación sobrenatural en todos los sucesos que van teniendo lugar, sobre la identidad de los «poderes» que están manejando los hilos, sobre esos misterios que pueden tener una explicación racional de lo más mundana o ser fruto de la magia según la óptica con la que se observe, y por encima de todo sobre la existencia real o no del Necronomicón, navegando en todo momento entre el escepticismo y la convicción de su presencia física en ciertos lugares y en ciertas manos. La trama, en este sentido, resulta también impredecible. Es difícil saber por dónde va a salir cada nueva peripecia, con qué trampas se van a encontrar los expedicionarios, en qué manos van a caer, qué aliados van a irse encontrando, a qué peligrosos enemigos van a enfrentarse en cada etapa, qué misterios deben resolver y qué pruebas y riesgos afrontar… La emoción así está garantizada a cada paso.

Los nombres muertos es, por tanto, un brillante homenaje a toda una generación de escritores y a una forma de entender la literatura fantástica ―y el horror sobre todo―. Ambiciosa en grado sumo, quizá muestre ahí su único defecto al intentar incluir demasiados elementos y demasiado giros. Aún así, se trata de una aventura intrigante que se lee de forma rápida y entretenida. Divertida y oscura por momentos, ágil y fluida, conjuga a la perfección lo real con lo inventado. Una buena lectura, entretenida e, incluso, didáctica, tanto para «iniciados» como para neófitos.

3 comentarios:

Abdul Alhazred dijo...

Lo tengo en mi lista de pendientes de lectura en cuanto lo vi en la tienda. Todos los comentarios que he leído son buenos, así que creo que me gustará.

Dimitri dijo...

Gran reseña y gran libro.
Como bien dices, se trata de una novela realmente entretenida, que engancha, con buen ritmo y muy divertida para los fans de Lovecraft. Yo me lo pasé en grande.
Te dejo mi reseña: http://booksymusic.blogspot.com.es/2013/12/los-nombres-muertos-jesus-canadas.html

Saludos!

Santiago dijo...

Lo cierto es que con muy pequeños "peros" parece que la novela está gustando mucho; por algo será ;-)

Dimitri, gracias por tu reseña. Una más a la pila de "positivas" ;-D

Saludos