Jesús Fernández
Lozano.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Cápside Editorial.
Valencia, 2013. 248 páginas.
Hay reseñas que cuesta
mucho escribir, porque sabes que nunca podrás hacer justicia a lo
leído, a las sensaciones vividas. Hay libros que sólo se pueden
recomendar e intentar no decir demasiado de ellos. De hecho, lo
cierto es que no quiero escribir esta reseña, tan sólo desearía
poder transmitir mi entusiasmo a los que aman la fantasía, los que
aman los cuentos de hadas y la literatura, los que aman los sueños
―y a los gatos―... Tan sólo decirles: Leed este libro.
Paladeadlo de forma sosegada, dejadlo reposar, atesoradlo,
reflexionad sobre lo que dicen sus cuentos y, sobre todo,
disfrutadlo. Es muy posible que no sean del gusto de todos los
paladares, no a todo el mundo le gusta lo mismo y hay a quien la
fantasía se le atraganta, es normal. Pero, si no es el caso, si te
gustan los viejos cuentos tradicionales ―no tanto las versiones
modernas― y gustas de viajar a Faerie de vez en cuando... la
mezcla de sensibilidad, de ironía, de humor, de aventuras un tanto
oníricas, sencillas pero apasionantes, de sabiduría de antaño, de
hadas y animales parlantes, de nobles caballeros, de tipos infames,
de canciones, de amor verdadero, de gestas imposibles y de tantas
cosas maravillosas que rezuman estos relatos seguro que es de tu
agrado.
Hay libros que, recibidos
en el momento oportuno, te llegan a las entrañas, te arañan por
dentro, te arrancan sonrisas y lágrimas, te emocionan, te trasportan
y te ilusionan. Reyes de aire y fuego, a poco que te encuentre
en ese momento ideal con la disposición adecuada, con la mente
abierta y la capacidad de soñar intacta, es uno de ellos. Se trata
de una particular «recopilación» de relatos al estilo de las
fábulas y los cuentos «de hadas» clásicos europeos ―con cierta
inclinación anglosajona, todo hay que decirlo―, pero despojados de
toda la «infantilización» más reciente. Para hacerle justicia, y
como muy atinadamente los califica Sergio Mars, editor de
Cápside, el término más adecuado para ellos sería el de
fantasía feérica, siguiendo la estela de autores como
el Lord Dunsany de La hija del Rey del País de los
Elfos ―y tantos otros de sus libros―, del J.R.R.
Tolkien de El herrero de Wooton Mayor, el Neil
Gaiman de Stardust y del Sandman de
El sueño de un millar de gatos, o la Susanna Clarke
de Jonathan Strange y otros de sus cuentos que rondan la
Tierra de Duendes. Y, aunque pudiera parecer incluso sacrílego
decirlo, lo cierto es que no desmerece a ninguno de ellos.
El libro se abre con una
Canción para la reina de los grajos y se mete en faena con
el hermosísimo Wendy de los gatos. «Una joven
llamada Maya soñó un gato, o el sueño del gato era una joven
llamada Maya. Ambos soñaron y el sueño fluyó goteante hacia los
ríos por donde navegan las historias.». El lector conocerá
entonces el pueblo de Peltre, donde un día los niños dejaron
de crecer, al Rey Cri de los grillos y su subyugante canción,
a Mikal Oglu, un ratoncito que recoge dientes y deja algo a
cambio, al mago Pertinax o a la tortuga Xebeche entre
otros seres fascinantes. Pero sobre todo, asistirá a la historia de
Wendy y de un sacrificio extremo. Y de ahí en adelante, todo
un sugerente y evocador mundo, con muy diferentes escenarios, se abre
ante sus ojos. Ávaros enanos, objetos mágicos propios de las
leyendas, lágrimas de las hadas, grandes y pequeñas gestas, justa
retribución, traiciones y verdadera amistad, castillos de los que no
se puede salir una vez se ha entrado, malvadas reinas, grillos con
mucho que decir, fantasmas y hasta el mismísimo Señor de los Gatos
otorgando sus dones pululan por uno u otro cuento...
Son éstos cuentos para
adultos, muy adecuados para ser leídos por adolescentes «formados»,
de esos que no tienen un pelo de tontos. Cuentos con cierto
«mensaje», a veces moral, a veces ejemplarizante, a veces tan sólo
un mero consejo o una enseñanza sobre el mundo oculto, que en ningún
momento se adueña del protagonismo. Fernández Lozano sabe
que existe ese otro mundo, pero que se encuentra en éste. Un mundo
escondido a la vista, como tras un velo, que sólo los afortunados ―o
quizá no tanto― son capaces de llegar a vislumbrar y alcanzar. Un
mundo de Fantasía, cuyas aventuras discurren en tiempos
pasados ya sea en Escocia, en Francia o en la lejana China, llenas de
reyes y plebeyos, de caballeros y hombres de fortuna, de mendigos, de
princesas y taberneras, de criaturas fascinantes y de aventuras
increíbles, de búsquedas iniciáticas, de entrega, amistad,
traición y superación. Una fantasía alejada de la que se encuentra
más «de moda» en la actualidad ―violenta, sucia y «realista»―,
de una magia sutil, sencilla, cercana, que se sirve más de la
sabiduría que del poder bruto, de personajes maravillosos, de
objetos encantados, de animales parlantes, de caballeros vencedores
de dragones vencidos por las rencorosas hadas y atados a sus
promesas, de engaños, de palabras de borrachos..., todo regado sobre
una fértil imaginación que da lugar a sugerentes imágenes con el
sabor añejo de las cosas de calidad y de las aventuras a la vieja
usanza.
Sergio Mars y Maese Tevildo |
Y es que si lo narrado es
bello, la forma de narrarlo es hermosa. Heredera de la tradición
oral, de los cantares de los juglares, de los cuentos de viejas que
se narraban al amor de la lumbre, de las canciones que se transmiten
de padres a hijos en forma de poemas, de las leyendas antiguas…
Fernandez Lozano es un maestro artesano con las palabras y lo
que quiere que signifiquen, con las descripciones, las sugerencias y
las poderosas imágenes que conjuran y los sentimientos que evocan.
Tierno cuando debe y oscuro cuando la situación lo requiere. Conciso
a veces, declamativo otras, incluso épico ―las menos, eso sí―
cuando se necesita. Con alma de poeta, dentro del pulido lenguaje
lírico de toda la obra, hay momentos en que la prosa se enreda sobre
sí misma de una forma maravillosa y desconcertante a un tiempo. Se
hace un tanto procelosa, se «sobrecarga» con algún exceso
recursivo, se dilata encontrando nuevos caminos, se dispersa por
otras historias abandonando lo que se estaba contando para retomarlo
después. Anécdotas, historias dentro de historias, canciones y
poemas en un formato y una forma de narrar «clásicas», al estilo
de los viejos cuentos europeos, pero sin la carga moral que más
recientemente adoptarían, sin lecturas éticas ni juicios morales.
De hecho, fruto de esa
ambigüedad moral hasta se hace un tanto difícil aceptar el final de
cuentos como El rey que no podía dormir, el segundo
del libro, que dejan en la mente un regusto demasiado agridulce. Es
un cuento muy hermoso, una auténtica maravilla de narrativa,
sorpresas y sentido de la maravilla. Pero, ¿puede justificar el
«amor verdadero» las crueles acciones del rey al inicio del cuento?
¿Puede ganarse la felicidad sobre una base que se sustenta sobre tal
principio? ¿Hay perdón o redención en su búsqueda…? Difícil
decirlo.
¿Mi recomendación?
Pasad de esta «reseña», ya he dicho demasiado, seguro que más de
lo que debería. No os hagáis, fruto de mi entusiasmo, unas
expectativas tan altas que invoquen la decepción. Tan sólo leedlo,
leed todos estos relatos, dejaros llevar sin prejuicios, empezad a
soñar y que cada cual juzgue. Tal vez no os maravillen como a mí,
pero seguro que os sorprenden. Cuentos de hadas, ¿quién lo iba a
decir?
3 comentarios:
GENIAL EL LIBRO Y GENIAL RESEÑA!!
A LEER!!!
Eso es entusiasmo, si señor ;-)
Así da gusto.
Como dice el autor de la reseña, poco debería decirse. De verdad, leerlo y dejad que hable por si mismo. Dejaros llevar de la mano por él a un lugar que os resultará familiar: un "dejà vu" de un país que fué real en algún momento de vuestra existencia, y que una vez revisitado, ofrece nuevos matices que entonces quizá no supiste ver.
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