Profecía de Merlín,
I.
M.K. Hume.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Grijalbo.
Barcelona, 2014. Título original: Prophecy: Clash of Kings.
Traducción: Gabriel Dols Gallardo.509 páginas.
Después de su trilogía
dedicada al Arturo más «histórico», M.K. Hume
decidió con esta nueva serie echar la vista atrás y retroceder un
poco en el tiempo para ofrecer su particular visión de los orígenes
y adolescencia del más conocido mentor del aquel: Myrddion
Merlinus, más conocido en la tradición como el «mago» Merlín.
Y lo hace decantándose en su faceta de sanador y estudioso por
encima de su versión de hechicero. Alejándose de planteamientos más
«fantásticos» la autora busca un enfoque de ficción histórica
para su versión, buscando más el realismo que la magia, aunque
introduciendo con estricta dosificación elementos sobrenaturales
como el don de la profecía que se despierta en el joven de forma
dramática. Es este un relato de crecimiento, de la forja del
carácter de un adolescente apasionado por el saber, de las
circunstancias que lo vana ir modelando, de los tiempos convulsos en
que crece, de las decisiones que se ve obligado a tomar, de los
muchos aspirantes a rey en la Britania y el Gales pre artúricos y de
sus múltiples enfrentamientos. En definitiva, de los primeros pasos
de un muchacho hacia el hombre que habría de convertirse en leyenda.
Principios del siglo
V. Tiempos revueltos entre las muchas tribus que se disputan la
posesión de las tierras de los celtas. Tras el abandono de las
legiones romanas de las islas británicas, una inestable paz se
extiende bajo el reinado de Vortigern. Sin embargo, su
desconfianza hacia su propia gente y sus segundas nupcias con
Rowena, de ascendencia sajona, hace que se rodee de un buen
número de guerreros procedente del continente, estableciendo unas
tensas relaciones entre celtas y sajones. La vuelta del exilio de
Ambrosio para reclamar su derecho al trono, las ambiciones de
los hijos del primer matrimonio de Vortigern, Vortimer y
Catigern, y la insatisfacción de los recién llegados sajones
que aspiran a conseguir sus propias tierras, harán estallar en
pedazos la inestable paz propiciando el «choque de reyes»
del título original.
En la costa de las
tierras de los deceanglos, a la vista de la isla de Mona,
lugar de exterminio de los «últimos» druidas, se encuentra la
villa de Segontium. Allí, rechazado por su propia madre que
lo acusa de ser fruto de la semilla del demonio y criado por su
abuela que lo ama con locura, crece un tanto marginado Myrddion Merlinus,
bisnieto de Melvig ap Melwy, rey de los deceanglos. Su único
solaz son sus tareas como aprendiz de la sanadora Annwynn en
las artes de la curación, para las que pronto demuestra gran
habilidad. Pero, por un giro del caprichoso destino, parece que su
futuro no es precisamente halagüeño, al convertirse en víctima
propiciatoria de las ambiciones del poderoso Vortigern. Sin embargo,
Myrddion está destinado para la grandeza.
Según una profecía,
para mantener su reinado, el gran rey de los britanos norteños de
Cymru debe reconstruir la fortaleza de Dinas Emrys, pero a
pesar de todos sus empeños, recién reconstruida su torre se
derrumba. Sus consejeros hechiceros, cubriéndose las espaldas para
mantener sus privilegios, le dicen que para que los muros se
mantengan en pie, debe mezclar la sangre de un medio demonio con los
cimientos de la obra, algo que desatará una «imposible» búsqueda
que, sin embargo, terminará con la captura de Myrddion, marcado con
tal estigma desde su nacimiento por su propia madre. El intento de
sacrificio humano despertará el don profético del muchacho,
poniendo en movimiento una serie de acontecimientos que marcarán el
futuro devenir de las islas, sumiéndolo en la violencia y los
enfrentamientos.
A la hora de articular su
particular versión del personaje y su época Hume se decanta
por un acercamiento «historicista» de un periodo con muy pocas
fuentes fiables, deudoras más de las leyendas que de auténticos
anales fidedignos, con un enfoque de visión realista del mito pre
artúrico y de todo lo que lo rodea. La autora, dada la escasez de
datos verificables, busca en todo momento conseguir al menos la veracidad de lo narrado,
ofreciendo una versión lo más realista posible de, por ejemplo, las
fuerzas implicadas en los diversos conflictos, con un número certero
y limitado de tropas, alejándose de la tentación de incluir
inmensos ejércitos para poner en su justo lugar las cifras de los
combatientes en una guerra de la época. Los hechiceros y adivinos,
consejeros de los grandes reyes, supuestos hombres sabios que
influían en gran manera en las decisiones más importantes, se
muestran en sus debilidades, con más engaños que auténticos
poderes. Curanderos con escasos conocimientos reales y charlatanes
que sólo buscan su propio provecho con malas praxis o poniendo la
vida de sus pacientes en manos de los dioses correspondientes. Falsos
hechiceros y profetas, magos que usan más de la prestidigitación y
el palabrerío que de auténticos poderes.
Los lectores asisten así
a la historia de un Merlín adolescente, pero un adolescente que
crece en una época medieval llena de enfrentamientos y guerras, de
superstición, de muertes violentas. Una época en la que había que
madurar muy deprisa, sobre todo si eras un muchacho odiado y
marginado por todos los de tu edad, y considerado un medio demonio
por todo el mundo. Myrddion es un sanador, un estudioso, un hombre de
ciencia, con facilidad para aprender y que gusta de investigar las
causas de las cosas, que se aleja de supersticiones, y que aplica
conocimientos clásicos de medicina a sus tareas. Aún poseyendo el
don de la profecía, del que de alguna manera reniega, la versión de
Hume se aleja de la más extendida del Merlín hechicero de grandes
poderes mágicos, buscando apartar los velos de los mitos y leyendas
que envuelven al personaje para dotarlo de una personalidad «real»,
para humanizarlo. Presenta a un Myrddion muy «despierto», dotado de
gran intelecto y buenas dotes de observación, con inclinaciones
científicas y un amor tan grande por la vida que le lleva a ayudar
incluso a sus peores enemigos.
A través de un eficaz
trabajo de documentación, integrándolo con habilidad en la
narración, Hume refleja las usos, costumbres y modos de vida
cotidianos entre las gentes de la época: los cultivos, la gestión
de las haciendas, el papel de las mujeres, el ritual de presentación
de los recién nacidos, los ritos funerarios y mortuorios, los
diferentes enfoques religiosos, desde un residual druidismo a un
incipiente cristianismo visto todavía con mucha desconfianza,
pasando por los diversos panteones de los celtas, sajones, pictos y
otras tribus cercanas, y las reminiscencias de la cultura romana,
conformando una mezcolanza que habla mucho de la tolerancia imperante
entre todos ellos...
Hume usa una prosa un
tanto «distanciada», entre la crónica histórica y la pura
ficción, con grandes muestras de «didactismo» sin caer en el mal
del abuso de datos y fuentes. Integra bien el conjunto, pero en
determinados momentos da cierta sensación de desapego, de docudrama.
La dramática escena del engendramiento de Myrddion ―la perfecta
explicación racional para la leyenda de Hijo del Demonio que
siempre ha arrastrado la figura del Merlín mitológico que aparece
en el ciclo artúrico más clásico― está narrada con tan poca
implicación emocional que al lector le cuesta empatizar. Luego la
cosa mejora, y mucho, aunque el «distanciamiento» no llega a
desaparecer del todo.
El lector no se va a
encontrar con la profusa descripción de grandes batallas, no va a
verse salpicado por la sangre ―aunque ciertos fragmentos no se
encuentran en absoluto exentos de épica― o asistir a grandes
duelos; sino que Hume le ofrece un análisis casi de crónica
histórica con los movimientos, avances y fintas de los diferentes
aspirantes a reinar, con una vista a «ojo de pájaro» de todo lo
que está sucediendo. La presencia de Myrddion como sanador entre los
heridos permite a la autora «hurtar» buena parte de los combates,
describiendo más bien sus demenciales resultados. Eso no quiere
decir que la guerra no esté casi siempre presente, sino que en
muchas ocasiones se presente mediante el uso de inteligentes elipsis.
Hay, es cierto, escenas
de enorme brutalidad y violencia, generalmente en torno al trato
recibido por algunas de las mujeres de alguna manera implicadas en la
acción, y de inesperada nobleza entre los supuestos enemigos. Sin
llegar a un feminismo militante, sí que se nota cierto maniqueísmo
en la definición de las relaciones entre hombres y mujeres, en las
descripciones de las decisiones y acciones de los personajes y del
mundo en el que se mueven. Un discurso que «choca» un tanto con el
entorno en que se mueven, aún proviniendo de algunas sociedades con
marcado carácter matriarcal ―o eso se supone―.
Por momentos el relato se
aleja de Myrddion para retratar los convulsos tiempos que se
están viviendo. Las batallas entre sajones y celtas; entre Vortigern
y sus hijos Vortimer y Catigern; las maniobras de
Ambrosio, hermano de Úter Pendragón; las ambiciones
de tierras de los hermanos sajones Hengist y Horsa, y
su aplicación de inteligentes y novedosas maniobras militares; el
asedio de Glevum... se encuentran profusamente descritas,
acompañadas además de ciertos dibujos y planos con los esquemas de
las contiendas ―que, eso sí, quizá hubiera sido más conveniente
situar al final de su capítulo correspondiente y no antes, porque
pueden llegar a «chafar» alguna sorpresa―.
A un tiempo, hay otras
muchas pequeñas historias dentro del relato general: la relación
del joven con su bisabuelo, la creciente locura de Branwyn, el
destino de Olwyn, abuela de Myrddion, y de su segundo marido
Eddius, la rebelión de los sajones, el cautiverio de
Rowena... Entre ellas destacan las escenas con pinceladas de
la vida de Gorlois, el Jabalí de Cornualles, con su
jovencísima esposa Ygerne, viviendo su felicidad en Tintagel,
conociéndose primero y criando a sus dos hijas después, ajenos a lo
que el futuro ―al menos según la leyenda artúrica, que aquí no
se alcanza todavía ese punto― les depara.
Batalla de reyes
se cierra en un punto de inflexión de la historia en un momento
cargado de posibilidades. Un horizonte totalmente diferente se abre
ante Myrddion y muchos cambios, incluso geográficos, parecen
avecinarse en su vida. Será interesante observar por dónde se
desarrollan los nuevos derroteros de la trama. Y para eso tocará
esperar más bien poco para el siguiente volumen, Muerte de un
Imperio, pues Grijalbo ha anunciado su intención, en
una maniobra comercial muy de agradecer, de publicar cada libro con
apenas un mes de diferencia sobre el anterior, de manera que en tres
meses se pueda obtener la trilogía completa sin largas esperas.
4 comentarios:
Pues yo, desde luego, no compraré el siguiente. Estoy acabando éste solo por cabezón, porque no me está gustando nada. Y todo por ese "distanciamiento" del que hablas, que yo diría directamente desapego: que es como si a la autora la historia no le importase nada, ni los personajes... No sé es como estar leyendo un prospecto de un medicamento, nada tiene "chispa". Supongo que al final lo que ocurre es que no me interesa mucho el "docudrama", el intento de racionalización del personaje y su situación, y ese huir de la parte fantástica y mítica de la historia. Habrá a quien le guste; a mi no.
Sí. Supongo que ese es precisamente el riesgo que ha corrido la autora la escribir el libro así, que la "crónica histórica" no termina de implicar en lo narrado y habrá lectores a los que no les vaya nada.
Por eso hice bastante hincapié en el tema, porque tratándose de Merlín supongo que muchos irán buscando una cosa y se van a encontrar con otra.
Saludos y gracias por pasarte por aquí.
Hola: me he tropezado con este blog y me ha gustado, así que me veréis por aquí. Yo soy una amante delos libros de Mary Stewarth por lo que no creo que éste me guste mucho. Merlín es un personaje entrañable para mí y ya en La Cueva de Cristal lo describió la autora como un niño despierto, al que le gustan las ciencias, pero que se encuentra con unos dones naturales que le han sido dados y, en esa convulsa época, decide usarlos.
Sigo leyendo....gracias por este blog tan lindo
Hola Marisela.
Bienvenida y gracias por pasarte por aquí y por tus amables palabras.
Saludos
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