Edogawa Rampo.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Satori ediciones. Col. Satori ficción # 12. Gijón, 2017. Título original: D坂の殺人事件 (D-zaka no satsujin Aiiken), 幽霊 (Yūrei), 一寸法師 (Issunbōshi). Traducción: Rumi Sato. 241 páginas.
En la figura del detective privado Kogoro Akechi el escritor Edowaga Rampo creó uno de los investigadores criminales más conocidos y populares de la literatura japonesa, adaptado en multitud de ocasiones al lenguaje del manga y del cine. En este volumen Satori ediciones recoge tres de sus primeros casos, en los años de «formación», cuando el detective era todavía un excéntrico joven de veintipocos años y se dedicaba a la investigación de un modo aficionado —varias veces es descrito como detective amateur en el texto—, más por la pura satisfacción de resolver un crimen que por la captura de un criminal. De hecho, en varios de estos primeros casos —como también se puede apreciar en el relato El que pasea por el revés del techo incluido en la antología La mirada perversa—, el detective hace gala de cierta «amoralidad», no buscando el castigo del autor del crimen sino un perverso placer de saberse más listo que los demás. La resolución intelectual del misterio es su premio y poco más necesita. Con el tiempo este comportamiento irá volviéndose más «socialmente aceptable», pero no todavía en los casos que nos ocupan. Casos con un alto componente de misterio, pero también de depravación, de bajos instintos, juegos sexuales —más sugeridos que mostrados, eso sí— y moralidad retorcida. Asesinatos inexplicables, espíritus vengativos, muchachas desaparecidas, cuerpos descuartizados, secretos revelados… Entre Poe y Doyle el autor japonés consigue facturar una obra con personalidad propia.
Abre el volumen El asesinato de la cuesta D, un caso de crimen imposible o de habitación cerrada. Narrado en primera persona por un reciente conocido de Kogoro Akechi con el que a veces comparte unas tazas de café en la cafetería Shiraumeken, sita a mitad de la Cuesta D, en la que una noche de bochorno de principios de septiembre ambos coincidieron en la observación del interior de una librería de viejo situada justo enfrente, de la que tenían una visión privilegiada. El narrador llevaba un rato observando el interior de la misma, buscando con la mirada a la esposa del librero, quien se ocupaba del negocio por las noches, siendo una vieja amiga de la infancia del propio detective. Sin embargo, ante la llegada de Akechi le expuso su extrañeza de no haber conseguido verla, pues había contemplado la entrada de tres o cuatro clientes sin que nadie los atendiese. Tras un rato más de observación, ambos hombres cruzan la calle y entran en la librería, abriendo la celosía que da paso a la vivienda van a encontrar allí el cuerpo desnudo de la mujer muerta por estrangulamiento, sin poder hacer ya nada más que llamar a la policía. Se presenta entonces el dilema. Si nadie cruzó la puerta hacia el interior de la vivienda, nadie salió y la vivienda permanece vacía, entonces ¿cómo pudo el asesino matar a la víctima?
Carátula de una adaptación cinematográfica de El asesinato de la Cuesta D |
El fantasma quizá sea el más sencillo —también el más corto— de los tres relatos, aunque no por ello guarda menos interés. El señor Hirata se entera con alivio de la muerte de Tsujido, su enemigo jurado. Un hombre que había prometido acabar con él y cuya muletilla era «No moriré en paz hasta que haya clavado este puñal en el vientre de ese tipo», había muerto finalmente sin cumplir su malévolo propósito. Sin embargo, algo viene a romper su alivio del señor Hirata, y es la recepción de una carta escrita por el finado en la que promete volver a acosarle en forma de espíritu vengativo. Y, en efecto, pasados unos meses comienzan a tener lugar extraños e inexplicables sucesos que amenazan la paz mental que Hirata aspiraba a alcanzar. ¿Es posible que Tsujido haya retornado de la muerte para seguir atormentando a su enemigo?
Kogoro Akechi se adentrará en el caso una noche al tropezar, y atender, de forma casual con un aterrado señor Hirata tras haber sufrido un percance en la calle huyendo de la visión del rostro de Tsujido, a los que seguirán una serie de encuentros con lo aparentemente sobrenatural y lo imposible. Es este un relato de misterio que se resuelve de forma bastante simple, sin que el lector tenga en realidad en sus manos las herramientas para anticiparlo con base. Con un juego de ruindad y sugestión Rampo deja en evidencia la bajeza del espíritu humano y la burocracia del Japón ante los trámites a seguir para certificar la muerte del difunto.
El tercer caso, Pulgarcito, es de los tres la obra con más enjundia, ocupando algo más de dos tercios del volumen. La narración comienza siguiendo el paseo nocturno de Monzo Kobayashi por el parque Asakusa, en el transcurso del cual, además de pintar un detallado cuadro de la sociedad y personas que por él transitan, se sentirá intensamente interesado por la figura deforme y la actitud acechante y furtiva de un enano contrahecho, un Pulgarcito como se les llamaba en aquella época en argot circense, al punto de ponerse a seguirlo. Al día siguiente, al tiempo que una inquietante noticia asalta sus ojos desde las páginas de un periódico, tendrá un encuentro fortuito con la señora Yamano, quien le pondrá en antecedentes de la desaparición de su hijastra y le pedirá que le ponga en contacto con su amigo, el detective amateur, Kogoro Akechi, quien se pondrá manos a la obra para encontrar a la joven al tiempo que se cruza en un misterio incluso mayor —a no ser que sea el mismo...—. Con una estructura un tanto «dispersa», que salta entre personajes y deja caer las pistas de forma poco convencional, el autor presenta el planteamiento e investigación del caso de una manera discontinua, mezclando puntos de vista y gran cantidad de temas, de carácter social sobre todo, convergentes pero no centrales para la resolución del misterio, dotando de mayor interés y profundidad al caso en sí mismo.
Un caso espeluznante, un crimen atroz, que cada vez se irá complicando más y más, al tiempo que saca a la luz los secretos inconfesables mejor guardados de muchos de los implicados, desde la muchacha desaparecida a la atormentada madrastra pasando por una buena parte del servicio de la casa quienes parecen tener mucho que ocultar, en una red de secretos y engaños, de relaciones ilícitas, de depravación y subyugación, de envidias y falsas deducciones. Una investigación que sacará a la superficie un alma realmente corrompida y despreciable, construida sin embargo a golpes por la propia sociedad con la que convive, por la burla, la discriminación y el rechazo que llevan al autodesprecio. a buscar las sombras, el secretismo y la venganza. Un intenso descenso a lo grotesco, lo perverso y lo criminal.
Cierra el volumen como un acertado añadido el ensayo Kogoro Akechi. ¿Cuánto cobra un detective?, escrito por Daniel Aguilar, con una serie de candentes cuestiones que complementan y ponen en perspectiva de forma interesante lo anteriormente leído, además de poner en valor estos tres relatos en relación a los protagonizados por el detective con posterioridad. Una inclusión muy acertada e ilustrativa en una edición cuidada con detalle. Sin poder entrar a valorar la «bondad» de la traducción, debido a mi absoluto desconocimiento del idioma japonés, sí debo decir que el estilo y tono de la prosa me han parecido de lo más adecuados, con un toque muy acorde al periodo literario en que se sitúa su publicación original, retrotrayendo fácilmente y con agrado a las lecturas de ese inicio del siglo XX, el cual es un indicio que habla bien del trabajo de la traductora.
Los casos del detective Kogoro Akechi recoge entonces tres historias muy diferentes dentro del género detectivesco, historias en las que Rampo, en una característica de muchos de sus obras, no duda en introducir menciones hacia conductas consideradas perversas e, incluso, aberrantes, hacia juego sexuales como el sadomaso, la dominación y subyugación. El detective Akechi es presentado como un joven diletante, sin ingresos declarados pero con amplias vivencias y viajes en su haber. En los tres casos es requerido casi por casualidad, por accidente o por conocer, directa o indirectamente, a alguno de los implicados, no porque agencia policial alguna así se los requiera, y su colaboración no es considerada de modo «oficial». Es un investigador «en construcción» que goza con su intelecto, de su poder de observación y deducción, y poco más parece importarle en torno al mundo criminal. Y, como el propio Sherlock Holmes se sirve de herramientas modernas para complementar su poder deductivo y también es él todo un maestro del disfraz. Rampo incide en varias ocasiones en la poca fiabilidad de los observadores, quienes ante la contemplación de una misma escena darán muchas veces versiones abiertamente contradictorias. La memoria humana es una herramienta defectuosa, dada a la sugestión y a la reconstrucción de los hechos matizando los recuerdos hasta la confusión. Intensa, perversa y diferente lectura sobre investigación criminal.
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