Antología de fantasía y ciencia ficción.
VV.AA. Ed. Mariano Villarreal.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Sportula. Col. Nova Fantástica # 7. Gijón, 2018. Edición digital (ePub). 262 páginas.
Mariano Villarreal ejerce una vez más su magia y, hermanada a su antología paralela Ciudad nómada, ofrece una muestra del mejor fantástico en formato breve que se está escribiendo en la actualidad tanto en nuestro país como en el extranjero. Cierto es que, como no podría ser de otro modo al responder al olfato propio del seleccionador y editor, algunos relatos gustarán más o menos a según qué lectores, se compartirán o no los referentes…, pero lo que también es seguro es que la calidad se encuentra garantizada, desde la pluma de los escritores a la traslación de los cuentos extranjeros con un plantel de traductores, como en todas las antología precedentes, que son garantía de su buen hacer. Cuentos que hablan del amor a través del tiempo, en muy diferentes modalidades, del amor a la familia, del amor a la verdad, del morboso amor a la sangre. De la ignorancia que lleva a cometer barbaridades difíciles de comprender, de rememorar la historia de una vida para comprender el momento en que alguien se encuentra, del absurdo de la venganza, de la soledad y las dificultades para comunicarse con otras personas ajenas al acervo propio, de la incomprensión, de mera supervivencia… Fantasía y ciencia ficción, en varios casos mezclándose en propuestas post apocalípticas que difuminan el límite de los géneros, sobre todo por la catástrofe en sí que ya no es algo súbito, sino algo duradero en el tiempo. Crudos o poéticos. Mero entretenimiento o vehículo de reflexión. Una antología con sus —muchos— pros y sus —pequeños— contras, pero, como todas las de Nova Fantástica, a tener muy en cuenta por el aficionado al género fantástico que se precie.
Se antoja arriesgado, como poco, abrir la antología con Romance diferido, de Mike Resnick (Título original: Distant Replay. Traducción: Ramón Peña), un magnífico relato, finalista del premio Hugo en 2008, que tras ser leído obliga a hacerse unos análisis de azúcar en sangre, no sea que se hayan alcanzado niveles excesivos. Walter Silverman, un viudo en la setentena cree vislumbrar a una joven que es el vivo retrato de su amada y añorada esposa Deirdre, años ha muerta, cuando se conocieron de jóvenes. Cuando, cenando en su restaurante favorito, vuelve a verla ya por tercera vez, sabe que tiene que entablar conversación con ella, resolver el misterio, saber a qué demonios juega el destino. ¿Existe el amor para siempre? ¿Tiene cada persona otra con la que compartir toda la vida? Es un relato tan bien escrito —y traducido— como acostumbra Resnick, inteligente, luminoso, ilusionante, nostálgico, cargado de esperanza, aunque con un toque podria decirse que abiertamente empalagoso en el mejor sentido… No románticos abstenerse.
El segundo relato de la antología, La concubina y el bárbaro, de Rodolfo Martínez, es un pastiche conaniano al estilo de lo que también ha hecho el autor en La canción de Bêlit, rellenando algunos huecos entre los escritos originales de Howard. En este caso Martínez se acerca al momento en que Conan ha sido coronado rey, aunque su reinaddo se encuentra en serio peligro, y explora su relación con Zenobia tras recuperar el trono después de que ella le ayudase a escapar de las mazmorras en que le había encerrado Belverus. Se trata de la versión corta de un relato del que ya disfrutaron hace unos años en formato extendido con una subtrama añadida los socios de la AEEFCFyT en exclusiva y que ahora se pone a disposición del público general. Al ayudarle a escapar, Conan prometió a Zenobia convertirla en su reina, pero ¿es eso lo que ella desea en realidad? ¿Acaso sus propios sueños no importan y debe conformarse con lo que se de? El lector va a encontrarse con un Conan en la madurez, más contenido y reflexivo, que no duda en aprender cosas nuevas, lejos de batallas o enfrentamientos sangrientos, quizá demasiado actualizado al pensamiento actual, aunque sin perder en absoluto su arrolladora personalidad. Es esta una historia que habla de esperanzas cumplidas, de empatía, de ponerse en el lugar del otro, de aprendizaje —incluso en temas de alcoba—, y del choque de voluntades del que surge la tormenta y el entendimiento. Quien busque una historia típica, y tópica, del bárbaro cimmerio podría verse defraudado. Quien lo lea con la mente abierta, dispuesto a dejarse llevar y disfrutar, es muy posible que encuentre lecturas inesperadas.
Es Siegaespectros o la vida después de la venganza, de Tim Pratt. (Título original: Ghostreaper, or, Life After Revenge. Traducción: David Tejera), como su propio título indica una historia de venganza y sus consecuencias, de justa retribución ante las afrentas recibidas y de si verdaderamente merece la pena. Debido a una reciente pérdida, muy dolorosa, Carson decide suicidarse con el humo del tubo de escape de su coche, pero cuando ya se encuentra manos a la tarea unos golpes en el cristal le sacan de su ensimismamiento y una agraciada pelirroja le ofrece una oportunidad que no esperaba, vengarse de la persona que tanto daño le ha hecho. Se trata de un relato muy divertido que viene a demostrar que toda acción tiene su reacción y que, por satisfactoria que pueda parecer, la venganza no siempre termina siendo lo que uno espera, que normalmente no llena tanto como uno creía. Muy ingenioso, lleno de situaciones y diálogos divertidos que da gusto leer en tan magnífica traducción.
A continuación Las cadenas de la casa de Hadén, de Ferran Varela muestra un mundo de rígidas normas marciales con cierta ambientación oriental, donde un padre, sin posibilidad de engendrar un heredero varón, reta a su única en duelo a su única hija para, si la mata, poder adoptar a un chico que le suceda. A pesar de que el sufrimiento de ese padre anticipa en buena parte el final del relato el lector no puede sino sufrir con la cruel inevitabilidad de los eventos a los que se encuentra asistiendo. Varela ha creado un mundo completo, repleto de tradiciones y de rígidas reglas sociales ante las que una joven no duda en rebelarse. La tradición no tiene porqué ser una losa inamovible. De hecho, es muy conveniente y refrescante revisar de vez en cuando estas reglas ancestrales que suelen ocultar prejuicios e injusticias. Una historia de la entrega silenciosa a la que el amor conlleva. No estaría mal poder leer más historias situadas en este escenario.
La verdad del muro de piedra, de Caroline M. Yoachim. (Título original: Stone Wall Truth. Traducción: Manu Viciano), nominado al premio Nebula en 2011, es uno de esos relatos que hacen pensar a través del sentido de maravilla, una invitación a hacer examen de conciencia a la vez que se disfruta de una prosa y una trama espléndidas. Yoachim ofrece un relato duro, tanto por las imágenes que transmite como por el mensaje contra la intolerancia que debe ser aceptado. Todo el mundo juzga a los demás, todo el tiempo. ¿Cuántas veces se dan por seguras cosas que no lo son tanto? ¿Cuántas veces se equivoca la función de una herramienta o el sentido de una mirada? ¿Cuántas se malinterpreta el legado de tiempos pasados, de pueblos que ya no están pero que dejaron sus obras para perpetuarlos? ¿Está el verdugo libre de la culpa de quien ha condenado a la víctima? Njeri trabaja con extrañas herramientas, exponiendo a la luz las sombras de los condenados clavados en el pedazo de muro, reminiscencia de una cultura pasada, cercano a su aldea. Con su arte hace aflorar los secretos de todos aquellos que hayan osado alzarse contra el jefe o mostrar disconformidad con el poder establecido. Pero ese poder es algo veleidoso, presto a cambiar de manos y a hacer de los antes encumbrados nuevos condenados. ¿Está dispuesta Njeri a seguir con su tarea sea cuál sea el precio, sea quién sea quien deba ser clavado al muro? ¿Y, quizá más importante, qué es el muro en realidad? Un relato que es todo un acierto.
En Rosa de Navidad Abel Amutxategi muestra un registro muy diferente del que había acostumbrado a sus lectores hasta el momento, con una historia de amor, quizá imposible, en medio de la catástrofe. Cuando una pandemia que amenaza alcanzar niveles mundiales empuja a una joven pareja a refugiarse en una cabaña, la casa familiar cercana al pequeño pueblo de Blackhill pero en lo básico bastante aislada, nada parece augurarles el devenir de su existencia. Un intenso relato que da muestras del sacrificio, las dudas, las sospechas, la tensión y angustia ante lo que se antoja inevitable, la entrega y por encima de todo el amor dentro de la pareja, superando todas las dificultades mientras el mundo exterior e interior se desmorona. El dramático final no podría ser más acertado.
© Jullie Dillon |
Sospecho que voy a estar en minoría, pero para mí En la isla, de José Jesús García Rueda, ha sido una de las pequeñas decepciones de la antología. Un náufrago sin memoria alcanza en un bote zarandeado por la tormenta la seguridad de una isla que pronto se revelará de lo más peculiar. Hay un pueblo que parece recién abandonado, intactas todas sus infraestructuras y viviendas, y en el que va a encontrar todas sus necesidades resueltas, incluido el suministro eléctrico mediante placas solares que van a garantizar su comodidad. Su existencia allí se le aparenta el paraíso, hasta que una elusiva presencia viene a romper su idílica paz, al tiempo que descubre que la misma podría ocultar sombras insospechadas. Escrito a modo de diario que el naúfrago escribe dirigiéndose a quien piensa fue su mujer amada, su lectura revela una naturaleza circular la mar de insidiosa, pero en un tanto vacua y sin finalidad. Bebe del mismo espíritu que la serie de TV Lost —aunque para una sola persona— con misterios irresolubles, bestias de presencia inexplicable y elementos tecnológicos que parecen estar ahí tan sólo para aportar decorado. Consigue hacer palmaria la soledad, la incomunicación, lo imposible de encontrarse ante la falta de referentes…, pero no consigue transmitir la intención de todo ello, si es que siquiera la hay. El final, aunque mucho más meditado y al menos coherente, resulta tan insustancial como el de la serie antes citada, sin resolver ninguno de los misterios planteados. Tan destacable por su prosa como evanescente por su desarrollo.
El naturalista, de Maureen F. McHugh. (Título original: The Naturalist. Traducción: de Carlos Pavón). Gerrold Cahill vive en los Flats, en Cleveland, convertidos en una reserva-presidio. En medio del abandono, los «residentes» han creado una sociedad libertaria que lucha por sobrevivir, echando de menos todas las comodidades que han dejado atrás. Su mayor preocupación es la de tropezarse con un zombi, estudiando su comportamiento con afán casi científico, pero quizá debiera preocuparse mejor de los vivos, ¿o serán los vivos quienes deban preocuparse de él? Aún tratándose de un habitual relato de supervivencia, de adaptación a las circunstancias más peliagudas, de hacer lo que debe hacerse y de ver el mundo con la óptica del otro, trasciende la etiqueta de mera historia de muertos vivientes para explorar otros territorios menos tópicos. Descarnado, enfermizo en ocasiones, cruelmente lógico en otras, siempre crítico con la sociedad moderna y sus reglas ético-mortales que no siempre se cumplen, cuando no abiertamente se obvian. Todo un acierto recuperarlo de la antología Dark fantasies, donde aparecía como relato extra exclusivo para los mecenas, y que pueda así ser disfrutado por los lectores en general.
Llega entonces el impresionante —en más de un sentido— Rojo, de Cristina Jurado, un angustioso relato que retrata repugnantes y sádicos comportamientos con una inevitable sensación de empatía, como el accidente que horroriza pero del que es imposible apartar la vista. La locura puede mover a la gente tanto como la cordura y convertir al loco iluminado, si es que acaso lo es, en líder en medio de tiempos postapocalípticos. Iru es esa persona, un líder al que la sangre habla y a la que no dudará en consultar, mediante rituales de mutilación, para conocer cada paso a seguir. Un relato muy completo, que cambia de perspectiva conforme avanza la trama, con toque weird con inclinación esotérica, con insanos componentes de locura y pesadilla que llevan a cuestionarse al lector las fronteras entre una y otra y la propia cordura. El rojo tiene escrita la memoria de lo que se ha vivido, dispuesta a revelarla con la lectura adecuada. Sólo hace falta valor para afrontar la tarea, las herramientas adecuadas. Pero, ¿es cierto o un mero delirio? La autora mantiene un perfecto equilibrio entre la duda y la certeza, mientras una pátina alienígena se adueña de la narración.
Resulta llamativo que el relato extra de la antología sea también uno de sus platos fuertes por la calidad de su prosa y la imaginación de su trama: El horror de Valserenosa, de Rubene Guirauta en 185_, en un pueblo de los Monegros zaragozanos una persistente temporada lluviosa impide que las salinas, llamadas saladas o navazos, se sequen. Al contrario, el agua que no cesa de caer hace que se desborden dando lugar a un curioso e inquietante fenómeno que llevará a acudir a un investigador desde la capital. Mientras el pueblo va quedando paulatinamente abandonado el investigador tendrá que hacer frente a todos sus miedos observando la terrible amenaza escondida en el fondo de las lagunas antaño secas. Un homenaje a las criaturas ominosas y al horror cósmico de Lovecraft, creando una atmósfera para un cuento que bien podría, dada su adecuada prosa, tratarse de una crónica de época. Muy buen broche.
Una antología cuyos cuentos temáticamente pueden atraer más o menos, pero de la que no se puede dudar de su calidad literaria. Mariano Villarreal sigue imparable en su encomiable labor de convertirse en el antólogo de referencia en el fantástico español.
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