Relatos de ciencia ficción y terror.
VV.AA.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Triskel Ediciones. Col. Átropos. Sevilla, 2017. 223 páginas.
Lo bueno de las antologías salidas de la convocatoria de un premio o de la mano de unos determinados seleccionadores es que sirven para descubrir sensibilidades y gustos muy dispares, con los que se puede estar o no en sintonía, pero que siempre resultan muy refrescantes. Resulta evidente que toda selección que responda a la mano de un jurado, con sus filias y fobias, puede no ser coincidente con las propias de cada lector, pero también es cierto que siempre le abren nuevos horizontes. Como muy bien dice Elia Barceló en el prólogo a la antología todos y cada uno de estos relatos se merecen estar en el volumen. Relatos, como pertinentemente se encarga de indicar el subtítulo, de ciencia ficción y de fantasía oscura —terror—, aunando doce sensibilidades tan dispares como interesantes —de hecho, se echa en falta una pequeña introducción bio-bibliográfica a cada una de las propuestas, para ir conociendo y siguiendo sus carreras—. Sociedades distópicas, androides de muy diversos tipos y funciones, Inteligencia Artificial, colonización espacial, amor no siempre comprendido o correspondido, alienígenas atrapados en el choque cultural, críticas a nuestro presente, interesantes y estremecedoras miradas al pasado, criaturas inquietantes… La teniente Ripley estaría orgullosa de ver su nombre amparando estos relatos.
El volumen se abre con el mencionado, y acertado, Prólogo de Elia Barceló en el que la autora recuerda los áridos años pasados y la soledad de las escritoras que intentaban abrirse camino en un mercado patrio dominado por los nombres masculinos, al tiempo que celebra —como deberìa cualquier aficionado que se precie— la llegada de nuevas firmas femeninas y su necesaria inclusión en el panorama fantástico español, dando un somero repaso a los cuentos incluidos.
El cuento inicial es el relato ganador del primer premio del certamen: Granja-357, de Míriam Iriarte. Una historia, en una segunda persona que le da una fuerza extraordinaria, de opresión y de toma de conciencia del estado de las cosas por parte de la parte oprimida. También una crítica a la política alimentaria de buena parte de la humanidad, consumiendo sin conciencia de los medios de producción o de la finitud de los recursos. Utiliza a la perfección los recursos de la ciencia ficción para, desde la extrañeza, lanzar a la cara de los lectores la crítica a comportamientos adquiridos, a su ética y moral, que debieran ser reconsiderados. No me extrañaría que alguna persona, tras leer el cuento y terminar con mal cuerpo, se hiciera vegetariana.
A continuación Plutón, de Chus Álvarez, es un precioso y nada pretencioso homenaje a Edgar Allan Poe, con una aamarga historia que denota delicadeza y amor a los libros y las buenas historias. La protagonista se convierte en una suerte de albacea de un muchacho desahuciado por una enfermedad terminal y descubre poco a poco en él a un alma gemela. Transpira un palpable cariño y una inquietante sensación de desasosiego, penalizado por una prosa no tan cuidada como debiera. El final es tan terrible como bello.
Llega entonces el que para el que esto suscribe es uno de los mejores relatos de la antología, Tras mi último invierno, de Gisela Baños. Un magnífico cuento que invita a mirar a nuestro alrededor, a disfrutar de la vida en plenitud, a no desperdiciar el tiempo no importa cuánto se piense que se tiene, a comprender que no hay que abandonarlo todo para descubrir todas esas maravillas escondidas y esperando a la vuelta de la esquina, en cualquier rincón de nuestro planeta, y a pensar que el amor es un sentimiento que perdura en el tiempo por mucho que no encuentre destino. Kleeía despierta tras un mortal accidente en las obras de acondicionamiento de la futura colonia en Caronte. Y no es la primera vez que revive. Ha dedicado su vida al espacio y la exploración, y el espacio es un lugar peligroso. Igual que la vida misma. Un cuento estupendo tanto en escritura como en plasmación, y una autora a seguir con mucha atención.
Asimilación cultural, de Mar Vieites, merecedor del segundo premio del certamen, es una divertida historia, no exenta de drama, sobre las diferencias culturales y la toma de conciencia sobre esas diferencias. Kidinnu es un/una alienígena —su raza no tiene sexos diferenciados— destinada a la «atrasada» Tierra durante un semestre académico en cuyo transcurso deberá enfrentar el choque cultural y social de ambas civilizaciones, un tiempo en que deberá enfrentar sus propios prejuicios y las asunciones a veces no muy informadas de sus anfitriones lidiando con diversos equívocos. Crítico y divertido, invita a mirar con ojos amables al diferente y a no juzgar por las apariencias o los rumores, sino esperar a hacerse uno mismo una opinión propia.
Llega entonces otro de los cuentos más intensos y desgarradores del volumen. En Descendiente, de Arantxa Comes, una androide, Alioth, cuida de Xavier, su creador o constructor cuando tan sólo era un niño, en una Tierra agonizante, donde la humanidad ha sido reducida a la mínima expresión debido sobre todo a la contaminación ambiental y a todos los cambios y enfermedades que trajo. Es un relato triste, con un toque profundamente cargado de nostalgia, sobre aquello que hace humanos a los humanos, sobre la inteligencia emocional y sobre la herencia que la humanidad va a dejar para el futuro. Sobresaliente a la par que duro.
Con un tema de alguna manera recurrente en la ciencia ficción, el juicio a la humanidad a través de uno de sus miembros, un tal Robert Alcott, Viviana Rodil crea en El juicio de los Maar-na un interesante relato sobre los méritos y deméritos que como especie estamos acumulando. Irónico y atinado, aunque quizá también algo trillado, su fuerte es el sorprendente planteamiento particular de la vida del protagonista. ¿Merecerá la humanidad una segunda oportunidad o tan sólo el exterminio y el olvido?
Androidismo en el tiempo, de Coral Carracedo, tira de otro de esos temas de alguna manera también bastante habituales en la ciencia ficción, el de los androides sexuales, pero enfocado en esta ocasión con una sensibilidad y una orientación especial, con alta conciencia de género y un juicio hacia lo que se considera normativo. Una serie de recortes, artículos periodísticos, entrevistas y anuncios dan cuenta del devenir e implantación de las muñecas de compañía de la Happy Silicone Corp. Siguiendo su desarrollo a lo largo de los años se sigue también la evolución de la sociedad, mientras se descubren sus tabúes y prejuicios, algunos de ellos tan asentados y asimilados que muchas veces ni se piensa en ellos. Para reflexionar, sobre todo por lo real y cercano que empieza a sonar lo aquí descrito.
Es Proyecto Quimera, de Patricia Janikowski, un cuento tan inaprehensible como al tiempo desgarrador. Una joven vive encerrada en unas instalaciones médicas donde es objeto de diversas experimentaciones. Echa de menos a su amigo Hugo y, por supuesto, la libertad, pero tampoco es que pueda hacer mucho para recuperar cualquiera de ambas cosas, ¿no?. Es un relato algo evanescente, más creador de sensaciones inquietantes que de certezas, que deja con un ineludible malestar cuestionando al lector con ciertas identidades. Muy bien escrito en todo caso.
Los límites del cielo, de Irantzu Tato, es un irónico relato de esos en los que tras un buen planteamiento se descubre que lo más importante es la anécdota, el giro, final. Eugene Lafond es el creador de una nueva nanotecnología, los botis, llamada a revolucionar la cura de ciertas enfermedades neurológicas y degenerativas. Es el propio científico quien, en la mayor parte del relato, va contando a través de un video blog los avances de la investigación y de las pruebas médicas. Como no se cansa de decir, el cielo es el límite y los resultados iniciales en cobayas no pueden ser más prometedores. Sin embargo, toda tecnología es susceptible de encerrar sorpresas inesperadas, y el irónico final así lo demuestra.
El siguiente relato, Perlora, de Alicia Sánchez Martínez, es, para mí, otro de los grandes destacados del volumen. Tan perturbador como intrigante y sugerente es de esas historias que requieren de la inmersión inicial del lector en la misma, una mirada cómplice que se deje llevar dónde la autora quiere.. Una congénere inicia unas vacaciones en el pequeño pueblo de Perlora junto a su criatura de compañía. Es el suyo un mundo de realidades virtuales y de cosas que son «como si» fueran algo determinado, pero sin serlo en realidad, donde todo debiera ser perfecto, pero en que una ineludible sensación de falsedad lo permea todo, incluida la felicidad. Un relato de enfrentar la verdad de la existencia y una fuerte crítica al presente sobre el futuro que estamos creando y la herencia que vamos a legar. A veces, muchas veces, las apariencias engañan. Gran argumento y gran plasmación.
En El ojo herido, de Laura Replinger, Jane, inquietada por una fotografía imposible, va a relatar a su prometido Philip alguna de las verdades ocultas de su familia, de su padre y su hermano. Y no son verdades fáciles de confesar ni de asimilar, pero la conclusión es más inquietante todavía. Con un conseguido tono de narraciones de aventuras de tiempos pasados y una atmósfera muy conseguida, es fácil intuir los recovecos de la narración, pero inevitable dejarse fascinar por los mismos.
Cerrando la antología Atardecer rojo, de Raquel G. Álvarez-Calderón, es un perfecto ejemplo de que no se deben dar las cosas por sentadas, por muy seguro de sus observaciones que se sienta alguien. A Moksha le gusta observar y preservar a las familias perfectas, aunque para eso debe integrarse en la vida del pueblo y conocer íntimamente a sus habitantes. Por eso está embarcado en un reciente empeño y se siente de lo más feliz, dado que está a punto de culminar su misión. ¿Es posible que las cosas no salgan como las tenía planeadas? Con una armoniosa cadencia la autora consigue atrapar la atención del lector, consciente del drama que se avecina, pero sin esperarse lo que en realidad va a acontecer.
Como decía al inicio, cada lector tendrá una idea diferente de la valía de estos cuentos. Yo mismo, siendo consciente de que todos ellos son merecedores de pertenecer al volumen, quizá hubiera premiado a alguno de ellos por encima del merecedor del galardón del jurado, pero es tan sólo una opinión más. Algo que tan sólo entra en la categoría de los gustos y los juicios personales, y sobre gustos hay mucho escrito, pero es difícil ponerse de acuerdo —y qué aburrido sería que estuviéramos siempre todos de acuerdo en estas cuestiones—. Lo importante es que todos ellos son muy disfrutables al tiempo que se adquiere constancia de la realidad del pujante empuje de todas estas mujeres en el fantástico español. No son el futuro del género, son ya su presente.
—No puedo terminar sin mencionar a @Cafedetinta por su generosidad a la hora de hacerme llegar el ejemplar que me ha permitido hacer esta reseña. Ella sí que es grande—.
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