Tess del Camino.
Rachel Hartman.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Nocturna ediciones. Col. Literatura mágica # 80. Madrid, 2019. Título original: Tess of the Road. Traducción: Marta Torres Llopis. 568 páginas.
Situando la acción en Goredd, el mismo mundo subcreado en que se desarrollaba Seraphina, y con la aparición esporádica, alguna casi protagonista en momentos puntuales, de alguno de los personajes de la bilogía precedente, Hartman explora veredas muy diferentes a los caminos recorridos en las anteriores novelas. Es esta una aventura de corte fantástico, gratificante, intimista e introspectiva, dura en ocasiones, emotiva y repleta de cuestiones candentes. Una joven que rompe sus cadenas y que sin buscarlo se encontrará a sí misma, su yo real y no ese en el que quienes la rodean han intentado siempre encorsetarla. No es un libro de aventuras trepidantes, aunque las haya, sino sobre la culpa, la curación y el perdón más difícil de conseguir de todos: el propio. Sobre cómo las ideas de los demás acerca de la forma «correcta» en que debe actuar y la mejor manera de educar a una joven condiciona y forja su carácter según va creciendo. Una novela dirigida, en principio y sin buscar limitar el espectro de edades, a un público que sale de la adolescencia, adultos-jóvenes, que les habla sin tapujos ni cortapisas, ni juicios morales, de temas de mucha actualidad. Una obra independiente de las que la preceden, pero con cuya lectura previa se comprenderá mucho mejor el mundo en que se desenvuelve la protagonista, el trasfondo social, religioso y político, la convivencia entre humanos, dragones —aunque estos aparezcan aquí más bien poco— y los reptilianos quigult, o la tensa dinámica que la joven mantiene con su hermanastra mayor, consiguiendo de todo ello un mayor disfrute si cabe de la presente.
Tres son las hermanas Dombegh, la famosa Seraphina y las dos gemelas menores, hijas de distinta madre, la perfecta y abnegada Jeanne y la curiosa e inquieta Tess. Tras unos conflictivos acontecimientos familiares, Tess, con diecisiete años y disfrazada de muchacho, se escapa y emprende un viaje en principio sin destino decidido, hasta que se reencuentra con Piztka, un quigult amiga de la niñez —el uso del género no es una errata—, quien le contagia su idea de perseguir uno de sus compartidos sueños infantiles. Recorrerán los caminos hacia las tierras del sur en busca de una criatura mitológica, parte de antiguas leyendas y viejas crónicas: una de las Serpientes del Mundo. Y para ello tendrán que hacer frente a grandes desafíos, el primero de ellos no morirse de hambre, a encuentros más o menos desafortunados, peligros varios, y personajes de lo más variopinto.
Tess es una joven justificadamente amargada, reprimida, atormentada y enojada con el papel que le ha tocado representar en su vida familiar. Desde muy niña se plantea las más diversas preguntas sobre el funcionamiento del mundo, investigando de las formas más imaginativas temas como la procedencia de los bebés, y será abundantemente castigada por sus aventuras y experimentaciones. Hasta que a sus trece años suceda algo que lo cambiará todo. Para mal. Un «error» que debe ser escondido y que condicionará toda su existencia posterior. Cuando emprende su huida, a sus diecisiete años y resentida con bastante razón con todo y con todos, es irónicamente hacia sí misma hacia quien más reproches tiene, aunque quizá sea la voz de su restrictiva madre quien hable en su mente, ahogando cualquier pensamiento propio. Es una joven muy diferente de la dicharachera y curiosa niña presentada en el prólogo. No es simpática. No es fácil tenerla como «compañero» de viaje. Solo la libertad, la distancia y el trato con otras personas y otras formas de pensar irá consiguiendo despejar un tanto todos los negros nubarrones que acarrea en su interior, haciendo aflorar todo lo bueno que ya estaba allí, en su interior, pero permanecía reprimido por su educación y malas experiencias.
Como todo viaje, el relato en tercera persona se muestra episódico conforme la protagonista avanza en sus diferentes etapas, cada una marcando un hito de su aprendizaje sobre el mundo y sobre sí misma. Los encuentros y eventos se suceden, a veces con un ritmo irregular, fragmentario, intercalando retazos de los recuerdos de Tess, de los que irá surgiendo una paulatina reconstrucción de su pasado. Hartman va a ir filtrando con mimo la información de todo aquello que ha llevado a la joven a ser como es, sugiriendo mucho, dosificando el momento de revelar el contenido de su supuesto error, y manteniendo así el interés y la intriga. El relato se construye sobre la base de la gente que Tess va encontrándose en su periplo y el poso que van dejando en ella, de los trabajos, lícitos o no, que tiene que realizar para sobrevivir, de las personalidades —algunas de lo más divertidas aunque controvertidas— que debe ir adoptando para mantener su verdadera identidad en secreto, de las historias y relatos que va conociendo, de las tradiciones diferentes que va viviendo, del romance que se niega a sí misma… El avance geográfico se traduce en un avance mental.
Es una novela de aventuras, de supervivencia, picaresca y esfuerzo, y también un libro de temas profundos. La manipulación de los adultos, de los «sabios», de los progenitores, sobre los que debieran estar bajo su cuidadosa tutela. Los fanatismos religiosos, o la laxitud de interpretación de algunos de sus principios. El alcoholismo. Los vínculos afectivos tóxicos, tanto en la familia como en la pareja. El desequilibrio en las relaciones, la figura del consentimiento, la interiorización de la cultura de la violación o la justificación masculina de la agresión, unidos al doble rasero a la hora de juzgar los actos de hombres y mujeres, por parte tanto de los hombres como de las propias mujeres que a veces se convierten en las peores enemigas de su mismo género. Los corsés mentales que impone la sociedad, el abuso emocional, la inculcación de la culpa en las mentes de las niñas como una forma más de dominación frente a un empoderamiento femenino que invita a afrontar cualquier sueño que se planteen, negándose a que nadie lo pisotee o se ría del mismo… Quizá pudiera parecer que se trata de un libro muy denso, pero no lo es. Sí que tiene momentos duros, dramáticos e incluso repulsivos. Hay maltrato físico y psíquico. Pero nunca se adueñan de la trama general, en el viaje de autodescubriento y sanación en el que se encuentra embarcada la joven, en esa búsqueda que bien podría cambiar la propia filosofía del mundo. El camino deja huella. Habrá momentos que den ganas de llorar, de gritar, pero también hay partes muy luminosas, sobre todo conforme Tess se va a abriendo al mundo y descubre que hay otras formas de vivir y de pensar distintas de aquellas que su estricta madre le inculcara desde su infancia. Hay mucho dolor, pero también hay curación.
La, como es habitual, completa y bella edición de Nocturna, con esos detalles de calidad como las letras capitulares compartidas con la bilogía anterior o la cuidada traducción que mantiene la voz de las anteriores entregas, consigue hacer de la lectura algo de lo más grato. Un final que a un tiempo cierra líneas principales y queda abierto a nuevos horizontes, hermoso en su reflexión, hace que la historia pudiera perfectamente haber concluido aquí, pero por suerte en el futuro ya se otea la segunda entrega de las aventuras de Tess del Camino.
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