Ángel Padilla.
Reseña de: Consuelo Abellán Colodrón.
Sportula. Gijón, 2019. Edición digital (ePub). 125 páginas.
Esta novela corta nos lleva a un mundo dominado por animales humanizados: vacas, caballos, leones… que caminan sobre sus patas traseras y utilizan las delanteras como brazos, que hablan y utilizan ropa. Podríamos estar hablando de un cuento infantil o una fábula clásica si no fuera porque, a su vez, los humanos han sido animalizados: son utilizados como esclavos, sirvientes, mascotas y… comida. Creo que el título es bastante explícito en este aspecto y casi diría, literal.
La premisa no es del todo novedosa. Seguramente a la mayoría de los lectores les vendrá a la cabeza El planeta de los simios –la película estadounidense de 1968 o la novela de Pierre Bouille de 1963– sobre todo después de echar un vistazo a la portada. Sin embargo, el libro de Ángel Padilla no tiene nada que ver, en el fondo ni en la forma.
En Mundo al revés: Origen no hay una única especie dominante, como los simios en las obras citadas, sino que todos los animales no humanos dominan los llamados Mundos libres. Y de existir una especie dominante entre todas, no serían precisamente los gorilas. De hecho, creo que la referencia más cercana no sería El planeta de los simios, sino algo más próximo a La isla del doctor Moreau, de H. G. Wells. Eso sí, llevada al extremo.
El inicio del libro es inusitadamente cruel y explícito en descripciones sumamente desagradables. Avisemos desde ya que no es apto para espíritus sensibles ni estómagos delicados. Si el primer capítulo puede calificarse de puro gore sin temor a equivocarse, el resto de la novela no es menos cruel ni menos violento, aunque sí un poco menos extremo.
Cuando leo escenas de violencia explícita tan exagerada siempre me pregunto si están justificadas, si tienen una intención o constituyen una mera recreación gratuita en lo desagradable. En el caso de este libro, tengo que reconocer que la intención está clarísima. Y el título no deja lugar a dudas sobre este punto.
Muchas, por no decir la totalidad, de las escenas que más repulsión causan en el lector son capaces de conseguir ese efecto sencillamente porque lo que ocurre les ocurre a seres humanos. Si se nos narrase, por ejemplo, la misma escena inicial sustituyendo al humano por, digamos, un cordero, nos parecería lo más natural del mundo. Bueno, quizás no tanto como natural, pero desde luego no nos causaría la misma impresión.
Y esto es lo que hace Padilla en Mundo al revés: Origen. Intercambiar los papeles entre humanos y otras especies animales para que el lector sea consciente de la brutalidad con que los seres humanos tratamos a los animales. Los usamos como mascotas –esto es, propiedades– a las que no siempre damos el mejor de los tratos, los criamos hacinados en granjas para matarlos, despiezarlos y comerlos; los mantenemos en cautividad en zoos y circos solo para nuestra diversión. ¿Qué tal nos sentiríamos si nos trataran así?
Desde luego, el recurso a la violencia, a la descripción explícita de los maltratos, vejaciones e incluso asesinatos sufridos por estos humanos venidos a menos consigue el efecto deseado. Así que podríamos decir que es un recurso efectivo, aunque quizás también un tanto efectista.
Narra también el viaje de Lázaro, un niño humano que ha crecido encerrado en la oscuridad, durmiendo sobre sus propios excrementos, y sufre una transformación que podríamos calificar de bestial. Sin duda, otro ejemplo de mundo al revés. ¿Qué podemos esperar de los animales criados en cautividad, a los que se les niega todo contacto –iba a decir humano– con sus semejantes y que solo conocen el dolor de la pérdida y la subsiguiente incomunicación?
Por suerte, no todo el libro se reduce a sangre, vísceras y violencia. El contrapunto a todo este despliegue lo ponen Carolina, una joven humana, y Paulus, un potro rebelde, en su búsqueda de las zonas prohibidas y de Asunción Margarita, una yegua sabia que, junto a su humano-poeta, protagonizan algunos de los pasajes más amables de la novela.
Tiene también su punto de crítica sociopolítica, reflejada en la sociedad creada por los animales no humanos, en sus rígidas reglas y en las dudas de algunos de sus miembros respecto a su mesiánico líder. También dudan algunos sobre la conveniencia de alimentarse de carne de humanos, incluso de utilizar ropa, todas ellas reglas impuestas por el régimen y que se antojan poco naturales. De alguna forma, parece que la sociedad animal está reproduciendo lo peor de la conducta humana, aquello que tanto denigraban cuando el mundo estaba «al derecho».
De lo dicho se desprende que la prosa de Padilla es bastante ecléctica, por necesidad. Alcanza cotas de gran lirismo seguidas —y precedidas— de fragmentos de inenarrable crudeza. Todo ello sumergido en un tono que se antoja onírico, rozando el surrealismo pero sin abrazarlo del todo. De hecho, los sueños de los protagonistas son especialmente significativos.
Y, sin embargo, a pesar de los malos ratos que esta novela hace pasar al lector, el final no deja con tan mal sabor de boca. Siempre hay un resquicio para la esperanza.
En definitiva, voy a atreverme a decir que Mundo al revés: Origen es una novela-protesta, al estilo del movimiento de canción-protesta que surgió en España y Latinoamérica como reacción a la represión de la dictadura. Ángel Padilla no eleva su voz contra ningún régimen político, pero sí lo hace —y cómo— contra el régimen humano. Vaya, acabo de hacer un doble sentido involuntario, pero certero. Mundo al revés: Origen es un manifiesto animalista y a favor del veganismo, pero escrito con solvencia en forma de historia con entidad e interés propios.
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