Francisco Guerrero.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Apache Libros. Col. Biblioteca de Ciencia Ficción en español # 8. Madrid, 2019. Ilustración de portada: Apache libros. 165 páginas.
Esta novela corta, ganadora del Premio UPC de Ciencia Ficción en su edición de 2018, es una obra de ciencia ficción policíaco-detectivesca con un amplio contenido de denuncia social y un humor entre socarrón, irónico y definitivamente negro. Una distópica novela hard boiled que, mediante una sugerente trama de investigación, explora algunas de las realidades ya palpables y asumidas de alguna manera hoy en día en la sociedad. La obsolescencia programada, la crisis climática, la pobreza desatada, el control de la población mediante técnicas coercitivas, la disolución de la separación de los poderes del estado, la explotación laboral, las promesas de mejoras sociales sin contenido real, la publicidad engañosa, el tráfico de mujeres para la prostitución… El mensaje social se ve envuelto de una trama de acción, de búsqueda y rescate policial, que encierra un juego de engaños en cierta forma perturbador e incómodo. Una sorprendente, pulida, interesante y muy satisfactoria novela de debut.
Narrada en primera persona desde la óptica de Gutterson, un resignado, pero todavía con aspiraciones de mejorar su vida, agente de la policía privada UrbanPax, el lector va a asistir a una de sus más accidentadas jornadas laborales. Una jornada que empieza regular para él y que, tras un mínimo descanso que de poco le sirve, va a terminar peor. Dedicado a patrullar la muy en decadencia MedCity, impartiendo justicia en el sector de la ciudad donde le envía el algoritmo de reparto, tras una anodina mañana su jornada empieza a torcerse con una hamburguesa incomestible, una batería imposiblemente descargada en su bicicleta —los fallos técnicos están a la orden del día—, un encargo que se tuerce y en vez de significarle ninguna recompensa seguramente le hará merecedor de una sanción, y un tobillo torcido. Su cuenta está casi a cero, así que, cuando su superior, la capitana Marley, le ofrece una misión un tanto fuera de sus competencias, tras una jornada sin apenas descanso, no es que se lo piense en demasía. ¿Por qué no aceptarla? Todo sea por cumplir el sueño de salir del planeta.
Los habitantes de MedCity, de la Tierra en general, viven obsesionados por las promesas de una vida mejor en una idílica colonia espacial, Titania, a la que solo existen tres modos de emigrar. Uno: conseguir ahorrar un buen número de kudos, una especie de créditos que sirven de moneda. Es el camino aspirado por Gutterson, aunque sea consciente de la dificultad que entraña, ya que sus jefes van añadiendo los kudos de su cuenta conforme cumple los objetivos de las misiones encargadas, o descontándolos alegremente con diversas penalizaciones por las más absurdas y aleatorias faltas o según tenga un gasto excesivo en materiales. Dos: Concebir un bebé genéticamente perfecto, puro y sin mácula, libre de las mutaciones y defectos que el nivel de contaminación y degeneración de la Tierra han propiciado en el común de los ciudadanos. Algo al alcance de muy pocos, y menos en el ambiente en que se mueve el agente. Tres: ser elegido para un periodo temporal de trabajo, como mano de obra explotada, en la adecuación a la vida humana del que está llamado a convertirse en un planeta paradisíaco, libre de superpoblación y de contaminación ambiental, pero necesitado todavía de mucha inversión y terraformación. Es un camino temporal, con fecha de retorno, y unas condiciones laborables un tanto cuestionables.
Ambientación, escenario y profesión del protagonista retrotraen de manera inevitable a esos dos grandes clásicos que son el Juez Dredd y Blade Runner, aunque el enfoque de la trama de Gutterson sea un tanto más oscura y pesimista, si cabe, que la de aquellas. MedCity es casi una megaurbe postapocalíptica, en un pronunciado declive, con las calles llenas de baches, socavones y adoquines levantados, edificios depauperados, y servicios colapsados e ineficaces. Los agentes de policía son tanto investigadores como dictaminadores y ejecutores de la sentencia de los crímenes que les encargan resolver, aunque no cabalguen poderosas motos sino bicicletas eléctricas. La tecnología domina la sociedad, pero la falta de presupuesto, la dejadez burocrática, el desinterés de los técnicos, la falta de inversión y renovación, las corruptelas del poder, y la propia obsolescencia de los aparatos, hacen que todo esté cayéndose un poco en pedazos, perfecto reflejo del estado de la ciudad y sus habitantes.
Haciendo gala de inicio de un poco sutil pero muy divertido cinismo, de una desencantada ironía, el protagonista no obstante pronto va a demostrar tener ciertos principios y aspiraciones, algo que en demasiadas ocasiones choca con lo que tiene que hacer para cumplir sus misiones y las órdenes de sus superiores, así que es más sencillo dejarse llevar por la atonía general y esperar haberla pifiado lo menos posible al final de su turno. Resignado a su —mala— suerte, ciertas injusticias y su dependencia de un sistema regido por inmutables Inteligencias Artificiales que cada día funciona peor van a llevarle a cruzar líneas que tenía marcadas en rojo. Después ya no habrá marcha atrás, sobre todo cuando su aventura le lleve a descubrir muchas de las verdades ocultas de su mundo, algunas ya sospechadas, pero no por ello menos traumáticas en su confirmación. La misión va a requerir de él un verdadero trabajo policial, para el que quizá haga ya un tiempo que no está preparado. Aún así, descenderá a los bajos fondos de la ciudad donde pocas cosas van a resultar ser lo que esperaba.
Con un giro argumental quizá no inesperado pero sí muy adecuado para el tramo final, y un mensaje pesimista que se hace más digerible por un humor negro muy eficaz, Gutterson se revela como una muy interesante novela corta de debut, con una prosa trabajada y pulida, sin aristas, y unos diálogos incisivos, divertido e, hirientes en ocasiones. Una obra que, mientras entretiene, invita a pensar sobre nuestro propio entorno, nuestra sociedad, economía y política, y hacia dónde los estamos llevando o dejando que otros lo lleven.
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