domingo, 22 de marzo de 2020

Reseña: Los dientes del puma

Los dientes del puma.

Enrique Dueñas.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Apache Libros. Madrid, 2020. Ilustraciones: Miguel Calero. 146 páginas.

Nos encontramos ante una aventura exótica, hermanada con los relatos de mundos y civilizaciones perdidos de Conan Doyle o Verne, de tierras lejanas y piratas de Salgari, de las expediciones marítimas de London o Poe, con descripciones con evidentes reminiscencias howardianas y algún homenaje lovecraftiano —que bien pudiera ser a su vez también deudor de Piratas del Caribe—. Todo ello aderezado con un poquito de magia negra, brujería y criaturas de otras dimensiones atroces.

Los dientes del puma es una novela de aventuras juveniles de corte clásico, llenas de emociones sin descanso con una trama rápida y sencilla, y que con sus ilustraciones de acompañamiento retrotraen la mente de los lectores más maduros a las lecturas de la adolescencia, con un sabor ligeramente pulp, y una decidida apuesta por el sano entretenimiento y la diversión.

A mediados del siglo XVIII, en la caribeña isla de La Perla, Héctor Quispe cae irremediablemente enamorado de la recién llegada Sofía Espinosa, una huérfana que ha perdido a sus progenitores en el viaje hasta allí. Su amor es correspondido y pronto se prometen en matrimonio. Pero sus planes se hacen añicos con la llegada a la isla del orgulloso y malévolo Don Beltrán de Jovellanos, un aristócrata que respaldado por el cruel Aquiles, pronto hace y deshace a su antojo ante la inoperante actitud del gobernador de la isla, el pusilánime Don Jaime de Luna y Bazán, cuando el recién llegado parece encapricharse de Sofía y pretende poseerla a cualquier precio. Ninguno de ellos contaba con la entrada en escena del salvaje y violento el Puma, un hombre de pocas palabras en busca de venganza. Tras una noche de fuego y sangre emprenderán juntos un viaje marítimo, con etapa en Río de Janeiro, hacia lo inexplorado, la Terra Australis Incognita y la ciudad de Kish, donde encontrarán mucho más de lo que esperaban.

Con un tono decididamente juvenil, público al que se encuentra rendida la narración como aquellas novelas de aventuras de antaño, es esta una historia de heroísmo, pero también de crueldad. De exploración de territorios inhóspitos, de descubrimiento de maravillas que encierran el horror, de escenarios espectaculares y de criaturas sobrenaturales que llevan al límite de la locura. El protagonista, cargado de buenas razones, se va a ver enfrentado a la existencia de la magia negra, algo totalmente desconocido para él a pesar de todo lo que ya ha vivido, como cuando muy joven, falseando su edad y apenas saliendo de su adolescencia sirviera bajo las órdenes de Blas de Lezo en el sitio de Cartagena de Indias. Toda su existencia no le ha preparado para lo que se avecina, pero el amor que siente por Sofía es una fuerza que va a impulsarle más allá de todo lo imaginable. A su lado descubrirá una auténtica fuerza de la naturaleza, el Puma, un hombre de acción, rápido en dispensar la muerte, salvaje y de genio vivo, hermético y de pocas palabras, cuya única razón para seguir adelante parece ser la venganza; una venganza que ni siquiera Aquiles, objeto de la misma, parece saber a qué es debida —tranquilos, al final se descubre—. Juntos afrontarán un intenso viaje de rescate y venganza que les llevará a descubrir cosas que desconocían sobre sí mismos.

A pesar del evidente tono juvenil de la propuesta no hay en ella demasiado sitio para pedagogía o mensajes con moralina. Sí resulta obvio que el protagonista, con su carácter firme, chapado a la antigua —si se puede decir algo así de alguien del siglo XVIII— y con un alto sentido del honor, es la persona sobre quien debe recaer la atención del lector adolescente, siendo el modelo en que reflejarse, y no en el despiadado Puma, por muchas razones que pueda esgrimir el mismo para justificar un comportamiento violento sin piedad alguna para sus víctimas.

Cada uno de ellos tiene su propio objetivo particular para embarcarse en la travesía, pero se ven unidos por la necesidad común de frustrar los planes de Don Beltrán si quieren alcanzar cualquiera de ellos. Y aunque sus métodos difieren de forma radical; uno cargado de humanidad y buenas intenciones, el otro rendido a su naturaleza animal, en el camino descubrirán que, quizá, no se encuentren tan lejos el uno del otro. Que en ocasiones hay que cruzar líneas que nunca se había imaginado o que siempre se había jurado no cruzar. Como si de una road movie en el siglo XVII se tratase la pareja protagonista van a descubrir, tras unas cuantas emociones, vicisitudes y adversidades, que son complementarios y se necesitan mutuamente. Que si quieren conseguir sus objetivos, deberán apoyarse el uno al otro a pesar de todos los recelos que sus actitudes les causan.

Los dientes del puma es una novela para todos los públicos, sobre todo jóvenes, que ofrece aventuras con aroma clásico. Un aroma que se ve reforzado por la cualidad de libro ilustrado de la propuesta. El texto viene así bien acompañado de una serie de ilustraciones a cargo de Miguel Calero con un toque pulp que trae a la mente enseguida ediciones de los libros de aventuras de antaño, con sus frases al pie incluidas. Una agradable lectura, para disfrute de los más jóvenes y remoranza de los talluditos.

2 comentarios:

Enrique Dueñas dijo...

¡Muchísimas gracias por la reseña!

Me gusta mucho este blog y cual es mi sorpresa al ver que habláis de mi obra.

Me alegra ver que habéis disfrutado de este pequeño relato de aventuras. Efectivamente, el libro entero es un homenaje a Howard y las criaturas que aparecen en él son más Lovecraftianas que "caribeñas". También soy muy fan del Corsario Negro.

Sólo un pequeño tirón de orejas... ¡es el siglo XVIII! ¡Os falta un palito!

Un abrazo y, de nuevo, gracias por todo. Estáis haciendo un trabajo excelente.

Kike.

Santiago dijo...

Muchas influencias hay por ahí, salta a la vista, en efecto; pero muy bien aprovechadas e integradas en un relato propio.

Y ya está corregido lo del "palito". Gracias por el tirón de orejas y por pasarte a comentar. Ha sido un placer ;-)

Saludos.