Dan Simmons.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Olympo I: La guerra. Ediciones B. Col. Nova nº 194. Barcelona, 2006. Título original: Olympos. Traducción: Rafael Marín Trechera. 415 páginas.
Olympo II: La caída. Ediciones B. Col. Nova nº 195. Barcelona, 2006. Título original: Olympos. Traducción: Rafael Marín Trechera. 475 páginas.
Es imposible hacer una reseña de Olympo sin hacer referencia a su predecesora: Ilión, y por lo tanto es muy posible que a lo largo de esta reseña se me escape algún spoiler de ésta. Debo reconocer que, aunque me gustó mucho, Ilión también me decepcionó un tanto, no estaba a la altura de lo que esperaba. Leído ya Olympo, su lectura me ha confirmado la impresión que tuve al terminar de leer el anterior libro, que simplemente se trataba de una mera, y larga, introducción para éste que nos ocupa ahora. Simmons se había de alguna manera limitado a ir presentando a los personajes y había ido colocándolos en posición para dar el pistoletazo de salida de esta impresionante narración épica que es Olympo.
En efecto, preparados y dispuestos ya los protagonistas donde Simmons los quería, el libro es una sucesión de aventuras, revelaciones, descubrimientos y peripecias que no han de dejar indiferente al lector. El de Olympo sí que es Simmons en estado puro, en estado de gracia, con ese toque maestro al que nos acostumbró con Hyperion.
La narración, dejado ya atrás el seguimiento de la guerra de Troya que no por menos interesante no dejaba de ser algo tedioso, se centra por un lado en la guerra de griegos, troyanos y moravecs contra los supuestos dioses: posthumanos que con su mal uso de la tecnología del teletransporte cuántico estaban poniendo en peligro la misma existencia del sistema solar y de todos los que en él habitan; y por otro, continuamos asistiendo al brusco despertar de los “humanos antiguos” de su existencia idílica sobre
Simmons echa mano de los amplios recursos narrativos que ya había demostrado en obras anteriores para mantener la atención sobre un buen número de personajes sin que el interés, la emoción o la tensión decaigan en ningún momento, sea la trama que sea la de que se ocupe en ese momento, ya sea en la superficie de Marte o en su alto Olimpo, en
Todas las preguntas, los muchos misterios que se habían planteado en Ilión se van desvelando poco a poco a lo largo de estas páginas, deparando muchas sorpresas inesperadas y muchas vueltas de tuerca magníficamente justificadas.
Utiliza Simmons, además, dos de sus temas más queridos. Por un lado nos encontramos con el desarrollo de la teleportación, tema que ya fuera central en Hyperion y, sobre todo, en su continuación, Endymion, y que aquí obtiene una importancia vital para la trama, casi se podría decir que convirtiéndose en el motor de la misma, y sin la cual el libro no hubiera podido existir. Nos encontramos con varios tipos, desde el “faxeado” de los humanos antiguos hasta el TCear de los posthumanos (abriendo caminos cuánticos para trasportarse de un lugar o tiempo a otro). El uso de esta tecnología, motivo que impulsó a los moravecs a viajar hasta Marte y ahora hasta
Por otro lado, nos encontramos, aunque con una menor relevancia aparente, con otro de los temas recurrentes en Simmons: la crítica a cualquier manifestación del fanatismo religioso; esta vez ejemplarizado en la cerrazón mental del mundo musulmán en genérico. Es un tema que se manifiesta mucho menos a lo largo de la narración, no ocupa tanto lugar, pero se demuestra tan vital o más que el teletransporte para configurar ese mundo futuro al que el autor aboca a la humanidad. Un mundo que luchará por la supervivencia al enfrentarse a la inmensa amenaza que puede llevar a la extinción de la propia especie humana.
Y junto a ello, multitud de detalles más, como no podía ser menos con Simmons, incluidos ciertos descensos a la metafísica, o la enorme cantidad de referencias literarias que van soltando los protagonistas o que están hábilmente entretejidas con la trama: desde la muy evidente Iliada a otra ingente cantidad de clásicos helenos hasta la muy mencionada En busca del tiempo perdido de Proust o la repetidas veces citada La tempestad de Shakespeare. Cabe decir, sin embargo, que el lector lego en estas lecturas disfrutará igualmente con la obra, pues su conocimiento no es en absoluto necesario para comprender la trama y cuando sí lo es, viene convenientemente explicado.
Al final, como también es habitual, quedan unos cuantos flecos sueltos (algunos muy gordos) en un final que, a pesar de dejar todo bastante bien atado, deja abierto el futuro para (¿quién sabe?) una posible continuación como ya hiciera con Hyperion al prolongarlo en los libros de Endymion. Quizá no hay tanto dónde agarrarse aquí, pero yo no me opondría en absoluto. He disfrutado mucho con la lectura de Olympo, esta vez Simmons no me ha defraudado en absoluto.
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