sábado, 25 de mayo de 2019

Reseña: América fantástica, volumen 1

América fantástica, volumen I.
Panorámica de autores latinoamericanos fantásticos del nuevo milenio.

VV.AA.
Ed. y Sel. Mariano Villarreal.

Reseña: Santiago Gª Soláns.

Huso editorial. col. Literatura fantástica y ciencia ficción. Madrid, 2019. 473 páginas.

En un volumen muy completo —y eso que sólo es la mitad del proyecto—, aunque sin un imposible afán completista, el antologista y especialista en literatura fantástica Mariano Villarreal presenta una selección de relatos de autores latinoamericanos publicados ya dentro de este siglo XXI. En esta primera entrega se recogen  veintisiete obras de otros tantos autores de siete países: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba y Chile —como se puede observar, por mero orden alfabético—, dejando para un futuro, esperemos que cercano, una segunda recopilación que complete la panorámica del continente. Al igual que el volumen se abre con un interesante Prólogo a cargo del seleccionador, los bloques con los relatos se ven acompañados de un artículo introductorio con una pequeña historia con datos, autores y bibliografía destacada de lo más representativo de la producción de cada país a cargo de firmas destacadas de cada uno de ellos. Relatos que hablan de la riqueza, pujanza y variedad del género fantástico en latinoamérica, con autores y autoras muchas veces poco, o nada salvo excepciones destacadas, conocidos a este lado del charco. Analizados desde la subjetividad que la lectura siempre supone, con mayor o menor acierto según los gustos particulares de cada lector, incluido el que firma esta reseña, lo cierto es que su lectura merece la pena mucho más allá de lo gratificante que resulta ampliar horizontes.

Tras el citado Prólogo, el primer bloque de relatos es el dedicado a los autores procedentes de Argentina y, tras la introducción de Mariano Villarreal y Laura Ponce se abre de forma un tanto desconcertante con una historia un tanto anodina, más ejercicio de estilo y mensaje directo que propuesta literaria. Bonsai, de Martín Felipe Castagnet, escrito cual si se tratara de una entrevista a una persona que guarda recuerdos incluso del momento en que se encontraba en el vientre materno, sirve al autor, entre otras cosas, para ofrecer un alegato a favor de la eutanasia considerada desde el mismo momento de la concepción. En un futuro de apariencia distópica, se trata de un discurso que habla de la maternidad, del alumbramiento, de los que nacen diferentes, de discriminaciones y techos de cristal, de experimentación genética y de su ética... Si bien se encuentra agradablemente escrito, tampoco es que lleve a  ningún sitio en especial. Meramente correcto, se antoja una elección curiosa para abrir el volumen.

En cambio a continuación El desentierro de la Angelita, de Mariana Enríquez, una mezcla de humor negro e inquietante horror realmente atrayente, deja con mucho mejor sabor. Una historia de fantasmas que vienen a «atormentar» a los vivos de una forma muy particular, a caballo entre lo tierno y lo patético. Una historia sobre los muertos que no llegan a reposar en una tumba, cuyos huesos permanecen enterrados en la oscuridad hasta que son removidos, ligados a la familia hasta que la misma familia los olvida —lo que quiere decir que el mundo los ha olvidado—. Sobre tradiciones y desmemoria. Amor y olvido. Pertenencia. Delicado y doloroso. Terrible. Hermoso.

Como atractivo es La ciudad de los Césares, de Carlos Gardini. Un magnífico relato que aúna una interesante y sugerente trama a una excelente y refinada ejecución prosística. Íntimo y a la vez universal. Una llamada del pasado, un retorno al hogar, una tarea inesperada que hay que asumir y completar, un círculo que hay que cerrar, un testigo que debe ser traspasado y aceptado. La nostalgia, los mitos y la esperanza se mezclan en la vida de un hombre que vuelve al que fuera su hogar, un pueblo mitológico construido sobre el sacrificio de muchos y el lugar del que siempre quiso huir, sin saber demasiado bien qué espera encontrar. Un retorno que le forzará a replantearse la relación que hasta entonces ha mantenido con su padre y con todo lo que creía conocer sobre su mundo. Precioso y lleno de una profunda carga reflexiva.

Sergio Gaut vel Hartman es uno de los autores que no podían faltar a esta cita, y con El círculo se cierra ofrece, con ese toque ligeramente surrealista que tanto gusta al autor, una interesante fábula política con una profunda crítica a los totalitarismos, a los regímenes de terror y a sus asesinatos de disidentes, de los asesinos impunes que no acarrean la culpa de su actos ni recuerdan a sus víctimas, pero que al final, quizá, puede ser que obtengan una justa retribución. Una fábula que aunque ponga en primer plano a los verdugos habla principalmente de las víctimas y de su olvido. Emotivo y duro por lo que supone para la memoria del país.

En Los reyes muertos Teresa P. Mira de Echevarría presenta un relato cargado de simbolismo, en que cada elemento oculta su significado real. Una tiranía gobernada por tres reyes muertos, donde se castiga la posesión de ciertos documentos y libros, donde las desapariciones están a la orden del día, donde los niños son entregados a otros… Muy fantasioso, piensa el narrador cuando el «abuelo» le entrega la burbuja que encierra esa historia. Otra más entre sus cuentos de brujas y relatos de miedo. Así que, más preocupado por mostrar las marcas de sus ropas, sus bebidas y complementos, no va a dar demasiado crédito a lo que la burbuja encierra. Pero quizá debiera haberlo hecho. La realidad convertida en dolorosa fantasía, los fantasmas del pasado intentados exorcizar mediante un brillante ejercicio literario, un tema doloroso que todavía busca respuestas.

Cierra el grupo de autores argentinos Laura Ponce con Sidgrid, un relato cautivador que requiere de que el lector esté predispuesto a ser cautivado. Se trata de una historia en la que cuesta un tanto entrar, pero que fascina e intriga desde su  mismo principio, con unas mujeres que capturan o recogen o rescatan especímenes masculinos que no deben exponerse a la luz del exterior de sus habitáculos, y que termina hablando de forma subyugante de identidad y naturaleza humana, de libertad y libre albedrío, de soledad, de pérdida de algo que ni siquiera recordabas haber tener, de anhelo imposible… Y que tiene un final tan acertado como sorprendente.

El siguiente bloque, introducido por Giovanna Rivero, corresponde a relatos procedentes de Bolivia, y lo abre Nuestro mundo muerto, de Liliana Colanzi, donde, como si de un relato de Bradbury pasado por el tamiz de Dick se tratara, la autora desplaza la acción a un Marte idealizado que, como a aquellos, le sirve para tratar temas del presente y el pasado a través de un futuro nada halagüeño, la opresión siempre deja su huella. Onírico y descarnado, la necesidad de que algo perdure, algo mantenga el legado aún en las condiciones más adversas surge del delirio con fuerza arrebatadora.

Parte del panteón del Iris de la novela del mismo título tiene presencia en La casa de la Jerere, de Edmundo Paz Soldán, quien ofrece un cuento intimista, que sugiere más de lo que muestra, que acompaña más que señala, que perturba e inspira, con una prosa inventiva y expresiva, con la confrontación de deidades nuevas y viejas —¿paralelismo con los tiempos pre y post coloniales?— que implica una dualidad de azar y culpa, guerra y religión, explotadores y explotados, y del que surgen inesperadas formas de adoración, de esperanza o de desesperación. Un gran relato que supone toda una invitación a leer el corpus de obras sobre Iris al completo.

Le sigue, como última aportación de autores bolivianos, Pasó como un espíritu, de Giovanna Rivero. El retrato fatalista y postapocalíptico de la descomposición social del futuro de Bolivia, con el telón de la figura de un Evo putrefacto y a la vez evanescente, que busca la perpetuación de su imperio, y de la especie a través de él, como líder-deidad eterno, aprovechándose de la necesidad de alguna de sus ciudadanas. La perpetuación de un momento político que ya pasó pero se niega a hacerse a un lado. Poniendo el foco sobre una de esas mujeres, desamparadas y en la miseria, que se ven abocadas a sacrificarse, se antoja un experimento inconexo y literariamente un tanto farragoso. Es de suponer que al lector boliviano le tocará la fibra más de cerca, sobre todo en cuanto a la situación socio-política que busca reflejar, pero desde este lado del charco deja bastante indiferente.

El siguiente país, Brasil, lo introduce el mismo autor del único cuento brasileño incluido, Brasa 2000, de Roberto de Sousa Causo. Una guerra futura entre Argentina y Brasil da cuenta tanto de la histórica rivalidad entre estos dos grandes países latinoamericanos como de la depauperada situación económica que arrastran de forma cíclica. Se trata de una guerra del futuro, librada con armas de alta tecnología, pero de bajo presupuesto. Con un cáustico humor que le da un toque amargo el autor viene a reflejar comportamientos ya enquistados en las relaciones de los dos países a través de una historia de su futuro. Un futuro que no se presenta demasiado halagüeño, sobre todo cuando el pasado, y sus obras, cada vez quedan más en el olvido, como un viejo en shock que se resiste a morir de forma harto irónica.

El bloque de Colombia es introducido por Rodrigo Bastidas Pérez, dando paso a Simbiosis, de Luis Carlos Barragán, un intenso relato cyberpunk que se apoya en el uso de la biotecnología, incluido cierto tono escatológico, presentando una historia de robo de identidades, de experiencias la límite y de futuro descarnado. Cuando se puede disfrutar de las memorias y recuerdos de otros, de sus experiencias grabadas y reproducidas como si fueran propias, el negocio está servido. Y el mercado negro y la venta ilegal está siempre al acecho de oportunidades, de ofrecer los productos más extremos a sus clientes. Un futuro que da un poquito de miedo.

En Sacrificio de dama Julio César Lendoño presenta el enfrentamiento de una inteligencia humana contra una artificial mediante el juego del ajedrez, que da lugar a una interesante reflexión sobre la fragilidad del ego humano al ser cuestionado por su creación. La obsesión por vencer a la máquina se troca en una auténtico dilema filosófico aparentemente irresoluble, pero siempre hay que elegir una solución. Un cuento sencillo, intimista, pero con cuestiones trascendentales presentadas sin ninguna estridencia. Muy agradable y para repensar.

A continuación Cristian Romero con El niño sin brazo, ofrece un cuento difícil de calificar,  entre lo surrealista, lo irónico y lo nostálgico. Un accidente trastoca la vida de toda la familia; un miembro amputado, el brazo del hijo, tiene la razón y la culpa de ello. Lo fantástico y  la locura irrumpen en la normalidad familiar, en lo cotidiano, trastocando las vidas. Un relato que habla de las pesadas cargas que los padres ponen en su hijos, de los celos que causan los «nuevos» miembros de la familia, de las relaciones entre madres e hijos, de la ruptura de lo lazos paternofiliales.

El bloque de Costa Rica lo presenta Iván Molina Jiménez y se abre con el inquietante Frente frío, de Jessica Clark. La acción se sitúa en un futuro cercano muy bien construido, tecnológica y ambientalmente. Con apenas tres personajes y un escenario de carácter global, el relato, de corte ecológico y con un toque de novela negra y de intriga geopolítica, plantea una situación futura del planeta que hace que cambie la polaridad del desequilibrio entre norte y sur. El cambio climático, como ya se viene advirtiendo, podría muy bien devenir en una nueva era glacial, pero antes de eso el mundo cambiará mucho, para mal, y sus habitantes deberán encontrar soluciones difíciles, si es que consiguen ponerse siquiera de acuerdo en la existencia del problema. Ecoterrorismo, espionaje, control climático, intereses supranacionales, lucha por los recursos que escasean —el agua—, dilemas éticos, enconado post colonialismo con tintes supremacistas, disolución del injusto «orden mundial»... Muy interesante.

En Bicentenario, de Iván Molina Jiménez, la celebración del significativo aniversario de una figura histórica del país sirve al autor como advertencia a propios y extraños de la mercantilización y apropiación cultural por parte de elementos ajenos de la historia de los pueblos, quizá como signo de una descolonización fallida. El capitalismo arribista que compra incluso la memoria de los pueblos con la aquiescencia de sus dirigentes y la indiferencia de los ciudadanos hasta que quizá sea ya demasiado tarde, hasta que se den cuenta de que ya no poseen ni sus propios monumentos históricos, ni sus recuerdos.

En el bloque dedicado a Cuba son las escritoras Daína Chaviano y Elaine Vilar Madruga quienes se ocupan de dar un repaso a las historia y autores de la literatura fantástica de la isla caribeña, siendo el primer relato Karel 5092, de Raúl Aguiar una suerte de parábola sobre la problemática de la paternidad, de las relaciones de pareja y todo lo que se comparte, de celos, sentimentales y laborales, y de lo que se pierde en las rupturas. El desarrollo y construcción de un androide, tanto del hardware como del software, de apariencia infantil, con su programación que busca la creación de una personalidad autónoma, con todo tipo de sentimientos y reacciones naturales, va a llevar al límite la convivencia de la pareja que se encarga del trabajo. Un relato con muchas ramificaciones éticas. ¿Es su hijo? ¿Es un mero objeto? ¿Se puede enseñar a un androide a «sentir» y reproducir en él la naturaleza humana?

En Níobe Daína Chaviano traslada el mito griego a un primer contacto con inteligencias extraterrestres. Un contacto del que se derivan temas como los problemas de la comunicación entre los que son diferentes y con los no se comparte un acervo común, de entender al extraño sobre todo en aquellas costumbres más ajenas a las vivencias propias. La torpeza humana para relacionarse con lo que no comprende, de «romper» lo que intenta comprender, que ejemplifica el que no todo vale en el empeño científico. En la confrontación con la inteligencia alienígena se imponen unas diferencias culturales y, sobre todo, biológicas, que parecen insalvables. Aunque hay cosas inmutables, como el amor y generosidad, aunque también ferocidad, de una madre dispuesta todo por su prole. Siempre hay un puente, una comunión que lleva al entendimiento aunque sea mediante la renuncia y el sacrificio. Extraño y emotivo, intenso e interesante, y poco dado al optimismo.

En Gomen Nasai, Lorca-san, de Michel Encinosa Fú, una conexión aérea retrasada va a propiciar una visita a la ciudad de escala en busca de una experiencia teatral en torno a la obra del Lorca dramaturgo, a quien todo el cuento es un certero homenaje. Un desplazamiento no planeado, espontáneo, que va a suponer para el protagonista una locura de experiencia que desembocará en un cambio de sus parámetros vitales. Un canto a la tolerancia con una pátina de humor entre irónico y sarcástico, y el reflejo de un futuro tan poco halagüeño como parece prometer el presente.

Le sigue Recuerdos de un país zombi, de Erick J. Mota, una sorprendente denuncia social del estado cubano a través de una historia de zombies realmente atípica, y atractiva. La picaresca y la forma de buscarse la vida, la persecución política en la isla, la burocracia..., reflejados con cierta sorna y mucha ironía. Busca una óptica científica del problema zombie que afecta a todo el planeta, de la búsqueda de un suero que convierta en inofensivos a estos seres, pero al final es tan solo la excusa necesaria para ofrecer una lectura de crítica social tan real y descarnada, como divertida.

Mariposas del oeste, de Elaine Vilar Madruga, se revela como un cuento poético y estremecedor a partes iguales, que versa sobre una niña, Anahira, que es elegida para «servir» al «Dios» al que deben presentarse todas las Hijas del Oeste. Su destino queda sellado, pero sus sueños están lejos de cumplirse. A través de unos ojos enamorados el lector va a descubrir un mundo muy poco idílico y lleno de injusticias mientras la joven abandona la visión de la niñez para entrar en un mundo adulto donde la supervivencia no está precisamente garantizada. Un mundo, además, de horrores ocultos y promesas vacías, de manipulaciones genéticas y esperanzas cada vez más escasas. Entre la ciencia ficción post apocalíptica, el terror y la fantasía, navega por aguas turbulentas entre la denuncia del papel y la indefensión de las mujeres en la sociedad y la muestra de los horrores a los que aboca cualquier conflicto a gran escala.

© Valeria Uccelli
Cierra las aportaciones cubanas Ambrotos, de Yoss, un relato con una ambientación de space opera, o de planet opera en todo caso, que presenta un muy particular Robinson Crusoe, náufrago espacial de una guerra estelar futura, y su aún más particular Viernes —otro Robinson, exiliado este por su propia gente—, quienes sobreviven en un solitario y hostil planeta a la espera del rescate del primero en una relación casi simbiótica, aunque con cierto desequilibrio, que va más allá de la amistad y del amor entre especies alienígenas. Si llega el rescate, después de tanto tiempo, ¿podrán vencer la desconfianza y los legítimos recelos de quien piensa que su experiencia es imposible? ¿Podrá el amor vencer el deseo de morir? El sentido de la maravilla se impone en un relato cautivador aún a pesar de ciertos, y mínimos, defectos formales, y a la impresión de pertenecer a un corpus mayor que deja fuera del relato algunas explicaciones que no hubieran estado de más.

El último bloque de relatos del volumen es el dedicado a Chile introducido por Marcelo Novoa y con la intrigante Mariana, de Jorge Baradit, como primera propuesta. La historia del encargo a una asesina a sueldo, una mujer de armas —y cualquier cosa puede convertirse en una— tomar, despiadada y adicta a ciertas sustancias estupefacientes, de un asesinato aparentemente imposible, sirve al autor reunir una serie de temas intemporales muy presentes en la ciencia ficción actual como la corrupción política, la crítica social, las drogas y sus ramificaciones, el ciberespacio y las realidades virtuales. Tan descarnado como en el fondo irónicamente divertido.

En Patria automática Álvaro Bisama presenta la creación de los primeros robots chilenos, en el siglo XIX, mediante los recuerdos extraviados de un narrador al que no pertenece la historia. Nostálgico, es posible que equivocado, lleno de ternura y un tanto surrealista, quizá anhelando lo que pudo haber sido pero no fue, el narrador cuenta la historia de alguien que ya no puede contarla. Una historia que a él mismo le contaron, una historia que le hubiera gustado llegase a mejor puerto y con cuyo relato busca un intento de restitución de la fama y los elogios que le fueron negados a aquel visionario. Curioso, aunque un tanto lento.

Spoiled, de Alicia Fenieux, es un relato muy corto, apenas dos páginas, que se antoja poco más que una anécdota, una advertencia. Curioso y poco más, se trata de un aviso para el futuro de corte medioambiental y ecologista, con cierto aroma pesimista y anti transgénicos.

Bello y evocador es Los que no vuelven, de Gabriel Mérida, en el que un desastre natural acaecido años antes llevó al hundimiento de una buena parte de las tierras costeras de latinoamérica, y en concreto de Chile, hasta prácticamente la Cordillera de los Andes. Un cataclismo de proporciones épicas que propicia en el presente del relato un peregrinaje hasta las ruinas de las antiguas ciudades, ahora hundidas bajo el agua, por parte de aquellos que se vieron obligados a marchar, sin quizá darse cuenta de lo que dejaban atrás. Una búsqueda de un país mítico que permite al autor hablar de desarraigo, de amor por las patrias desaparecidas, de la nostalgia del pasado perdido y del anhelo por las cosas que no han de volver. La mirada distorsionada por el tiempo de un territorio legendario, idealizado pero sin el que algunos no pueden vivir, imponiéndose a cualquier otro aspecto de la vida. El terruño tira del corazón y es imposible no volver al lugar del origen. Es un relato triste, pero también hermoso. Todo final supone la oportunidad de un nuevo comienzo.

El último cuento de este bloque, y también del presente volumen, es el ucrónico El último viaje del Tirpitz, de Alberto Rojas Moscoso, una Historia alternativa situada en una futura República Nacional Socialista de Chile alineada con la alemania nazi triunfante de la II Guerra Mundial. La caída y ascenso de las ambiciones laborales, en este caso periodísticas, de una presentadora que cubre la noticia de la retirada de un navío mítico, se cruzan con los designios de una resistencia que lucha contra el orden establecido. Un intrigante y satisfactorio cierre.

Sin estar al corriente de lo que se cuece en la escena literaria fantástica de cada uno de los países presentes en el volumen no se puede hablar en exceso de la representatividad o el acierto de la selección respecto a las obras que se han quedado, inevitablemente, fuera. Como dice el propio antologista, lo aquí reunido es un mero esbozo de cómo es y quienes practican hoy día la narrativa fantástica y la ciencia ficción en América Latina, un muestrario de anhelos, preocupaciones e intereses de la actual generación de escritores. Tomando el volumen como un conjunto con entidad propia se puede decir que el lector se va a encontrar, en general, con un muy interesante grupo de relatos, muy variados y actuales, con el aliciente para el aficionado peninsular de asistir a modos diferentes para enfrentar el hecho fantástico y cultural, otras formas de enfocar las temáticas, los estilos e, incluso, los giros idiomáticos de una lengua común. Como única crítica —bastante subjetiva en un ejercicio subjetivo de por sí— a una edición notable y muy cuidada, se antoja que las biografías de los autores reunidas al final del tomo habrían resultado de mayor utilidad colocadas acompañando antes o después a cada relato, complementandolo. Obviando un detalle tan anecdótico, tan sólo cabe remarcar que esta primera Panorámica de autores latinoamericanos fantásticos del nuevo milenio resulta ciertamente una propuesta de lo más interesante para todo aficionado a los géneros fantásticos que no desee quedarse encajonado en «lo de siempre», que se deje atrapar por la fascinación y el sentido de la maravilla provengan de donde provengan. Merece la pena arriesgarse y dejarse sorprender.

2 comentarios:

Feérica dijo...

Yo estoy deseando leerlo pese a sus limitaciones. Es normal que no tenga afán completista, es un continente enorme, pero nos servirá para ir conociendo a algunos autores. En mi caso, solo conozco a dos autoras de la antología, por lo que van a ser casi todo nombres nuevos para mí y me fío bastante de la selección de Mariano Villarreal.

Santiago dijo...

En efecto, se trata de un "picoteo" de lo más interesante que se está escribiendo en los géneros fantásticos latinoamericanos. Como digo (o quería dar a entender) es imposible abarcarlo todo en una antología, así que esta muestra es lo segundo mejor ;-)

Y para ir conociendo autores y autoras es sin duda ideal.

Saludos