domingo, 5 de mayo de 2019

Reseña: Las estepas de Avok

Las estepas de Avok.

Lola Basavilbaso Gotor / Luis Constante Luna.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Caligrama editorial. Barcelona, 2019. 357 páginas.

Basavilbaso y Constante han puesto sobre el papel en esta su segunda novela, con la que obtuvieron en el año 2017 el I Premio Caligrama en la categoría Promesa, un viaje convertido en epopeya, una desesperada búsqueda de rescate y una persecución sin descanso. Un western de fantasía heroica, con un ritmo de tensión continuada que no permite ni a los protagonistas ni al lector más que los mínimos altos en el camino, aquellos imprescindibles para recapitular y tomar fuerzas. Una prueba de perseverancia y de superación, de colaboración entre la desconfianza, de espíritu humano llevado al límite, de entrega y lealtad, de confianza traicionada. Seis personas muy diferentes se verán forzadas a emprender una misión que pondrá en riesgo sus vidas y de la que los que consigan volver lo harán cambiados de forma irrevocable. Situada en el mismo escenario de Êrhis:  La estrella se alza en el cielo, los autores han escrito una novela independiente, que no necesita de la lectura de aquella para su disfrute total, y con reconocidas influencias cinematográficas —aquí juego con ventaja, pues los autores las confesaron en una presentación— como los Centauros del desierto de John Ford, o Los siete samurais de Akira Kurosawa, que leído el libro resultan bastante evidentes tanto en la trama como en una prosa muy cinética y visual.

En las faldas de las Montañas Rojas los odemi, una tribu kitanna, los jinetes de la estepa, escucha el designio de su anciana kamu, una suerte de chamán, quien les habla de la necesidad de un sacrificio de sangre para encontrar de nuevo la protección del dios Avok, quien dice está furioso y ha dado la espalda a la tribu. Cuando su caudillo, Āka el Cazador de hombres, tome sobre sus hombros la misión de cumplir tal designio, sellará sin que ninguno de ellos lo sospeche el futuro de seis ilanos reunidos por el azar en una pequeña atalaya de la región de Mosaian en el sur del reino de Ilaàn.

Silas Xianà llega al castillo —aunque tal denominación quizá le vaya demasiado grande al lugar— de Ektà con su madre Erakìa y su hermana Ainè, embarcados en un viaje de peregrinaje al santuario de Talàs motivado por el futuro casamiento de la joven. Allí son recibidos por el capitán Kelaion Egion, castellano de la pequeña y decrépita atalaya, quien antaño gozase de los oropeles de la corte y ahora se encuentre aparentemente caído en desgracia. Su estancia en Ektà forzará a Silas a asistir al cumplimiento de la sentencia del criminal Kíos Oira, un desertor condenado a muerte con una antigua conexión con Egion de la que ninguno de los dos quiere hablar, momento en que su viaje quedará bruscamente pospuesto cuando al lugar lleguen la joven sacerdotisa Naùr y el pastor Xoas con la noticia del asalto al santuario y el rapto de todas las demás hermanas. Los cinco, junto con Baltas, un veterano soldado de la escasa dotación del castillo, iniciarán la persecución de  los sanguinarios jinetes de la estepa con la esperanza de que un grupo de rescate se organice pronto tras ellos y siga sus pasos.

Seis emprenden la marcha, pero en realidad todos van solos, llevando a cuestas sus propios fantasmas, sus inseguridades, sus secretos, sus anhelos y sus deshonras. Uno busca llenar de sentido una vida sin alicientes, con el alma llena de hastío y de idealizaciones de glorias ajenas y de gestas propias por conquistar; otro quiere alcanzar algo parecido a la redención sin saber que los pecados pretéritos siempre terminan por regresar; un tercero tan sólo desea borrar el pasado enterrándolo en hazañas que hagan olvidar antiguas acciones; la joven, entre la tristeza y el deber, tan sólo anhela volver a sentir el cariño de sus compañeras, sentirse de nuevo a salvo; el más joven e inexperto, con el corazón más leal, sueña salir al mundo y vivir aquello que siempre se le ha negado, aunque no conoce nada de lo que le espera allá fuera ni daría la vuelta por mucho que lo conociera; el último, fiel a su capitán, sólo cumple órdenes como siempre ha hecho.

Seis se enfrentan al vacío que envuelve las praderas, al inmenso cielo, a las largas horas y al silencio, a la soledad, a las esperanzas sin respuesta, a los días y noches que parecen repetirse sin remedio y que van minando la moral, erosionando las certezas y creando las dudas… Pero también a ese vacío interior que lleva a cuestionarse a cada uno sus propias convicciones y motivos. A la espera de un enfrentamiento muy desequilibrado, sin saber si podrán conseguir su objetivo o siquiera si las sacerdotisas seguirán vivas para entonces, en un momento u otro del camino todos ellos deberán preguntarse por qué están realmente ahí, qué buscan obtener y qué han hecho hasta entonces con sus vidas. Las difíciles circunstancias, los sacrificios, los peligros, las muertes, pondrán en tela de juicio sus razones para emprender el rescate, sacando a la luz motivaciones que habían permanecido mucho tiempo secretas. La estepa templará a fuego el metal interior de cada uno, pondrá a prueba sus principios, destilará sus caracteres y matizará todo lo que creían saber sobre sí mismos. Sacará a la luz lo mejor y lo peor. Las debilidades y fortalezas. Alguno saldrá reforzado, alguno crecerá como persona, alguno llegará al punto de quebrarse, alguno morirá fiel a su modo de encarar la vida, alguno se encontrará en un callejón sin salida. Lealtad, renuncia, entrega, confianza, recelo…, lazos que se crean sin saber si resistirán el peso de aquello que están destinados a soportar.
Ilustración de Marta Nael (MartaNael.com)
Una prosa atmosférica y sugerente, muy expresiva y precisa, cargada de una llamativa fuerza visual que consigue retratar la dura belleza de los paisajes por los que el grupo va a avanzar y que transmite toda la cruenta fuerza de los combates y el horror de algunas de las cosas que han de enfrentar, da sustento a una narración despojada de todo lo superfluo, directa, descarnada, casi minimalista. El lector sabe, por ejemplo, que el grupo acarrea alimentos para mantener la persecución y la búsqueda, pero no es que se haga mención directa a ello, ni tampoco hay tediosos listados de pertrechos o farragosas descripciones de equipajes. Tan sólo lo imprescindible para hacer avanzar la trama, con un tempo sostenido alternando la tensa cabalgada, con diálogos de lo más reveladores para las personalidades de los protagonistas, y los explosivos trances de enfrentamiento y lucha, que hacen que el relato se sienta muy inmediato y rápido.

Las estepas de Avok, aún compartiendo el escenario general y un trasfondo común —guerras, ciudades, leyendas…— que no necesita ser conocido de antemano, pues todo lo necesario surge del contexto presente en el texto, con la anterior novela de los autores, se muestra absolutamente autoconclusiva, con una trama cerrada y resuelta de lña forma más conveniente en toda su dimensión. El final, amargo como no podía ser de otra manera, da muestra de cómo las vivencias, sobre todo tan intensas, marcan irremediablemente, de cómo es imposible dar marcha atrás, de cómo la realidad siempre encuentra la manera de abrirse paso entre sueños y anhelos. La aventura da paso a la postrer reflexión, haciendo que el lector cierre el libro con una sensación de lo más satisfactoria.

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